Guerras y tratados, Visenya

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No se conforma con migajas.

Aegon hizo sufrir a su familia,  tomó robado a su hijo más preciado en un momento vulnerable de ella y Maegor. Su hijo murió. Dos veces.

Esto fue un error, un error garrafal de ella y Maegor, ambos fallaron, ella como madre y él como rey.

Sin embargo cuando Viserys despertó en la mañana y cargaba en brazos a Aemond, algo en su corazón se ablandó.

No por mucho.

Tuvieron que pasar exactamente 4 días y 5 noches de discusiones entre ellos, sus consejeros y sus allegados para decidir si tomar la decisión de la reina era lo correcto. Llegar a un acuerdo de paz o ir a una guerra.

El fuego en sus sangre ardió más que cuando su amada Rhaenys pereció en Dorne, Viserys creció dentro de ella y se formó en su vientre, en sus entrañas, ¿como podría ella dejar que algo tan semejante fuese dañado? Su hijo más amado además.

Sin embargo, Maegor ya había tomado el lado de su reina desde antes de las negociaciones. La respuesta fue simple y esperada, pero respetada y ventajosa, digno de su hijo.

Un acuerdo de paz, una división de familias, Aegon y Aenys seguirían por su lado, mientras que, tanto Visenya, como la reina y el recién nacido príncipe permanecerían en Dragonstone, no se saldría de la isla sin aviso al igual que ellos no podrían entrar en la tierra ancestral, todas o la mayoría de nidadas de huevo serían enviadas a Kings Landing donde se comienza a construir un pozo de dragón, independencia absoluta de los Targaryen reinantes, no, Visenya y Maegor querían la independencia de Dragonstone como un propio reino y su propio linaje, no era ni Aegon ni Aenys.

Maegor buscaba La Paz, pero lo más beneficioso para ellos, sobre todo, para Viserys. Eso la complació, pero no mucho.

Un pensamiento inquietante se instaló en su mente la noche de él suicidio de Viserys, un veneno y fuego que se arremolinó en su vientre y subió hasta su garganta escondido detrás de su lengua durante días, apuntó de salir, apuntó de dañar y mutilar. Destrozar y quemar.

La carta fue enviada y firmada por los tres, Visenya, Maegor y Viserys.

Tuvieron una repuesta esa misma tarde.

Una sola condición a cambio; se permitirá que Aegon visite la isla 2 veces en cada quinquenio.

Visenya no podría aceptar tal desafío, tal desdén, no otra vez, no con todo su odio y fuerza retenido.

Sin embargo, fue viserys quien aceptó y Maegor le siguió el juego.

Esa noche se aseguró de visitar a su hijo mayor y soltar dicho veneno que le carcomía, que no se había permitido soltar en su estado de recuperación.

— Cuando Viserys esté muerto, insensato, entonces ¿Quien más te amará?. Mi amor por ti ha bajado y te tengo en tan poca estima como se la tendría a un señor lejano que he visto dos veces en mi vida. Espero que esto salga como quieres, por que de no hacerlo, dudo que puedas resistir el golpe de perder a tu omega por mera negligencia. Los dioses siempre son piadosos conmigo, me enviaron a Aemond para no tener que cometer los mismos errores que cometí contigo.

Si Maegor opino algo o resintió su desprecio, no lo demostró. Sin embargo obtuvo la satisfacción de que el hombre se volvió más frío en sus decisiones, menos emocional e infantil. Más como el Maegor que ella había criado y no esté débil que de alguna forma rara ha llegado aquí.

La Paz fue inmediata.

Aegon cedió ante todas las peticiones.

Por lo que su ira no menguó, se almacenó en un cofre en su corazón y alma y ahí permaneció guardado, acechando, esperando el momento en el que iba a quemar todo como fuego Valyrio.

Viserys prosperó.

