uno.

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juan.

suspira con cansancio mientras mira a sus amigos y compañeros de trabajo reír entre ellos. parecen estar disfrutando de una charla entretenida sobre sus recuerdos de la niñez.

los ve sentarse alrededor de la gran mesa de madera, esperando a que la comida sea finalmente servida en sus platos. después de un largo día de filmación, cada uno de ellos espera poder comer en tranquilidad y luego dormir en la calidez de sus habitaciones.

—¿vos no te sentas?—le pregunta felipe mientras pasa a su lado, empujándolo levemente con una mano en su espalda baja.

rápidamente asiente con la cabeza, comenzando a caminar junto a su amigo de cabellos lisos. los dos se sientan juntos, uniéndose a los demás.

—¿quiénes faltan?—pregunta esteban. deja su celular sobre la mesa, junto a su plato vacío.

—enzo y blas.

la extensa habitación se llena de distintas voces. varias conversaciones son llevadas a cabo al mismo tiempo, acompañadas por risas y gritos ocasionales.

—¿tenes sueño?—pregunta felipe al verlo bostezar junto a él. una tierna sonrisa decorando sus labios finos.

—mucho.—responde mientras usa uno de los hombros ajenos para apoyar su cabeza.—necesito comer rápido para poder irme a dormir.

el otro no responde, por lo que cierra sus ojos momentáneamente. no puede dormir aún, pero al menos puede descansar sus ojos cansados.

—ya estoy acá.—la voz de blas llega a sus oídos. aunque no puede verlo, puede oírlo.

el otro se sienta junto a él.

felipe le dice algo sobre la comida y los dos comienzan a hablar. es inevitable no oírlos cuando prácticamente está en medio de ambos.

—¡llegó la comida!—grita andy felizmente.

[...]

poco después todos se encuentran comiendo tranquilamente.

aunque él ya no esté comiendo, permanece sentado en su lugar. la mayoría de sus amigos y compañeros van por su segundo plato de la noche.

él no tiene tanto apetito. el frío crudo del invierno le quita el hambre, sin contar que desde muy pequeño comió solo lo justo y necesario.

—¿y qué tenes pensado hacer cuando vuelvas a argentina?—pregunta esteban a francisco.

—sinceramente, todavía no sé.

—¿cómo te llegó mayonesa a la punta de la nariz?—se ríe santiago mientras le ofrece una servilleta de papel a felipe.

sonríe también, viendo al chico a su costado derecho mientras se limpia la nariz con cierta timidez. 

—¿estás bien?—le pregunta blas, apoyando una de sus manos sobre su muslo derecho.

—si.—responde mientras se gira a mirarlo. parece que el pelinegro ya terminó de comer.—solo estoy cansado.

—nos quedamos unos minutos más acá y si queres después ya subimos a dormir.—ofrece amablemente el más alto.

acepta alegremente, ya encantado con la idea de subir a su habitación compartida con blas para finalmente dejarse caer sobre su cómoda cama.

unos minutos después, siente que la mano del pelinegro aprieta levemente su muslo. lo mira, pero el otro parece estar concentrado en su conversación con andy y simón.

ignorando aquel movimiento repentino, decide volver a concentrarse en la conversación que santiago y felipe llevan a cabo.

pero entonces la mano del pelinegro se mueve a la parte interna de su muslo. aprieta nuevamente su agarre antes de empezar a acariciar su piel por encima de la tela de su pantalón.

con creciente pánico en su interior, mira los rostros de los demás a su alrededor. se tranquiliza al notar que ninguno parece estar prestando atención a la mano de blas que se encuentra bajo la mesa.

entre sus piernas.

traga saliva con dificultad, bajando su propia mano para intentar apartar la del pelinegro. pero el otro se niega a soltar su muslo, por lo que se rinde luego de unos pocos intentos.

decide fingir que blas no lo está tocando íntimamente por debajo de la mesa, con todos sus amigos y compañeros rodeándolos.

siente la mano ajena aún acariciando con cierta fuerza su piel. los dedos largos y fuertes del pelinegro se entierran en su carne.

intenta nuevamente conectar su mirada con la de blas, pero él simplemente no lo mira. sus ojos están puestos en andy y simón, con los que aún continúa conversando.

y se tensa notablemente cuando la mano del otro sube aún más por su cuerpo, rozando su creciente erección.

—¿vos qué opinas, juani?—pregunta felipe. su voz lo asusta por completo.

—¿de qué?—pregunta sonriendo falsamente.

—de salir mañana a recorrer la ciudad.

—me gustaría...

un apretón a su dureza le provoca un escalofrío. es consciente del calor asfixiante que comienza a recorrer su sistema a una ridícula velocidad.

el cansancio desaparece brevemente de su cuerpo.

siente el aliento caliente del pelinegro contra su cuello cuando se acerca a él. parece que necesita decirle algo al oído.

—¿vamos arriba?




disimular ; juan x blas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora