𝐀lma nunca creyo que alguien seria capaz de amarla, por eso se acostumbro a los malos tratos de Simon. pero un dia llego alguien más, alguien que la trata como realmente se merece; Matias Recalt
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⎯⎯ ୨ Perspectiva de Matias ୧ ⎯⎯
–¿Vos sos idiota?–Su mano se aferro a mi sweater mientras me sacudía con enojo. Me tomo tan desapercibido que no tuve ni tiempo para defenderme ni reaccionar.
–¿Eh?–dije confundido. Simón me soltó y me empujo, haciéndome perder un poco el equilibrio.
–¿Qué te pensas? ¿Qué soy tarado? ¿Qué no me doy cuenta como miras a Alma?–el enojo en sus palabras era palpable hasta la distancia.
Ah, es un cara rota. Ahora se hace el que se preocupa.
–¿Alma? ¿La misma chica que dejaste caer en la nieve helada?–tenso su mandíbula ante mis palabras–¿La misma que tuve que ir yo corriendo a ayudarla a levantarse? Porque claro, ella te iba a hablar a vos, ¿Pero vos qué hiciste cuando la viste y la dejaste caer? Ah cierto–dije con sarcasmo–nada–puse cara seria.
–¿Y qué me importa?
–Se merece alguien mejor, no alguien que la tiene escondida–escupí , seguro de lo que decía.
–No la conoces.
–Y no me hace falta.
La firmeza de mis palabras me sorprendía. No cualquiera de acá animaría a enfrentar a Simon, y mucho menos por una chica con la cual había intercambiado un par de palabras.
–La próxima que le dejes flores t...–lo interrumpí.
–¿Al menos sabes cuales son sus flores favoritas?–él tenso la mandíbula y cerro los puños ante mi pregunta.
–No me vas a hacer sentir mal por no saber cuales son sus putas flores favoritas. Encima, ¿Qué sabes vos?
–No es muy difícil entrar a su perfil de instagram y ver aquella publicación que nombraba los tulipanes–admití. Esa foto de los tulipanes era vieja, viejísima, pero de todas formas había visto cada una de sus publicaciones. Decidí romper el silencio que Simon había formado al no responder–Pero seguro ni hiciste eso–lo dije acompañándolo con un gesto de desaprobación.
Y tan rápido cómo termine de decirlo, sentí sus nudillos en mi nariz. Un pitido se apodero de mis oídos por unos segundos.
Me queje del dolor y me lleve la mano hacia allí. Ya me estaba sangrando.
Simon me agarro del cuello con una fuerza brusca.
–Te acercas una vez más a ella, y yo te reviento la cabeza, ¿Me escuchaste? Porque mientras vos le reglas esas florcitas pedorras, yo me la garcho, ¿Entendes?–sus gestos y sus palabras parecían de un puto psicopatía.
