⋆☾⋆⁺₊✧ - cuatro!

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nadie te va a encontrar al escaparte.

( . . . )

esa noche camino a la casa del pelinegro, juan se obligó a sí mismo a comportarse con blas frente a todos sus amigos. sus besos compartidos eran inocentes, pero al fin y al cabo eran sólo eso y no podía permitir que los chicos tuvieran aquella imagen de él.

el hecho de que se haya besado con blas quien casualmente es su mejor amigo no quiere decir que va a hacerlo con cada una de las personas que sintiera cercana. no, juani tenía un código ante eso y consideraba que las amistades eran como la fruta prohibida.

iba con los auriculares puestos a una velocidad considerable en su bicicleta. veía las casas pasar y sabía que ya estaba alejado de su barrio, pero no le preocupaba ya que conocía el camino de memoria. en ese momento por su mente pasó la imagen viviente de un animado chico alto, con rulos de ensueño y una sonrisa que siempre muestra una hilera de perfectos dientes blancos. juan no sabe por qué piensa en blas, pero no puede sacárselo de su cabeza.

hace ya varios días no podía hacerlo y ni siquiera tenía una respuesta ante eso. según su punto de vista no había nada de malo en lo que ambos hacían, pero no quería que nadie lo supiera. entonces era como contradecirse; ¿debían parar?, ¿debían seguir?, eso no lo sabía y sentía su propia cabeza palpitar ante la aparición repentina de tantas preguntas.

él no era mala persona, simplemente era un adolescente en busca de disfrutar eso: su adolescencia. generalmente hubiese ido a cualquier boliche de la ciudad para luego irse temprano con la primera persona que logre engancharlo con una simple mirada. no era difícil para él decir adiós luego de que cualquier acto termine, pero con blas era completamente distinto. por alguna razón no quería decirlo y eso lo aterraba.

y juan se hubiese permitido sumergirse aún más en sus pensamientos, pero unas fuertes luces iluminaron su rostro que ahora tenía una expresión de terror, mientras soltaba un grito desgarrador y escucha cómo le tocan bocina.

( . . . )

tocaron la puerta de su casa y fue a ver quién era. la cara del mayor se iluminó en cuanto vio al ojiazul aparecerse en la entrada de su casa.

— ¡juani!, qué temprano...

— casi me atropellan. —fue lo único que pudo decir, mientras se iba acercando.

— ¿qué?, ¿ibas usando el celular o algo?

el más alto tomó el rostro del chico de rulos castaños de manera inconsciente. sus manos se iban deslizando por su marcada mandíbula mientras lo analizaba con preocupación. ahí pudo notar que tenía un raspón en la frente que sangraba pero muy poco y tenía su remera blanca manchada con tierra. su cabello estaba descontrolado, completamente despeinado y con el rastro de algunas hojas de árboles. aún así blas se sintió culpable por creer que se veía demasiado lindo.

— respóndeme. —demandó el pelinegro. — ¿estás bien?

— sí, quiero decir. —juani carraspeó, entonces blas entendió y se hizo a un lado para dejarlo pasar. — no estaba usando el celular, pero me metí en contramano. vi al auto tarde por sus luces y quiso esquivarme, pero no pudo hacer mucho. —explicó, moviendo sus manos de manera exagerada, como demostrando el impacto.— cuando quise darme cuenta ¡pum!, terminé sobre el capó y después caí al piso.

blas lo miraba fijamente. a pesar de lo que contaba no podía evitar pensar en cómo sus ojos se abrían, tan grandes y redondos como platos, dejando a la vista aquellas esferas celestes que se notarían a distancia. sus pestañas se batían cada vez que pestañeaba y nunca había notado lo únicas que se veían. se sentía enamorado hasta de sus pestañas.

mientras pasaban a la sala el más alto no pudo despegarse de su amigo por más que quisiera. lo tomó delicadamente de la cintura con un brazo para ayudarlo a estabilizarse, se veía bastante bien, de hecho, pero eso no quitaba el miedo que ahora sentía blas recorrer su cuerpo. 

aunque nada dura para siempre, y blas no tarda mucho en soltar una pequeña risa que no pudo contener por mucho tiempo. juan lo mira extrañado, sin entender qué le pasaba o qué fue tan gracioso, se ve que ahora sus tragedias las debía contar en algún programa de stand-up tal vez.

