- ¿Qué hora es? - Sus manos en mis caderas me tomaron con más fuerza y sin previo aviso guió mi cuerpo para que caiga otra vez sobre su miembro. - Mierda. - Arqueé mi espalda ante tal cantidad de descargas de placer que me consumieron en ese instante, escondiendo mi rostro en su cuello, sintiendo mi vista humedecerse.
- Me gusta como intentas no hacer ruido. - Besó el lóbulo de mi oreja, mientras sus manos movían mis caderas hacia adelante y hacia atrás. - Te he hecho el amor cada día desde hace dos semanas y sigues siendo mi mayor adicción, Freen.
- Cá-Cállate. - Apoyé mis rodillas sobre el colchón de mi cama y me impulsé con estas, empezando a saltar sobre su miembro, en un vaivén rápido, jadeando cerca de sus labios. - Es tu culpa.
- ¿Ah sí?
- ¡Sí! - Sus uñas arañaron con intención mis costados, sacándome otro jadeo, antes de que sus dientes tomen mi labio inferior y tiren de este. - Es... Es que cuando llegas del trabajo, esperas a que Noah se duerma y... Y...
- Y te encanta, ¿no? - En un movimiento, me tumbó sobre la cama, acomodándose sobre mí, volvió a embestirme con salvajismo, dirigiendo ella todo el movimiento, mientras mi cuerpo se estremecía por completo y disfrutaba del estarnos devorando la una a la otra.
Sí. Mierda, claro que sí.
- Piensas tan fuerte. - Su lengua delineó mis labios, apoyando sus manos a los lados de mi cabeza. Me mostró una sonrisa burlona, antes de robarme un pequeño beso. - Sabemos que te encanta, Freen.
- Idiota.
- Tu idiota. - Sonreí, rodando los ojos ante sus palabras. - Ahora sé buena y no grites mucho, ¿vale?
- Uhm.
Y entonces sus movimientos se hicieron tan salvajes como una alfa en celo, aunque ella no lo estuviera, sabía comportarse como una. Una almohada, morder mi labio, besarla o amarrarme su corbata a la boca, nada evitaba que termine gritando su nombre para cuando llegábamos al orgasmo y su nudo me enloquecía hasta casi hacerme desmayar.
- Rayos. - Gemí, aunque no precisamente por la misma razón que en la madrugada.
- Ayer no te quejabas tanto.
- Rebecca, cállate.
Dos semanas habían pasado desde que Rebecca me dijo que me amaba. Fueron dos semanas realmente hermosas, sí, aunque como siempre, todo lo bueno tiene su final. Me tocaba volver a clases y no deseaba pensar en cómo estarían esas personas que tantas excusas buscaban para hacerme sentir inferior.
Aunque ahora el solo pensar en el inmenso dolor en la parte baja de mi espalda tampoco era algo lindo para pensar.
- ¿Ya te dije que amo lo preciosa que te ves enfadada? Ahora mismo podría detener el auto y...
- Te juro que, si me tocas una vez más, te denunciaré por explotación sexual.
Escuché su agradable carcajada y sonreí, dirigiendo la mirada a lo rápido que su auto avanzaba, dejado atrás las calles de mi vecindario y avanzando hacia la universidad. En realidad, las cosas habían salido más que bien después de aquel día.
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The Perfect Omega Beckfreen (G!p)
RomantizmCuando eres la perfecta definición del omega imperfecto, pierdes todo pensamiento positivo de algún día encontrar al amor de tu vida. Sarocha Chankimha tiene veinte un años, un hijo de tres y un lazo roto debido a su ingenuidad ¿Qué alfa querría enc...