EL PODER DE UN ABRAZO

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—Ey, tierra llamando a Bruno. ¿Estás ahí?

Álvaro me llama al ver que he pasado a un "plano astral".

—Sí. Perdón. Solo estaba... Recordando el pasado.

—Uhm —Levanta una ceja. Sabe que es lo qué estoy pensando—. Está bien.

Ambos vamos juntos a la zona del pica pica y yo no puedo dejar de buscar con la mirada a Andrea, pero no la encuentro. Hace tiempo que está todo preparado y todos han empezado a comer. Yo, para variar, no paro de picotear; amo la comida y me encanta comer sin parar.

Pasado el rato necesito ir al baño, y justo hay uno en la zona de recreo. Para ello tengo que subir desde el patio inferior cruzando la zona infantil. De camino al baño veo a Andrea con un chico que no conozco de nada. Cruzamos miradas, me gira la cara y se alejan de mí.
Mi cabeza va a explotar. Estoy lleno de pensamientos y ninguno positivo.

«Estaban besándose»
«Ni siquiera le sienta mal que la vea con otro»
«Obviamente prefiere a otro antes que a mi»
«Siempre he tenido razón, no soy suficiente»

Mis pensamientos me abruman. Tanto, que termino por romperme en mil pedazos.

Estoy en el baño, solo y llorando por amor. Otra vez.

A los pocos minutos, por casualidad Álvaro viene al baño y me encuentra llorando.

—¡Bruno! ¿Estás bien, que ha pasado?

Le cuento lo que ha pasado, me pone la mano en la cabeza y me mira fijamente a los ojos.

—Escúchame, voy a estar aquí pase lo que pase, vamos a superar esto juntos. A veces, el amor no es correspondido. Eso no quiere decir que el amor sea malo o sea bueno, significa que tu verdadero amor aún está esperándote ahí fuera. Cuando llegue el momento idóneo de madurez como para poder a amaros por el resto de vuestras vidas, entonces os encontraréis. Ella no es el amor de tu vida y lo siento, pero es la realidad.

Sé que tiene razón, no puedo negárselo y mientras me agarra con un brazo la nuca, me dejo llevar por él hacia el patio inferior de nuevo.

—¡Vamos a disfrutar de la comida y la música!

—Ya sabes que siempre tengo hambre y amo la música. —digo riéndome mientras me seco las lágrimas de los ojos—. Gracias, Álvaro.

—Pa' eso están los amigos, tonto. —dice mientras me da una sonrisa compasiva—.

Sé que todo lo hace porque me ve mal. Él sabe que no puede curarse todo este malestar con unas simples palabras, pero el hecho de que esté ahí esforzándose por mí, se lo agradezco de corazón.

Al llegar está Andrea con ese chico hablando y riendo. No puedo evitar volver a desmoronarme. Intento volver al baño, pero Álvaro no me deja.

—A veces los problemas hay que afrontarlos, no puedes vivir para siempre triste y ahogado en el pasado. Simplemente no pienses. Si haces las cosas sin pensar saldrán cien veces mejor, ya verás.

Asiento con la cabeza, sé que tiene razón por qué es la frase que siempre digo, así qué voy a intentar centrarme en pasarlo bien.

No pasan ni treinta segundos y veo a Lucía llorando sola en una esquina. Es una gran escritora. Siempre gana los concursos anuales de escritura del instituto y sé que llegará muy lejos si sigue escribiendo, pero últimamente la he visto muy dispersa y ni siquiera me he preocupado por ella, ni en preguntarle qué le pasa.

—¿Ves a Lucía? —Dice Álvaro mientras la señala con la cabeza—. Todos tenemos problemas y créeme que con las palabras correctas y la persona adecuada, nuestra tristeza puede convertirse en alegría.

Lágrimas prohibidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora