capítulo trece

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―No sabía que el difunto emperador tuviese una hija.

Hablo Leon mirando con desconfianza a la mujer recién presentada.

―Lo sé, de hecho, nadie sabía. ―dijo ella―. Siempre en una familia existe la oveja negra, ¿no creen? Yo soy la de mi familia.

La mirada de la mujer fue a parar en el octeto quienes estaban detrás de Anna. Tanto Leon como ella se dieron cuenta y, para evitar confrontaciones, la chica envió afuera a sus amigos.

―Llevátelos al salón donde están los demás. ―pidió a Chan en un susurro, éste asintió y sacó a los demás de ahí. Viéndolos salir, Anna se giró de nuevo para ver a su... tía―. Su presencia aquí es repentina y debo admitir que causó un revuelo el cual me costará cubrir.

―Es mi naturaleza llamar la atención. ―respondió con una sonrisa cínica en su rostro―. Pero no vine aquí para eso, ―dijo cambiando su semblante―, me mantuvieron oculta durante muchos años porque creían que traía desgracias a la familia ya que siempre había problemas por mí, era la menos querida, creía que si regresaba ahora que mi mamá no estaba podría tener una bienvenida en este palacio.

Anna y Leon se miraron de reojo, la chica se sintió tocada del corazón, comprendía ese sentimiento, pero su madre le había enseñado a ser desconfiada y eso era precisamente lo que estaba haciendo.

―Su presencia nos sorprendió así que no puedo aceptarla hasta no saber si lo que dice es verdad.

―Y por ello no te preocupes sobrina, me puedo quedar en un hotel, entiendo tu desconfianza y no voy a interferir en ello, adelante, puedes hacer lo que creas necesario.

Estuvo satisfecha con aquella declaración, pero mantendría los ojos bien abiertos ante ella.

Al desaparecer de su presencia, ambos regresaron a la ceremonia, no dijeron nada a nadie porque no lo creían necesario, solo el servicio secreto estaba trabajando en ello, Anna se dedicó toda la tarde en relacionarse con las personas debidas, conocer acerca de las monarquías de otros países y sonreír para las fotografías.

Cuando todo concluyó, los chicos se la llevaron a un lugar privado ―su habitación― para hablar sobre lo sucedido junto a Leon a quien estaban comenzando a tomarle cariño.

― ¿Qué fue lo que paso? ―preguntó Seungmin.

―No podemos darles mucha información, pero me encargué personalmente de investigarla, el servicio secreto está haciendo su trabajo. ―respondió el rubio haciendo sentir mejor al octeto.

―Entonces si resulta ser hija del difunto emperador, ¿la aceptarás en el palacio? ―preguntó esta vez Felix.

―Tendré que, no puedo dejarla allí afuera. ―hablo sonando no tan convencida ante su respuesta―. Y sé lo que dirán, pero no se preocupen, no voy a bajar la guardia, debo cuidar de todo y todos así que no voy a despegarle los ojos de encima.

―No me causa buena sensación. ―añadió Jisung.

―Ni a mí, por eso es que la vigilaré fuera y dentro de este palacio.

Estando de acuerdo en ello, se retiraron de sus aposentos para dejarla descansar. Se deshizo del vestido para volver a colocarlo sobre el maniquí, entró al baño para darse una relajante ducha y en poco antes de la media noche pudo recostarse en su cama para conciliar el sueño rápidamente y esperar un nuevo día.

[· · ·]

Terminando de atender unas peticiones por parte de algunos pobladores, Anna se dirigió hasta la sala del consejo para reunirse con los parlamentarios y escuchar lo que habían obtenido gracias al servicio secreto. La chica entró con porte dirigiéndose directamente hacia el asiento en donde sus antepasados solían sentarse para escuchar y opinar seguida de Leon quien se colocó a su lado como su mano derecha.

― ¿Ellos porque están aquí? ―preguntó uno de los parlamentarios al ver a los chicos entrando por la puerta.

―Estarán aquí de ahora en adelante.

―Son asuntos privados su majestad imperial, considero que... ―pero antes de que pudiese terminar su oración, ella lo interrumpió.

―Yo decido ahora quien se queda y quien no, confío en estos chicos más que en cualquier otra persona así que no tiene derecho alguno de correrlos, ¿estamos de acuerdo o prefiere discutirlo en otro lugar? ―la contestación de Anna fue clara, no hubo objeción y el parlamentario decidió quedarse callado.

Después de aquel pequeño altercado, la sesión comenzó.

―Tenemos la información acerca de esta mujer la cual se presentó en la ceremonia de ayer y efectivamente sí es hija de los difuntos emperadores.

Una proyección inició, el hombre que había iniciado a hablar, controlaba desde un botón la presentación con fotografías preparada para aquella reunión.

―Su nombre es Anastasia Van Fritz, hija de los emperadores ya fallecidos Alexander y Olivia, hermana del también fallecido archiduque Christopher. Es la segunda y última hija así que por consecuente era la segunda en la línea sucesora después de su hermano, pero ella abdico al trono, así como a su título de archiduquesa.

Una fotografía de una hermosa mujer de cabellos rojos recogidos sonreía al posar para la cámara, Anna la miraba detenidamente dándose cuenta que poseía rasgos iguales a su papá, pero seguía consternándole la clase de mirada que poseía en cada foto.

―No mintió cuando dijo que era la oveja negra de la familia imperial. Al parecer, el difunto emperador se encargó de borrar todo rastro de ella cuando decidió abdicar, por lo que nos fue informado, una de las razones por las cuales fue exiliada se debió a su relación mal vista con un plebeyo a la cual, por supuesto, el emperador se oponía.

―A eso se refería entonces cuando anoche menciono que gracias a ella la familia tuvo muchos problemas. ―dijo Leon entendiendo la situación de la mujer.

―Si su majestad esperaba encontrar algo malo en su vida temo informarle que se equivocó, no hay ningún delito, falta o conflicto más que su amor el cual no pudo ser jamás.

Ahora comenzaba a preguntarse: ¿estaba bien entonces dudar de ella? Era su tía, era su sangre, era hermana de su padre, ¿debía hacerlo?

Pero, como por arte del destino, volvió a recordar una frase que venía en el diario de su mamá: «desconfía hasta de tu propia sombra, cariño».

No podía evitar sentirse mal, al contrario, era una triste historia que había tenido, ni siquiera podría ponerse en su lugar, pero estaba comenzando a pedirle disculpas porque la desconfianza ya estaba sembrada.

―Su vida es trágica; abdicó, fue exiliada de la familia y país, su amor jamás se dio, pero no podemos bajar la guardia ante una triste historia.

Se levantó de su asiento para caminar hasta las puertas, tenía la intención de salir, pero se giró sobre sus talones para mirar al montón de hombres de traje negro y moños blancos vaporosos.

―Ella no vino solo a hacer una amable visita, busca algo más.

ᴜɴᴀ ᴘʀɪɴᴄᴇꜱᴀ ᴇɴ ꜱᴛʀᴀʏ ᴋɪᴅꜱDonde viven las historias. Descúbrelo ahora