Su hijo era un semilla próspera, en todos lados echaba raíces, aprendió a cuidar a Aemond y se volvió muy cercano, comenzó a instalar templos Valyrios en la isla y a mantener una relación genuina con los habitantes, la gracia que emanaba, el aura celestial, como si hubiese dado a luz a un hijo de la diosa Melys, su hijo se volvió todo lo que una reina debía de ser y más.

Floreció bajo el cálido calor de la isla y Aegon falto a las dos visitas de el quinquenio que exigió, la isla prosperó y el reinado de sus hijos también, su propio mundo, su propio imperio Valyrio.

Aún toma espada y le enseña a Viserys lo suficiente para que se defienda, su hijo no es tan afianzado al tema, pero es mucho mejor que cualquier otro guerrero de alguna casa sosa.

Maegor y Viserys crecieron de la mano, la última plática rigurosa de madre e hijo sirvió, su carácter no volvió a flaquear y se volvió un hombre de palabra, aunque su temperamento se volvió voluble con frecuencia, la presencia de su omega solía calmarlo, hacerlo rápido para la serenidad y lento para la ira y los desaires, menos orgullosos y ofendido para con los demás, más blando, pero no débil.

Nacieron para estar juntos, ambos salieron de su vientre, era lógico que su matrimonio sería fructífero, algo que el hijo de Aegon jamás podría entender.

Dicho príncipe puede importarle menos, dejó de escuchar susurros de él a voluntad, enfocada en corregir hasta la perfección a Maegor, creando una dinastía única, nacida en Dragonstone.

Su familia floreció en los 5 años, Viserys creció hasta convertirse en una belleza aún más excepcional que antes, Maegor ya alcanzó su punto máximo de estatura y musculatura, más alta que ella por dos cabezas y con Viserys casi llegando un poco más arriba de su cintura,  un hombre fornido hecho y formado por ella. Por la vida y por la corona en su cabeza.

Aemond, que ya habla, combate, usa espada de metal y no de madera, es otro buen prospectó que ha formado, criándolo para ser un consorte ideal del primogénito de sus hermanos, educado, firme, leal y feroz, una copia exacta de ella y Maegor.  Su hijo es un buen alfa y llegará a ser un gran rey algún día.

Por mientras cuando no sigue sus deberes cómo montar en dragón con ella o Maegor, pasa el tiempo con su hermano omega a quien aprecia más de entre todas las cosas.

Visenya había obtenido lo que siempre quiso.

Sin embargo ese odio y resentimiento cuidadosamente almacenado en su ser, se destapó ante una misiva de Kings Landing.

Aegon no sólo quería cumplir con su visita de ese quinquenio, si no que también, llevaría a Aenys y su prometida, Lady Alyssa Velaryon. Estableciendo una fecha de llegada para dentro de una quincena.

No fue nada sorprendente para sí misma cuando busco específicamente varios venenos sin sabor y sin rastro.

O trampas para bestias en habitaciones de invitados.

Fuego de dragón cuidadosamente sepultado en cada habitación...

Sólo un poco para una cálida bienvenida.

Ah, y escondió también a Viserys y Aemond, enviando al par de hermanos a una casa noble para hacer alianzas. Tonterías, todas las casas nobles de Dragonstone los seguían ¿pero era necesario que lo supieran Viserys y Aemond? No.

Una daga en su escote y una armadura libera bajo su vestido, rubíes en su vestido, cabello y joyas, negro oscuro como la noche y una sonrisa falsa que podría competir bien con las sonrisas de las esposas nobles cuando la ven y recuerdan a algún esposo, pariente o amante caído en la conquista. Así fue como la vio Aegon y Aenys luego de media década.

Maegor en cambio, porto su corona valyria, su espada en la cadera y un jubón negro que dejaba mucho a imaginar por lo efectivo que era al cubrir, daba la ilusión de que Maegor tenía o no una armadura debajo.

Sería un estúpido si no tuviera dicha armadura ahí, tanto Aegon como Visenya lo saben.

Les espera una larga visita.

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Edito mañana

Dioses crueles -Lucerys-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora