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Obedeciendo, Camila no habló durante el regreso a casa. Estaba asustada. No era que pensara que Lauren llevaría a cabo su amenaza o que la sometería de nuevo a sus besos. Tenía miedo de sí misma. En los fugaces momentos en que estuvo en sus brazos, no fue una mujer ciega, sino sólo una mujer.

Su boca, lastimada, retenía el fuego de su exigente beso. Los desordenados latidos del corazón golpeaban sus oídos como una locomotora de la que no podía saltar. Aún sentía la presión de los  brazos que la encerraron en un poderoso abrazo.
Los senos, las caderas, no podían olvidar la presión de  de su pecho. El contorno de su cuerpo se había fijado tan firmemente en ella, que pensó que nunca podría arrancar sus raíces. El olor de su crema corporal, el fragante aroma de su perfume, se adhería a su piel.

Lo que era peor, ella no quería borrar nada. Por eso seguía asustada dos días después del suceso. Una y otra vez se preguntaba: ¿Por qué la había besado en esa forma?
¿Podría el brutal y fugaz abrazo ser resultado de la cólera, al saber que ella había descubierto sus verdaderos motivos? ¿O era simplemente un escape a su frustración, por haberle fallado su plan de encelar a la muchacha llamada Roni? De acuerdo a la conversación escuchada, la última era la explicación más factible. ¿O la verdad estaba en la combinación de ambas cosas?

Camila se negaba a creer que a Lauren lo impulsara un deseo físico hacia ella. Admitía la posibilidad de encontrar algún día a una persona que realmente la quisiera y la deseara, pero no podía visualizar a Lauren Jáuregui como esa persona. Ella tenía posición, riqueza y buena apariencia. Podía tener a muchas otras mujeres.

Su ceguera la había conmovido. No importaba la palabra que identificara la emoción que sentía:. simpatía, piedad, compasión.
Todas eran la misma cosa.
El sufrimiento la consumía. Por orgullo, no podía considerar más a Lauren como amiga. Una verdadera amiga podía compadecerla, pero nunca buscaría su compañía por lástima hacia ella. En el fondo, su corazón conocía la verdadera razón: aquello era peligrosamente absurdo para ella.

Ahogó un sollozo contenido. Sepultó el rostro en las manos dejando que el desconsuelo la aprisionara. Sumida en la soledad de la tarde, sintió lástima de sí misma. Se había ganado ese derecho.

Los ojos pardos estaban empañados de lágrimas cuando sonó el teléfono. ¡No contestaría! Pero los timbrazos continuaban. Tenía que ignorarlo, dejarlo sonar, hasta que la persona del otro lado de la línea se diera por vencida. Aunque cabía la posibilidad de que fuera su padre. No tenía derecho de causarle a él preocupaciones innecesarias. Dominándose, se puso de pie y contestó.

-Residencia Cabello -su voz parecía calmada.

-Camila...

La voz ronca de Lauren casi le hizo tirar el teléfono. Fue como un rayo. Le temblaron de tal modo las rodillas que tuvo que apoyarse en un mueble.

-¿Estás ahí, Camila? -la voz era apremiante.

-Sí. Hola, Lauren -la respuesta era forzada, pero ¿qué importaba?

-¿Cómo estás? -la pregunta no era casual.

-Bien, ¿y tú? -quiso sonar distante y cortés.

Lauren ignoró su reserva.

-¿Sabes por qué te llamo?

-¿Cómo puedo saberlo?

-¿Cenarías conmigo el sábado en la noche?

Adivinó que la invitación a cenar era un intento de reconciliación. Se daba cuenta ahora de que siempre escogía la noche del sábado porque esa noche ella se quedaba sola. Su padre dedicaba el sábado exclusivamente a Deborah. Recordó entonces que el día anterior había invitado a una antigua amiga, Sally Goodwin, a ir a su casa el sábado por la noche.

Il tuo amore mi guida(Adaptación Camren Lauren G!p )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora