-Como quiera -contestó encogiéndose de hombros.
Esta vez, Lauren no se molestó en contestar.
No dijo una palabra más. De no haber sido por la mano que la asía del brazo para cruzar las calles, hubiera creído que iba sola. Excepto por las veces que le dijo "gracias" cortésmente, al ayudarla a subir y bajar del tranvía, ella tampoco le dirigió la palabra.
-¿Terminó ya de hacer pucheros? -preguntó Lauren disimulando la risa, mientras su mano la tomaba de la cintura, maniobrando entre los turistas veraniegos.
-No estaba haciendo pucheros.
-¿No?
-Quizás un poco -admitió de mala gana, todavía enfadada-. Es tan dominante que algunas veces...
-Y a mí me parece que usted se sale siempre con la suya. La gente que la quiere no se atreve a negarle nada.-Lo mismo puede decirse de usted.
-Seguramente -aceptó displicente-. Pero no estamos hablando de mí. Usted era la que hacía pucheros. Bien. ¿Qué hacemos ahora? ¿Continuamos la guerra o hacemos las paces? No nos llevamos tan mal el otro día.
Ella se dejó convencer por el encanto de su voz.
-¿Amigas?
Aceptó, juzgando que era lo mejor.
Una vez de acuerdo, sucumbió a su suave persuasión, cuando Lauren cambió el tema de conversación.Pasearon por la plaza de la vieja fábrica de Chocolates Ghirardelli, convertida en un pequeño centro comercial. Se detuvieron en uno de los cafés al aire libre y probaron unas deliciosas tortas acabadas de hacer.
Pasaron por delante de las numerosas tiendas que formaban la plaza. Lauren, sonriendo, pidió a Camila que identificara cada tienda, por medio del olfato. Ella lo hizo bastante bien con las florerías y tiendas de artículos de piel. Reconoció la comida internacional que se servía en los diferentes restaurantes, pero falló con las joyerías y comercios de artículos importados.
Cuando Lauren la acercó a otro aparador, se dio por vencida.
-Ya no más, por favor.
-Sólo ésta -aceptó Lauren-. Se trata de una tienda de vestidos y hay un modelo que juraría fue hecho para usted. Venga -la tomó por la cintura-, entremos para que pueda verlo.
Instantáneamente, se soltó de su brazo.
-¡Se le olvida un detalle! Soy ciega. No puedo ver el vestido.
-No se me olvida nada, mi reina ciega -la tuteó de pronto-. Borra esa mirada de disgusto. ¿Dónde está esa imaginación creativa de la que presumías el otro día? Vas a entrar a la tienda y verás ese vestido con tus manos.
Camíla sintió como si le impusieran un castigo, aunque aceptó en silencio que Lauren la llevara a la tienda. Se escuchó el tintineo de una campanilla al entrar. Inmediatamente se oyeron unos pasos que venían de la parte trasera de la tienda.
-¿Desean algo? -inquirió una voz de mujer.
-Sí. Nos gustaría ver el vestido que está en el aparador.
-No vendemos vestidos hechos, señora -dijo la mujer cortésmente-. Ese vestido es un modelo para hacer otro a la medida.
-Déjeme explicarle lo que quiero -la voz de Lauren parecía de terciopelo-. La señorita Cabello es ciega. Me gustó el vestido del aparador y quise que lo viera. Para que esto sea posible, ella debe tocarlo. ¿Podría hacerlo?
-Por supuesto. En unos minutos lo saco del aparador -ofreció la mujer rápida y calurosamente.
A sus palabras siguió el ruido de sus movimientos y el crujido de la tela. Camíla se sintió incómoda y sólo la presión de la mano de Lauren en su cintura, le devolvió la confianza. Unos minutos más tarde, oyó el rumor de la seda frente a ella.
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Il tuo amore mi guida(Adaptación Camren Lauren G!p )
RomanceDesde el momento que se encontraron en las calles de San Francisco, Camila tenía sentimientos encontrados hacia la fuerte y noble pero insufriblemente grosera Lauren Jáuregui. Momentos después de salvarle la vida a ella, la oji verde la había insult...