⋆☾⋆⁺₊✧ - doce!

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tu mirada clavada es una bala en el pecho.

( . . . )

la siguiente semana fue bastante dura para juan. su mejor amigo no asistió a clases aquellos cinco días hábiles y tampoco le respondía los mensajes o las llamadas, y a pesar de su gran preocupación dudaba demasiado en si debía ir a verlo a su casa o si quedaría como un pesado.

cada rincón de la escuela le hacía pensar en él, de alguna u otra manera. eran tantos años yendo juntos que todo ahora se veía especial y en su estómago no había lugar para algo que no sea aquel nudo formado que ya era costumbre en su interior. no entendía la sensación de tristeza que lo invadía o capaz que podía llegar a hacerlo, pero no a admitirlo.

lo extrañaba y demasiado. en los descansos iba hacia el patio y recordaba aquellas travesuras que ambos cometían cuando apenas comenzaban la secundaria; como esa vez en segundo año, cuando a los trece años blas le había robado una caja de cigarrillos a su padre. ambos estaban con sus espaldas recostadas sobre el tronco del viejo árbol que allí se encontraba y el pelinegro jugaba con intentar prender aquel tabaco con sabor a menta pero no lo lograba.

dos años después volvieron a vivir la misma situación, sólo que esta vez ya se encontraban un poco más grandes y obviamente las situaciones de las vidas eran otras. por muchos motivos personales el más alto, ahora con quince años, se encontraba fumando a escondidas de cualquier directivo mientras el ojiazul se veía algo perseguido mirando a todos lados por si alguien venía.

actualmente juan pensaba en eso y aunque le daba un poco de pena por su manera de actuar en ese entonces, se dio cuenta de que siempre el único que estuvo de verdad fue blas. debía agradecérselo de muchas maneras y no sabía cómo. sin embargo, se encontraba aferrado ante la idea de que aquel chico de ojos oscuros era alguna especie de ángel que vino a ayudarlo en sus días buenos y en los días que no lo eran tanto. sentía que la vida pesaba un poco menos al tenerlo a su lado.

( . . . )

se bajó de su bicicleta aún con el casco puesto y tocó el timbre del hogar en espera a que alguien apareciera para abrirle.

— ¡juan!, tanto tiempo sin vernos querido. —comentaron con alegría en cuanto la puerta se abrió.

de repente un golpe de calor lo invadió por completo. la madre de blas lo estaba abrazando.— ¿venís a verlo? —ella cuestionó y él asintió algo apenado.— pasa, está en su pieza.

agradeció con una pequeña sonrisa antes de entrar y perderse por las escaleras. entró a la habitación que ya hasta podía ser considerada suya y notó un pequeño detalle; su mejor amigo estaba completamente dormido.

habían algunos restos de servilletas a los costados de la cama, su cuello estaba siendo abrigado por una bufanda y su nariz se veía completamente rojiza. por debajo de sus ojos, justo donde van las ojeras, habían restos de lo que parecían ser lágrimas ya que se notaba la húmedad que había allí. el ojiazul mordió levemente su labio inferior antes de cerrar la puerta tras su paso y poder admirar un poco más de cerca.

la pieza de blas tenía las paredes blancas y estas eran decoradas con algunos pósters de su banda favorita, soda stereo. a juan no le gustaba demasiado pero siempre le cumplía el capricho de escucharlos cada vez que debían viajar o simplemente querían compartir un momento íntimo. para blas algo íntimo era eso, poder prestarle un auricular suyo a alguien y compartirle su gusto musical y no lo hizo con nadie más que con aquel chico de rulos castaños.

juan caminó hacia la cama de blas donde este descansaba comodamente. su ceño estaba levemente fruncido y una de sus manos descansaba sobre su estómago descubierto, siempre tuvo esa mala costumbre. sin pensarlo demasiado se acostó al lado del más alto y se quedó ahí, mirándolo por largos segundos hasta que blas notó aquella presencia en su colchón.

lo abrazó fuerte y lo pegó a su propio cuerpo, juan aún no lograba acostumbrarse por completo a sentir sus grandes manos de hombre en su cintura pero hacía su mejor intento. las pestañas del contrario comenzaron a batirse y mientras arrugaba su nariz dijo:

— viniste.

— estoy acá hace un rato largo, en realidad. —susurró el ojiazul.

sus rostros se encontraban tan cerca como era ya costumbre. juan notaba algo extraño en el comportamiento de su amigo pero no se animaba a decir nada, no quería arruinar el momento.

— mamá dice que chupé mucho frío la otra noche. —murmuró, un tanto avergonzado.— tenía muchas ganas de verte y no podía ni siquiera levantarme de la cama.

juan no respondió, simplemente comenzó a acariciar el rostro ajeno y a remarcar sus facciones. blas tenía los pómulos ligeramente marcados y su piel estaba fría al punto de casi temblar por el caliente tacto del más bajo. el corazón del castaño se estrujaba al verlo así, ni siquiera parecía su amigo.

— me manifestaste vos entonces. —respondió luego de un rato, con una pequeña sonrisa en su rostro.

blas lo miraba. sentía tantas ganas de besarlo y en ese instante lo sentía como algo prohibido, no podía simplemente poner en riesgo su salud sólo por su egoísmo pero a su vez no sentía sus labios hace tanto que podía explotar por las ganas y la emoción. y no sabía si era por su bajo estado de ánimo o porque esos días había necesitado un reconfortante abrazo, pero entonces se animó de una vez por todas.

— ¿querés salir?

— sos rápido, eh. —respondió el castaño, apretándole la nariz levemente.— ¿hablaste con los chicos por lo menos?

blas frunció un poco más su ceño.— no me refiero a eso. ¿querés tener una cita conmigo, juani?

el contrario se quedó en silencio, parecía procesar sus palabras. de repente juan le dio un pequeño golpe en el hombro.

— no jodas con eso, sabes que soy sensible ante las bromas así.

— nunca hablé tan en serio en mi vida. —respondió el pelinegro, mirándolo fijamente a los ojos.— ¿podés aceptar salir conmigo, por favor?

mátame de pena; juan x blas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora