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Salgo de la cafetería y corro hacia la taberna, cuando llego y abro la puerta con un empujón varias miradas se dirigen a mi, camino rápidamente hacia Henry tratando de ingresar nuevamente aire a mis pulmones.

—Lo conseguí —digo todavía en shock y una sonrisa comienza a dibujarse en mi cara.

—Mierda, realmente lo conseguiste —dice impresionado y me abraza.

Los días siguientes me rodea el caos, Lillian se encontraba demasiado nerviosa, no había hablado ni una palabra con Alex desde la última vez que lo había visto. Sin embargo mañana tendría que presentarme nuevamente en el palacio, solo que esta vez sería para siempre.

Cuando finalmente llegué al palacio la reina se encargó de recibirme ya que el príncipe se encontraba fuera por unos días y esto me dejó con una sensación incómoda el resto de los días. Sin embargo no había tenido tiempo de pensar demasiado, Jenny me llevaba de un lado al otro mientras la reina se encargaba de elegir flores, ubicaciones de las mesas, los colores de la decoración, el juego de porcelana en qué servirán los aperitivos, donde ubicaran el altar. Mientras yo no podía opinar respecto a nada, lo único que había sido de mi elección era el vestido, que cada mínima prueba que me realizaba me dejaba sin aliento. Me encontraba en la última prueba donde ya no había que hacerle más ajustes cuando Jenny me informó que el príncipe había solicitado mi presencia en la biblioteca para tomar el té. Salí del vestido casi arrancándolo de mi piel ante las miradas risueñas de las modistas, quienes pensaban que estaba desesperada por encontrarme con él, y lo estaba pero no por el motivo que creen ellas de pura necesidad, era una necesidad muy diferente. Tenía miedo de que se arrepintiera y había llegado muy lejos para rendirme ahora.

—Su majestad —me inclino levemente una vez que ingrese a la biblioteca con Jenny pisándome los talones, respirando agitadamente.

—Ray o'r haul —me saluda en un susurro profundo. —Luces... —deja la frase a medio terminar cuando ordena que todos salgan de la habitación—. Es mi prometida ahora, se me permite estar en una habitación a solas con ella —le dice a su jefe de guardia cuando se dirige hacia él, este solo asiente y se retira cerrando la puerta detrás de mí.

Camina hacia mí y levanto la mirada hacia él y todo el aire de la habitación parece desaparecer, me cuesta respirar y dudo de que lo estuviera haciendo.

—Dios luces... —vuelve a decir la frase inseguro de terminarla mientras toma un mechón de mi pelo que se había soltado del peinado perfectamente elaborado que me había hecho Jenny en la mañana.

—¿Como? —pregunto tirando de mi vestido hacia abajo, Jenny me había sugerido que lo cambiara que no me tapaba lo suficiente las piernas pero como no estaría cerca de la reina hoy me lo puse igualmente, si sabia que terminaría en la habitación con el príncipe me hubiese puesto el maldito vestido que me llegaba a las rodillas.

El primer día que llegué al palacio, la reina se había encargado de que tuviera bastantes prendas en mi guardarropas, ya que según ella lo que llevaba no era lo adecuado. Si bien mis vestidos y faldas no eran demasiado cortos, ninguno de ellos llegaba hasta debajo de mis rodillas. Se encargó de que las modistas me diseñaran vestidos que llegaban hasta el final de mis tobillos, eran vestidos a la moda, como los que llevaban la mayoría de las damas de la residencia, solo que los míos eran largos. Los que se habían convertido en mis favoritos eran uno verde algo ajustado con una falda larga que tenía una leve abertura en mi pierna. Al ver mi emoción al probármelo, la modista decidió que debería tener un par más de colores de ese diseño, y los usaba cada vez que podía, siempre y cuando no tuviera que asistir algún té con la reina. Claro que eran vestidos para usar debajo de una capa lo suficientemente abrigada para los días fríos por lo cual me había mandado a hacer cuatro capas diferentes. Según ella, mostrar mi figura a la gente era inapropiado, cuando los vestidos que llevaba ella eran demasiado reveladores de su figura.

—Luces agitada —susurra acercándose hacia mí, y cuando presiona mi cuerpo sobre la puerta detrás y se inclina hacia mi oído —. Como mi mayor fantasía, recién follada. —termina de decir muy cerca de mis labios y me besa.

Lo acerco hacia mi y deslizo mis manos sobre su perfecta camisa, dejándole arrugas.

—Sabes que si esos labios besan a alguien, es motivo de ejecución inmediata —dice cuando separa lo suficiente de mi.

—¿Eso funciona para ti también? —pregunto acariciando sus labios.

—Claro que no, yo hago las reglas cariño —me dice en tono juguetón y me rio disimulando el malestar de la elección de sus palabras.

Y si realmente él hacía las reglas, si realmente la reina no era la mala de la historia y el príncipe se encargaba de todas las desgracias que envolvían a nuestro pequeño mundo.

—Vengo de una prueba del vestido de bodas —se remueve incómodo ante la mención de la boda.

—Su majestad requiere su presencia —nos interrumpe con un golpe en la puerta.

—Debo irme, te veré en el altar —me dice y desaparece de la habitación.

Me encuentro atrapada dentro del libro que estaba leyendo, había pasado la tarde en la biblioteca tratando de despejar mis pensamientos y nervios de la boda de mañana. Tenia que acostarme a dormir pronto para lucir impecable mañana, sin embargo me escabullí de Jenny ocultando el pequeño libro indecente dentro de la falda amplia de mi vestido claro. Me salté la cena y cuando los insistentes golpes en la puerta me distrajeron de mi libro, estaba preparada para pelear con Jenny por no dejarme saltarme la cena. Solo que la persona al otro lado de la puerta no era ella.

—Vengo a buscarte para ir a la fiesta —me dice Charlotte y noto en sus ojos rápidamente sus segundas intenciones.

—No sé de qué fiesta hablas, pero no estoy invitada. Tengo que acostarme temprano —digo y comienzo a cerrar la puerta y las próximas palabras que salen de su boca hace picar mi curiosidad y me quedo con la puerta a medio cerrar.

—Cierto, es una despedida de soltera. De seguro no querrás ver lo que sucede allí —dice dándose media vuelta.

—Espera —digo antes de pensarlo demasiado y corro rápidamente cambiando mi ropa nuevamente.

Camino en un silencio incómodo con Charlotte y me preparo mentalmente para la imagen que veré cuando atraviese esa puerta.

El precio del silencio (en proceso de edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora