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Alex

Vi sus ojos cerrarse y el dolor de sus palabras aún quemaban muy dentro de mí, sus palabras seguían resonando en mi mente. Sabía que merecía cada palabra de odio que salía de su boca, me las merecía. Había sido un idiota con ella y por mas de que abriera mi corazón y le contara toda la verdad, estaba seguro que nunca me perdonaría ni confiaría en mi. El miedo que atravesaba su rostros y la desesperación en sus ojos creyendo que apartaría a nuestro hijo de ella, seguía atravesando cada parte de mi.

—¿Qué le has hecho? —me grito Max y la mirada fulminante de Madison lo hizo apartar la vista de mi.

Inconscientemente llevé mi mano más cercana a su pie para acariciarlo, cerré mis dedos con fuerza alrededor de su tobillo tratando de asegurarme que seguía conmigo.

—Es tu hermana —le dije a Max tratando de unir todas las piezas en mi cabeza.

—No hay tiempo, sácalo de aquí —respondió desesperado dirigiendo la mirada a la hermana de Madison a mi lado.

—No me iré de aquí Max, intenta sacarme de la habitación —dije furioso por no poder hacer nada por ella.

—Bien, mantén la boca cerrada.

Madison comenzó a desvestirla mientras Max se desinfectaba las manos y cogía unos guantes y algunas cosas que traía en su maletín. Una vez que Madison se encargó de que Ayra estuviera cubierta, dejando solo su estómago al aire, tomó en su mano el bisturí y comenzó a cortar. En cuanto vi la sangre sentía que iba a desmayarme en el suelo, pero logré mantener mis ojos centrados en el rostro plácidamente dormido de ella. La hermana de Madison bombeaba aire dentro de la boca de ella.

Me sentía totalmente fuera de control, nunca en mi vida había sentido este grado de desesperación al sentirme completamente inútil. Quería hacer lo posible para sacarla de esto, para ser yo el que estuviera en esa cama tendida y no ella.

En cuanto Madison tuvo en brazos al bebe, todo mi mundo se detuvo. Madison se dirigió lejos de la cama con el bebe en brazos, mientras Max se encargaba de su hermana.

—Madison, porque no la escucho llorar —gritó mientras todo se movía lentamente. Su corazón comenzaba a latir cada vez más rápido y el monitor pitaba cada vez más fuerte.

—Tiene las vías obstruidas —le respondía ella y no sabia en que momento mi vista se comenzaba a nublar. Quería acercarme a ella pero soltarla a Ayra era algo imposible de pensar, estaba aferrado a su tobillo como si eso la mantuviera con vida.

—No entres en pánico, respira —escuche la voz de Marcus a mi lado y no sabia en que momento había ingresado a la habitación—. Tienes que ser fuerte por ellas.

Escuchaba murmurar a Madison y cuando levanté la vista hacia su hermana, la mirada de pánico en su rostro mientras miraba desesperada el monitor a su izquierda.

—Mierda, mierda. Logre controlar la hemorragia —le dijo Max a su colega mientras escuchaba el sonido del monitor calmarse—. Mierda Madison, por que aun no la escucho llorar.

—Dame un maldito minuto Max —dijo ella y en su voz solo había tranquilidad.

Cuando el llanto inundó la habitación, me desplome en el piso sin ser consciente de las lágrimas que caían. Sentía las manos de Marcus presionando contra mi hombro pero no pude concentrarme en nada más que en cerrar los ojos y escuchar el llanto que inundaba la habitación.

—Es una niña —escuche la voz de Madison a mi lado y me levanté rápidamente para tomar a mi hija en brazo, todavía temblaba y me recorría el terror por tener algo tan frágil entre mis brazos, lleve mi cabeza suavemente hacia su diminuto cuerpo para asegurarme que estuviera respirando. Max casi la arrancó de mis brazos y realizó todos los mismo chequeos que ya había hecho Madison, quien ahora se encontraba con Ayra mientras se encargaba de cerrar su herida. Mis pies se movieron inmediatamente hacia donde se encontraba su hermana, y dejé varios besos en la frente de Ayra, mientras susurraba que se quedara conmigo, que abriera sus ojos.

—Aún está sedada —me susurro Madison ante la mirada curiosa de su hermana.

—Todo estará bien, Ray o'r haul, lo prometo —dije susurrando y dejando un beso.

—¿Ella está bien? —pregunto ahora acercándome a lado de Max.

—Estarán bien las dos, aun no sabemos qué complicaciones puede tener Ayra, esto precisamente no es lo habitual y no estábamos preparados para un parto con complicaciones.

—Debí haberla llevado al hospital, si algo le pasara —dije sin poder terminar la frase.

—Las mantuviste a salvo, no te culpes por eso ahora —me dice el y levanto sorprendido la mirada—. Confieso que estuve a punto de matarte pero mierda, te conozco hace demasiado tiempo y nunca había visto esa desesperación en tu rostro.

—La amo Max, no hay nada que no haría por ellas —dije volviendo a tomar a mi hija en brazos.

Me senté en la silla al lado de la cama de Ayra sin poder dejarla ni poder soltar a mi bebe quien ahora dormía en mis brazos. Todos se habían ido cuando Madison ordenó que le sacara la bomba respiratoria, y ahora solo había que esperar que saliera de la anestesia.

Había logrado calmar mis nervios pero aun así cada minuto que pasaba y que ella todavía no recuperaba la consciencia perdía años de vida, hasta que finalmente abrió sus ojos, y cuando tomo a nuestra bebe en brazos supe que era el momento de enfrentar mis demonios, no pasaría ni un minuto más alejado de ellas y haría todo lo posible para que Ayra me dejara estar a su lado. 

El precio del silencio (en proceso de edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora