Capitulo 25

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— ¿A qué se refiere?

Observé la boca de Germán abrirse para hablar pero fue entonces el estruendo de una puerta cerrarse lo que nos desconcentró. Germán me miró y luego hacía atrás mío; Dándome la vuelta, vi a Rebecca caminando a paso apresurado hasta que tomó mi mano y entrelazando nuestros dedos, tiró ligeramente de mí, acercándome a su cuerpo para rodear mi cintura con firmeza.

— Necesito... por dios, necesito tanto olerte. — Sentía su pecho subir y bajar por la adrenalina ¿Habrían estado discutiendo? ¿Qué había sucedido en esa habitación?

— Llévatela, Becky. Hablaré con tu madre.

Rebecca afirmó con la cabeza y al segundo siguiente ya estábamos saliendo del enorme edificio. La mano de Rebecca temblaba, su agarre sobre la mía era potente y definitivamente no dejaba circular bien mi sangre, pero no sentía dolor, al contrario, me dolía el pecho por verla de esa manera. Me ayudó a subir a su auto y subió ella, saliendo del estacionamiento. Solo una vez estuvo en la autopista soltó un suspiro cargado de enojo, apretando sus dedos sobre el timón.

— Rebecca. — Suspiré, sin saber muy bien qué hacer. Nunca había visto a ningún alfa así, aunque tampoco era muy experta en la materia de conocerlos. — ¿Qué te ocurre? Dime, por favor, quiero ayudarte.

— Espera, solo espera. — Alzó su mano hacia mi dirección, estirando el índice como intentando callarme. Obedecí, no sonaba enojada, pero estaba agitada. — Necesito que esperes un momento.

— Vale, espero. Yo espero. — Mordí mi labio inferior, observando como ella no despegaba la mirada del camino, con su ceño fruncido y sus cejas curvadas hacia abajo. Enojo, ira, fastidio, el olor no tardó en llenar el auto. Mi omega tembló y tensé mi cuerpo, no nos gustaba nuestra alfa enojada, así que no tardé en soltar en un pequeño susurro la duda principal.

— Hice... ¿Hice algo malo?

— No, tú no. — El auto seguía avanzando a velocidad, por suerte ya era muy tarde, no me había fijado en la hora desde que salí de su casa, pero esperaba que fueran más de las doce. — Yo... — Siguió, así que solo lo miré, dejando que se tome su tiempo. — Yo soy la idiota que creyó que ella me entendería, pero no pasó.

— ¿Tu mamá? ¿Es eso? — Observé las venas marcarse ligeramente en su mano por la nueva tensión producida y lo tomé como un sí. — ¿Eso haces? ¿Estás conteniéndote? — Rebecca no dijo nada y tampoco hizo falta, cada detalle de su reacción encajó perfectamente.

Para ese instante, sabía que Rebecca era la alfa con quien desearía pasar cada segundo de mi vida. La noche había sido larga, muchísimo, ella y yo no hicimos lo que planeábamos pero conocí tanto de su mundo, que este último detalle solo ayudó a comprender que Germán tenía razón, yo también veía a Rebecca como mi alma gemela. Y ella tampoco era una alfa perfecta.

Y es que en realidad... No existe un prototipo del ser perfecto, ni un estándar, ni un manual para hacerlo al pie de la letra. No somos alfas, betas y omegas, somos personas. Rebecca me había demostrado que yo no era una fenómeno por ser diferente. Las diferencias son buenas, ahora mismo ella es diferente y amo cada una de sus particularidades.

Pero si tuviera que usar esa palabra en una oración, diría que Rebecca es la persona perfecta para mí.

Ella marcaba la diferencia de una manera hermosa, una que aceleraba mi corazón con cada recuerdo de todo lo que me había enterado durante esa noche. No tuvo una madre y un padre que estén inculcándole una creencia, de hecho, tiene una madre que intenta lograr en ella la perfección que no tuvo en su propia vida, sin darse cuenta que eso no está en los deseos de su hija.

The Perfect Omega Beckfreen (G!p)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora