Surcando el cielo, revoloteaba una gaviota. El tempestuoso viento del Pacífico, formaba remolinos alrededor de los botes anclados en la rada de yates, en San Francisco. A lo lejos se escuchaba el ruido metálico del tranvía, subiendo la empinada cuesta de la calle Hyde.
Un automóvil Continental azul claro, con toldo de cuero en tono más oscuro, maniobró hacia el estacionamiento enfrente del muelle. Lo conducía una dama de extraordinaria belleza, de unos treinta y cinco años, y cabello castaño rojizo, que frenó el coche en el espacio entre las dos líneas blancas y apagó el motor. Al momento de abrir la puerta, sus ojos miraron a la silenciosa muchacha sentada detrás.
-Hace frío afuera, Camila. Sería mejor que esperes en el coche, mientras veo si tu padre ha regresado -era más bien una orden que una sugestión.
Camila Cabello abrió los labios para protestar. Le molestaba ser tratada como una inválida. Con su innata perspicacia; se dio cuenta de que a Deborah no le importaba tanto su salud como pasar algún tiempo a solas con su padre.
-Lo que tú digas, Deborah -se sometió de mala gana, su mano derecha apoyada sobre el suave mango de un bastón de roble. Los momentos de silencio que siguieron a la partida de Deborah, irritaron todavía más los tensos nervios de la joven. Ya le era bastante difícil tolerar su propia limitación física, sin tener que soportar que la amiga de su padre le impusiera sus deseos, cualesquiera que fueran sus motivos.
La amiga de su padre. En su boca asomó una sonrisa irónica. Su padre había tenido muchas amigas desde la muerte de su madre, cuando Camila tenía siete años. Pero Deborah no era solamente otra mujer. De no ser por el accidente de Camila, hacía unos ocho meses, Deborah ya sería su madrastra.
Antes le parecía maravilloso que su padre hubiera encontraba una mujer con quien casarse. Desde luego que ella no hubiera elegido nunca a Deborah Mosley, aunque le caía bien, pero su opinión no tenía importancia siempre y cuando su padre fuera feliz.
Eso fue antes del accidente, cuando Camila era completamente independiente. Tenía entonces un apartamento, muy pequeño, pero completamente suyo. Y su profesión, aunque no lucrativa, hubiera bastado para sostenerla por sus propios medios. Ahora... -la palabra encerraba su enorme desesperación pasaría mucho tiempo antes de que pudiera valerse por sí misma.
-¿Por qué yo? -se preguntó compadeciéndose-. ¿Qué hice para merecer esto? ¿Por qué yo?
Sintió un nudo en la garganta al pensar en la pregunta sin respuesta. Tenía demasiado tiempo para pensar en lo que hubiera podido ser, si solamente... Ya el daño estaba hecho; era irreparable, un especialista tras otro se lo habían dicho a Camila y a su padre. Estaría incapacitada por el resto de su vida y nada, a menos que sucediera un milagro, podía cambiar las cosas.
Algo se rebeló en su interior. En su mente se agitaba la cólera al pensar que quizás tendría que quedarse esperando para siempre, en los coches o en su casa, mientras alguien decidía lo mejor para ella.
La asaltó un pensamiento enfermizo: Supuso que los deseos de Deborah de estar a solas con su padre no eran impulsados por un capricho romántico, sino más bien para planear cómo internarla en un instituto de "rehabilitación-...
Rehabilitación la palabra le hacía sentir como una criminal.
-Dios mío -gimió-. No dejes que papá la escuche. No quiero ir a ese lugar. Debe haber otra alternativa.
Se sintió culpable por implorar la ayuda de Dios. Le lastimaba saber que necesitaba de alguien o de algo que la ayudara. ¡Ella siempre se había bastado a sí misma, pero ahora dependía de los demás! En aquel instante Deborah podía estar persuadiendo a su padre para que la mandara a algún sitio, y ella mientras tanto tenía que aceptar su destino, esperando sentada en el coche a que otros decidieran sus asuntos.
Muchas veces Camila había recorrido el corto tramo del estacionamiento hacia el muelle en que se encontraba atracado el bote de su padre. No era mucha distancia. Si caminaba con calma y se tomaba su tiempo, no había razón para que no pudiera hacerlo de nuevo.
Delicadamente, sus largos dedos ataron el cordón de la túnica rayada y ajustaron el cuello de tortuga del suéter azul marino que llevaba debajo. Afuera el viento soplaba amenazador. Camila deslizó una mano atrás de la cabeza para asegurarse de que su sedoso pelo castaño estuviera debidamente acomodado
![](https://img.wattpad.com/cover/304251971-288-k449438.jpg)
ESTÁS LEYENDO
Il tuo amore mi guida(Adaptación Camren Lauren G!p )
RomansaDesde el momento que se encontraron en las calles de San Francisco, Camila tenía sentimientos encontrados hacia la fuerte y noble pero insufriblemente grosera Lauren Jáuregui. Momentos después de salvarle la vida a ella, la oji verde la había insult...