— sos un tarado, juan ignacio. —simplemente dice, ayudándolo a sentarse en el sillón.

— ¡me pude haber muerto!, te ibas a enterar tarde y no ibas a tener tiempo de despedirte de mí.

— pero no te moriste y estás acá conmigo. —susurró blas, dejando un beso en su frente.— ya sabes dónde está mi pieza. anda a bañarte, relájate y cámbiate esa ropa sucia por el amor de dios.

( . . . )

juan hizo lo que su amigo ordenó sin chistar, sabiendo que iba a ser lo mejor. luego de una reconfortante ducha enredó una toalla en su cintura y salió del baño. blas tuvo el lindo gesto de prepararle un nuevo conjunto para que se despoje de aquellas prendas que realmente, se veían tan arruinadas que hasta le hacían sentir pena. el ojiazul miraba todo a su alrededor, conociendo esa habitación de memoria. desde que comenzaron a ser amigos que el más bajo se presentaba cada vez que podía ahí, y no podía pensar en que ese era el ambiente más acogedor en el que había estado.

miraba las fotos de los muebles de blas. fotos de bebé, de cuando era tan sólo un infante; fotos en el jardín, y hasta con juani. con este tenía demasiadas que ni siquiera podía contarlas y a veces se sentía un mal amigo por no hacer lo mismo, aunque tenía una foto de ellos dos en su mesita de luz que casi siempre estaba dada vuelta, no quería sentir la mirada de su amigo mientras los ruidos más obscenos que puedan ser escuchados jamás salían de su boca.

— sos un poco chusma vos, ¿puede ser? —preguntaron, haciéndole dar un pequeño sobresalto.

— yo.. —de repente comenzó a tartamudear, tragando en seco.— perdón, sabes que soy curioso.

blas solto una pequeña risa, apenas inmutándose de que su amigo no traía ninguna prenda puesta.

— sí, curioso. esa es la palabra, discúlpame.

el de rulos castaños sentía su cuerpo tenso y sus cachetes comenzar a tomar color. ellos conocían todo del otro y de pequeños hasta ni siquiera presentaban problemas en bañarse juntos, pero ahora era completamente distinto.

ahora eran casi adultos y no sabía si era correcto eso.

— puedo decirle a los chicos que no vengan. —murmuró blas, cada vez acercándose un poco más.

— ¿por qué?, ya estoy bien. tengo ganas de verlos. —respondió como pudo el castaño, titubeando en el camino.

— ¿vos decís?, yo tengo ganas de cuidarte. —sus grandes dedos se apretaron en su cintura envuelta. el cuerpo del ojiazul ardía como nunca lo había sentido por alguien.

blas iba a dar un paso más, quería besar el cuello de su amigo sin que eso pareciera, de alguna manera, extraño. y estuvo a punto de hacerlo, si no hubiese sido que juan puso sus manos en el pecho del más alto.

su rostro expresó confusión. el más bajo suspiró. — ¿vos crees que está bien todo esto?

— ¿vos crees que no?, ¿te hace sentir mal?

— no, no es eso. —rápidamente negó juan. blas sintió su cuerpo destensarse, aliviado.— pero sos mi amigo, teníamos como una hermandad y ahora siento que nos pasamos todo eso por el...

— la boca, juani. —advirtió el pelinegro. juan se dio cuenta y se retractó al instante, sabiendo que su amigo odiaba las malas palabras.— yo estoy cómodo así, ¿vos lo estás?

pero el ojiazul no respondió y entonces blas se creó la respuesta en su mente. supo que hasta ahí entonces había llegado eso y sabía que pasaría, pero no tan pronto. con un dolor molesto en su pecho se alejó lentamente, dejando un apretón en uno de los cachetes de su amigo.

— los chicos deben estar por llegar. cámbiate.

no dijo nada más y se fue, dejando a un chico de rulos castaños solo, confundido y con la piel de gallina. odiaba sentir aquella tensión y el único de poder hacerlo sentir seguro era aquel ruloso de contextura delgada, pero con la fuerza suficiente para poder recibirlo en un abrazo reconfortante. en ese momento juan se dio cuenta de que tal vez eso era lo que necesitaba, pero no sabía cómo pedirlo.

mátame de pena; juan x blas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora