trece.

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juan.

—entonces, ¿qué querías decirme?—pregunta blas contra sus labios temblorosos. su cálido aliento choca con sus labios y parte de su cuello.

traga saliva duramente mientras aparta los ojos del pelinegro frente a él. el otro tiene las pupilas tan dilatadas que todo lo que puede ver es el negro en sus ojos.

—yo-yo quería...—el temblor en su voz es evidente para ambos. se siente avergonzado.—quería pedirte perdón.

puede notar como el pelinegro afloja un poco su agarre sobre él ante sus palabras. el ceño fruncido en el rostro ajeno desaparece lentamente.

—no tenía que ponerme así por-

el otro lo interrumpe con un beso antes de que pueda terminar de disculparse sinceramente. el beso no es suave, ni lento.

el pelinegro lo apega completamente contra la puerta detrás de él y mete su lengua dentro de su boca húmeda. siente los dientes ajenos mordiendo su labio inferior con fuerza, sintiendo el gusto metálico de su propia sangre sumándose al beso.

sí... pueden hablar después de esto.

gime en la boca contraria mientras el otro finalmente suelta sus manos para sostenerlo por los muslos y levantarlo del suelo alfombrado. instintivamente sus brazos rodean el cuello ajeno mientras comienzan a moverse hacia la cama del pelinegro.

su cuerpo se sacude con violencia cuando el otro lo deja caer sobre la suavidad de la cama sin cuidado alguno. casi de inmediato siente el peso del contrario sobre él, apretándolo contra la cama mientras vuelve a besarlo con dureza.

y poco después está gimiendo contra la mano que le tapa la boca con fuerza. lucha por poder respirar correctamente cuando la palma ajena cubre su nariz también.

está sobre sus manos y rodillas, con el pelinegro cogiéndolo desde atrás mientras lo obliga a callarse. a penas puede mantenerse en su posición, sintiendo que todo el cuerpo le tiembla por el placer, el esfuerzo y por la fuerte cogida que está recibiendo.

siente el pecho sudoroso de blas contra su espalda igual de sudorosa cuando el otro se acerca a él. su respiración agitada y los gruñidos graves contra una de sus orejas le provocan escalofríos y un sollozo lastimero.

su espalda se arquea completamente cuando el otro se hunde con fuerza en él, dejando solo la base de su verga y sus bolas fuera de su culo.

sus brazos fallan y entonces cae sobre la cama, con solo su culo todavía elevado gracias a sus rodillas. toma una de las almohadas blancas y la aprieta con fuerza entre sus manos antes de meter un poco de ella dentro de su boca para poder morderla.

las manos del pelinegro están apoyadas a ambos lados de su cabeza, sosteniéndose así mientras lo coge duro.

el otro está dejando salir todo su enojo retenido en esta cogida. esa es la razón por la que está siendo mucho más duro con él que nunca antes.

no se queja. para nada.

sus ojos se llenan de lágrimas y puede sentir su gusto salado cuando caen por sus mejillas hacia su boca y barbilla. deja salir sollozos que son ahogados en la almohada entre sus manos.

cuando el pelinegro se cansa de cogerlo sobre sus manos y rodillas, lo da vuelta para que termine con la espalda sobre la cama. sus piernas terminan envueltas en las caderas contrarias y sus manos se aferran a los hombros del otro como si su vida dependiera de ello.

su piel se eriza al sentir como blas hunde su rostro en su cuello. siente los labios ajenos sobre su piel, besando perezosamente antes de comenzar a morder y succionar con fuerza.

el pelinegro disminuye la velocidad de sus caderas, pero no su potencia. se hunde en él lentamente pero con una fuerza considerable que provoca que su cuerpo se deslice sobre la cama.

su sudor facilita todo.

siente aquel familiar cosquilleo en su abdomen bajo cuando el otro usa sus dos manos para ahorcarlo por el cuello. la respiración se le corta y después de unos largos segundos lucha por poder respirar de nuevo.

el otro no lo suelta.

cuando se viene, lo hace con tanta fuerza que pierde la consciencia momentáneamente. su semen mancha su abdomen y el del pelinegro.

el otro suelta su cuello y usa sus manos para sostenerse. se eleva sobre él.

y siente que blas gime cuando se aprieta a su alrededor. sus caderas tartamudean un poco y se viene dentro de él.

los dos se quedan callados por un largo rato, tratando de regular sus respiraciones agitadas y de salir de su trance posterior al sexo.

sonríe enormemente cuando siente dedos largos y gruesos acariciando sus cabellos castaños sudorosos.

—¿estás bien?—le pregunta el pelinegro en voz baja. tiene el rostro enterrado en su cuello una vez más.

—sí.—responde sonriendo.—muy bien.

—perdón.—se disculpa el otro mientras se aleja de su cuello decorado con mordidas y chupones para poder verlo a la cara.—no quise decir lo que dije anoche. no pienso eso realmente, lo dije por el enojo que sentía y me ahora arrepiento mucho.

él asiente lentamente con la cabeza, aún sonriendo.

—te amo.—continúa el pelinegro.—mucho. y no quiero que peleemos, no quiero estar lejos tuyo.

obliga a sus brazos cansados a hacer un último movimiento, abrazando al otro por el cuello para acercarlo más a él. lo besa cortamente en los labios antes de hablar.

—también te amo.—confiesa.—y tampoco quiero eso.

el otro le devuelve el beso y acaricia nuevamente sus cabellos rulosos.

—y prometo no dejar que nadie me toque de más.

se ríe cuando el pelinegro le guiña un ojo juguetonamente.

una hora después, los dos están ya duchados y acostados juntos sobre su cama. uno de los brazos ajenos del otro sobre su cintura mientras ambos duermen de costado.

y a la mañana siguiente, cuando se prepara para bajar a desayunar con el resto, siente un dolor en sus caderas que lo obliga a gritar y dejarse caer sobre su cama. no solo tiene marcas de dedos por la zona, hay un dolor interno que es insoportable.

ve como el pelinegro se ríe de él disimuladamente cuando sale del ascensor, caminando con una leve cojera que obliga a desaparecer tan pronto como los demás lo miran.

nadie dice nada de su nueva bufanda.

disimular ; juan x blas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora