𝐀lma nunca creyo que alguien seria capaz de amarla, por eso se acostumbro a los malos tratos de Simon. pero un dia llego alguien más, alguien que la trata como realmente se merece; Matias Recalt
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MARATON 1/2
–¿Cómo está Male?–preguntó Simón con una sonrisa divertida y una pizca de victoria en sus ojos.
Cada parte de Matias se tenso, hasta sus manos que estaban en mi cintura, su mandíbula, sus hombros. Todo. Cada parte de él estaba tensa.
–¿Y? ¿Qué onda? Era divina–volvió a hablar Simon ante el silencio del castaño.
Matias se acerco en pasos largos y rápidos a él y abrió la boca para decir algo, pero nuevamente hablo Simón.
–Pégame, dale–intentó provocarlo. Matias lo miro con asco, cómo si fuese el ser más despreciable que vio en su vida.
–Caíste muy bajo. Demasiado–escupió el castaño, quien tenia los ojos llorosos, tanto que estaba a nada de soltar una lagrima. Matias puso sus manos en el hombro de Simón y lo empujo, haciéndole perder el equilibrio.
No entendía nada.
El castaño paso por mi lado con la cabeza gacha. Sus pasos eran muy rápidos y deje de verlo cuando entro a la casa.
Mire a Simón, él tenia una sonrisa victoriosa.
Deseaba borrársela de una trompada.
Negué con la cabeza y lo mire con una expresión que en cada gesto abundaba el asco.
¿Tan imbécil puede ser?
No sé de que me había perdido, pero había hecho llorar a Matias y eso me sacó completamente.
Me di media vuelta para seguir a quien me importaba, pero me frene en el tercer paso debido a la voz de Simón.
–Almita, Almita, hay cosas que te faltan saber...
Odiaba mi nombre en su boca. Lo detestaba.
Volví a darme media vuelta lentamente, tal cómo una poseída en una película de terror. Una vez que quede frente a él, me acerque en pasos ligeros y no pude evitarlo, pero le pegue una cachetada.
Sí, las veces que él me maltrataba no estaba de acuerdo, pero se lo merecía. Y sentir cómo la palma de mi mano chocaba con su mejilla, haciendo que mueva su cabeza debido al impacto del golpe me lleno de orgullo.
Ahora era yo la de sonrisa victoriosa.
–No vuelvas a meterte en mis cosas, mucho menos en mi relación con Matias. Y te lo digo muy enserio: No quiero que vuelvas a dirigirme la palabra, ¿Me escuchaste?–mis palabras eran tan firmes cómo mis ojos en los suyos.
