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Camila lamió la capa de vainilla adherida a sus dedos. Después, alisó el pastel con un cuchillo. Cualquier pastel que ella preparaba era, para su padre, "el pastel de las huellas digitales—. Nunca estaba segura de haberlo cubierto totalmente con la capa de merengue y la única forma de saberlo, era pasarle los dedos; de ahí la broma de su padre.

Dejando el cuchillo en el mostrador, acomodó el plato del pastel atrás, sin hacer caso a la preocupación de que había dejado alguna parte sin la capa de merengue.

Antes del accidente Camila consideraba como lo más sencillo del mundo las tareas de la cocina. Al quedar ciega, lavar los platos era cosa digna de atención. También cocinar. Aunque podía hacerlo casi todo, excepto freír huevos. Únicamente podía prepararlos revueltos. Para simplificar las cosas, su padre era el encargado de preparar el desayuno.

Los domingos, Deborah cocinaba; así fue el pasado fin de semana. Era una experta cocinera. Camila siempre había sido mediocre. Eso la hacía sentirse doblemente consciente de que las comidas, ocasionalmente chamuscadas o raras que servía a la mesa durante la semana, no podían compararse a los deliciosos manjares de Deborah. Sin embargo, su padre nunca se quejaba, ignorando las menos sabrosas y elogiando las buenas.

Una mujer hacía dos veces por semana el trabajo pesado. Camila realizaba la limpieza de la casa. Le tomaba más tiempo que a una persona normal, pero descubrió que con paciencia, podía hacerlo casi todo. Paciencia era el secreto.

Sin la luz del sol, era casi imposible juzgar el paso de las horas. Se le iba el tiempo de las manos. Algunas veces la soledad de su mundo de tinieblas, la deprimía. El vacío, la tristeza, la invadían invariablemente después de una oleada de energía creativa.

Había aprendido a resistir el sin número de inconvenientes producidos por su ceguera. Hasta logró contener la amargura al pensar en su carrera interrumpida drásticamente.

Desde la primera vez que tomó un pincel de acuarelas en sus manos amó el arte y específicamente la pintura. Su talento natural, aumentado por la destreza adquirida con uno de los mejores maestros de San Francisco, la convirtieron, a los veintidós años, en una pintora de cierto éxito, gracias también a quince años de práctica.

Alcanzaron notoriedad sus retratos, y no por las personas que posaron para ella, sino por las interesantes caras que pintó a lo largo del Muelle de los Pescadores y de la Pequeña Italia.

Eso fue lo más cruel del accidente que le hizo perder la vista. Había sido un accidente automovilístico y, aún ahora, no acertaba a comprender lo que pasó. Una noche, ya tarde, iba conduciendo para su casa después de haber pasado el fin de semana con una amiga en Sacramento. Aparentemente, se quedó dormida en el volante.

Al recordarlo, comprendía su absurda prisa por llegar si consideraba el mes transcurrido en el hospital recobrándose de las costillas rotas y contusiones, sin mencionar el golpe en el cráneo que le había dañado irreparablemente el nervio óptico.
Sacudiendo la cabeza, desechó tan amargos recuerdos. El éxito de su vida dependía ahora del futuro, no de las memorias del pasado. De momento, el futuro le parecía vacío, aunque siete meses antes no hubiera creído poder realizar cuanto había logrado.

El siguiente obstáculo era caminar sola de su casa a la farmacia para comprar una botella de champú. Eran cinco cuadras, cinco calles muy transitadas de San Francisco.
En los dos últimos meses reunió la suficiente confianza para intentar semejante jornada sin compañía. Su orgullo no habría soportado la humillación de extraviarse.

Tomó del armario un suéter abierto, verde pálido, que hacía juego con el verde oscuro de los pantalones. Buscó el mango de roble de su bastón en el paragüero. La suave sensación de la madera le recordó a la arrogante Lauren Jáuregui, a la que había conocido en la Bahía de Yates el domingo anterior. No le importaba lo que esa mujer pensara. Prefería el anonimato de un bastón de madera; ya de por sí era molesto dar golpes en la oscuridad, para tener que llamar aún más la atención con uno blanco.

Il tuo amore mi guida(Adaptación Camren Lauren G!p )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora