Siempre supe que no encajaba, nadie lo decía, todos lo expresaban, soledad era su nombre, la adopté como mía.
Las horas pasaban más rápido en el bosque, mi más cercano amigo, con el que compartía un color, una vida, un interés; quizás era mi curiosidad y observación, o tal vez era la facilidad con la que me aceptaba, las suaves caricias que me daba, las hermosas vistas que me permitía observar. Desde que era pequeño me gustaba el bosque, me enseñó más que mi propio padre, ni hablar de mi madre.
Muchas veces me he encontrado a mí mismo, pero son todavía más las veces que me he perdido ¿será posible que un alma sea tan inmensa y profunda como un mar? El azul que lo tiñe una simple ilusión, lo que oculta en las profundidades ¿sus verdaderos tonos? Todo esto contenido en un único envase, el cuerpo humano, que no tiene la capacidad de observarse a sí mismo, analizarse, descubrirse o explorarse. Quizás es por que tenemos que lo que encontremos en nosotros mismos no sea lo que esperamos.
Un largo suspiro escapó de mi boca, pensamientos tan profundos en un cuerpo tan vacío, tan joven e inexperimentado ¿será tal vez que tengo el alma vieja?
Una suave risa logró escucharse, el sonido del viento pasando entre las hojas de los árboles alborotando los cabellos castaños de un pequeño de ojos verdes que admiraban la inmensidad del vasto océano desde un claro en medio del bosque, casi como si añorara viejos tiempos, aventuras de antaño y compañeros de vida.
La paz en la que se encontraba se vió interrumpida en cuanto el canto de un cuerno de dragón inundó el espacio, el muchacho se levantó y comenzó a correr en dirección de la aldea, el llamado era urgente, juzgando por el tono de las notas era deducible que se trataba de un ataque de dragones.
Por fin había llegado el momento, por fin conocería un dragón. Había pasado días enteros diseñando trampas y armas que le sirvieran en esos momentos.
Los vikingos se encontraban fuera de sus casas, acarreando baldes de agua para apagar incendios, intentando proteger al ganado de las peligrosas garras, atacando con flechas, lanzas, hachas o espadas.
Las instrucciones de su padre habían sido "en caso de ataques resguárdate en nuestra casa, Bocón me ayudará a protegerte" Sin embargo, como muy buen adolescente mi papel era desobedecer órdenes dadas explícitamente. Fingí entrar en casa solo para escapar por mi ventana y correr hasta la herrería de Bocón, en donde todas mis invenciones eran forjadas.
Subí al tejado y retiré la manta que cubría uno de mis más recientes artefactos, lo único que necesitaba hacer era esperar.
El cielo comenzó a oscurecerse, las estrellas brillaban y la Luna sonreía, el tiempo pasaba muy lentamente, los vikingos seguían peleando.
Todo ocurrió muy rápido, un pequeño punto negro avanzaba y tapaba el brillo de las estrellas matutinas con su oscura tonalidad, tomó una decisión rápida, apuntó, accionó y... dió en el blanco, el pequeño punto negro cayó en picada y desapareció en el frondoso bosque.
Gritó de alegría, era la primera vez que cazaba un dragón creía que su padre estaría feliz en cuanto se enterara, una deslumbrante sonrisa apareció en su rostro, bajó a prisa del tejado para buscar a mi padre y contarle su hazaña, nunca esperó encontrarlo al pie de la escalera, con el rostro serio y una mueca que no auguraba nada bueno. La sonrisa se desvaneció, no hubo necesidad de que dijera nada, salió de la forja y entró a la casa, donde encontró a Bocón que lo saludó con una sonrisa culpable, una inmensa sensación de traición inundó sus sentidos.
"Hipo, tu padre solo busca lo mejor para ti. Cuando crezcas lo entenderás"
Sin decir una palabra salió de la habitación, en estos momentos no había lugar más seguro que mi cuarto, cerró la puerta con tal de retrasar a mi padre y a Bocón.

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Engranes del destino
Fanfic[En edición] Hipo forma parte de una antigua profecía, el no lo sabe pero lo descubrirá en poco tiempo. Corriendo por el bosque, topándose con un nido de dragones ¿Qué sucederá?