Capitulo 37

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— ¿Estás bien, babe?

— Ajam. — Suspiré. Sentí su nariz inhalar entre mis cabellos y asentí. Dolía un poco y me sentía bastante sucia... Literalmente, pero no quería moverme de entre sus brazos, me había hecho un ovillo a su lado en la cama y mientras mi cabeza se apoyaba sobre sus pechos, su brazo se encargaba de acariciar la parte baja de mi cabeza, cerca de mi nuca. Mis dedos masajeaban su abdomen desnudo mientras solo respirábamos, relajadas, en un completo silencio.

Sabía que teníamos que hablar, pero no quería iniciar con una conversación en la que recordaríamos cosas que solo nos habían separado. Rebecca ya se encontraba estable y aunque la sentía bastante tranquila, imaginé que quería ser escuchada como también oír mi parte de la historia.

— Fue mi madre. — Dijo después de otros segundos de silencio total. Solté un largo suspiro más, sin detener los movimientos de mi mano, sintiendo su cuerpo tensarse ligeramente y su corazón acelerarse.

— No tenemos que mencionar eso si no quieres. — Subí la mirada para dejar un pequeño beso en su barbilla, rozando después esta con la punta de mi nariz. — No estoy enfadada.

— No, pero yo sí. — Ella habló firme y segura, aunque su suave tacto sobre mis cabellos me confirmaba que continuaba relajada. — Juro que... Te juro que tenía tantos deseos de matarla, y aún ahora, de solo pensarlo, quiero hacerle daño, Freen... Quiero que pague por todo lo que te hizo.

— Nos hizo.

— Sí, pero tu dolor es el que me destroza el alma, no el mío. — Rebecca suspiró, entonces ella bajó la mirada y me encontré con sus ojos en el momento en que me aparté hasta apoyarme sobre su antebrazo. — Cuando me enteré que estabas sufriendo, yo... Te juro que perdí la cordura, nunca me había pasado, jamás me sentí tan... Salvaje o enloquecida, pero me juré que mataría al causante de tu sufrimiento y me tocó descubrir que mi propia madre había planeado todo eso.

— Hey... Está bien. — Restregué con suavidad mi rostro sobre sus pechos, tratando de relajarla. — No te alteres de nuevo... Por favor, te hace daño pensar en eso, no lo hagas.

— Estuve a nada de perderte. — Ella siguió. — ¿Qué tal si ya era demasiado tarde? Si cuando hubiera llegado ya no estuvieras o algo peor... Más encima, lo que ocurrió con Noah...

— Noah está bien. — Afirmé. — Él está en un lugar donde lo están cuidando. Rebecca, lo quiero en mis brazos tanto como te imaginas, pero si te alteras, puedes cometer una locura y no deseo que eso suceda. Eres una alfa y... Perdóname, pero no se caracterizan por tener el mejor autocontrol cuando de enojo hablamos.

Me recordaba una y más veces que Noah estaba bien, porque sea como sea, vaya con Rebecca o con una manada de alfas acompañándome ahora, luchar contra la ley era un plan suicida, estúpido y demasiado complicado. No quería eso, quería a mi hijo conmigo, pero sin necesidad de huir más. Con Rebecca presente, ya no había razón para huir.

— Bueno... Me has sabido controlar bien. — Ella sonrió de medio lado, sacándome una sonrisa también.

— Sí, pero se me agotaron las baterías, así que será mejor que te relajes, casanova. — Sus labios besaron los míos apenas terminé de hablar, disfrutando del sabor que ya me pertenecía y del delicioso aroma suyo que se encargaba de llenar la habitación. — Es cierto... Tengo que curarte los nudillos.

— Están bien... Lisa se encargó de ellos cuando me salvó.

— Bueno, Lisa es... Oh mierda. ¡Lisa!

Sin hacerle caso a la pregunta que escapó de los labios de Rebecca después, me intenté levantar de la cama, aunque con solo sentarme terminé cayendo de nuevo hacia el lado opuesto, víctima del peor dolor posible, justo en la parte baja de mi espalda. Gemí y Rebecca gruñó, levantándose para tomarme en brazos de nuevo, devolviéndome a mi posición anterior: entre sus brazos.

The Perfect Omega Beckfreen (G!p)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora