Freen
— ¿Becky?
Observé a la alfa frente a mis ojos y mi corazón se aceleró al confirmarlo. Ella salía de la cocina con sigilo, como si realmente no pudiera creer que se tratara de mí, que era yo quien estaba parada justo frente a ella. Mordí mi labio inferior, conteniendo a mi omega que me pedía a gritos lanzarme sobre la enfadada alfa. Enfado que fue desapareciendo, hasta que solo sentí su emoción y su característico aroma enloquecerme.
Bajé la mirada en una señal de sumisión cuando se fue acercando, su pecho se inflaba y se desinflaba con exageración hasta que una de sus manos se estiró para tocarme. Ahí fue cuando lo noté, sus nudillos sangraban.
— Oh mierda. Becky, ¿qué te-
Pero no alcancé a decir nada más.
A pesar de sus heridas manos, ella tomó mis mejillas y empujó sus labios sobre los míos. Me besó sin importarle absolutamente nada más, con toda la intención de robarme hasta el último aliento. Mis manos, temblando de la emoción, se colocaron tras su cuello mientras las suyas bajaron, acariciando mis costados y afirmándose en mi cintura, acercando mi cuerpo al suyo con exigencia.
— Sarocha. — Dijo mi nombre y sentí como todo el dolor desapareció. Mis ojos se humedecieron y lágrimas salieron de estos, aunque los tuviera cerrados. Me derretí solo con el simple sonido de su voz antes de que me besara otra vez, haciéndome jadear.
— Mi Freen. Babe.
Entonces escuché sus latidos acelerados y sentí su cuerpo igual de tembloroso que el mío. Sus dedos trataban de hundirse en mi piel, sabía que ansiaba hacernos una sola entidad para confirmar que no me iría. Lo sabía porque yo sentía exactamente lo mismo. La oí gruñir, Rebecca se separó de mis labios con un gesto afligido y cuando nos miramos a los ojos, noté la oscuridad lujuriosa de sus ojos marrones, mientras jadeaba, abriendo y cerrando la boca, tratando de organizar las palabras para poder hablarme.
— Está bien. — Mis manos se pasearon por su cuello hasta su cabello, juntando nuestras frentes, respirando aceleradamente contra su boca. — Tam... También lo necesito, Rebecca.
Todo ser humano sabía que no había forma más posesiva para un alfa de marcar su territorio que follando a su pareja. Claro que la mordida era buena, pero el acto sexual de ser una sola y de bañar mis paredes internas cuando su nudo se encuentre en su punto máximo le transmitía la tranquilidad de saber que mi cuerpo le perteneciera. Rebecca quería eso, la olía, y no solo por la necesidad de desprender de mi cuerpo el aroma de otros alfas, ya sea por la ropa o por culpa de Kirk, sino porque también no se calmaría sino hasta que lo haga, centrando cualquier enojo, fastidio, ira o sentimiento negativo para que desaparezca durante el acto sexual. Una forma de desahogarse, algo así como golpear paredes o gritar a todo pulmón; y sinceramente, no me molestaba.
— Te necesito tanto. — Jadeó, llevando sus manos al cuello de la sudadera que yo traía puesta y en dos movimientos la tela había desaparecido de mi torso. Sentí la temperatura de mi cuerpo aumentar y antes de volverme a lanzar hacia sus brazos, la detuve, tomando sus manos, oyéndola gruñir por lo bajo, mostrándome uno de sus pequeños colmillos, mientras mi respiración jadeante se hacía presente. Sin embargo, no me dio miedo. Ella nunca me daría miedo.
— Es-Espera. — Maldición, la necesitaba dentro de mí de una vez. — A-Arriba, ¿sí? En la cama... Por favor. — Aunque el piso o la pared servía en otras ocasiones, yo quería la comodidad de un colchón. Tendría cuidado con nuestro pequeño bebé, al menos hasta que lo recordara y no me olvidara hasta de mi nombre cuando Rebecca me esté haciendo suya.
Los labios de Rebecca tomaron los míos de nuevo en un rápido beso antes de que obedeciera. Me quitó el sujetador que cubría mis pechos y entonces me cargó entre sus brazos con facilidad. Cerré mis ojos cuando empezamos a subir las escaleras y me dediqué a olerla. Sí, ese era el aroma que tanto había extrañado.
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The Perfect Omega Beckfreen (G!p)
Roman d'amourCuando eres la perfecta definición del omega imperfecto, pierdes todo pensamiento positivo de algún día encontrar al amor de tu vida. Sarocha Chankimha tiene veinte un años, un hijo de tres y un lazo roto debido a su ingenuidad ¿Qué alfa querría enc...