3-La mujer de la aldea

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—¿Qué

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—¿Qué... qué es esto? —Fruncí mi ceño y tapé mi boca con ambas manos —¿Qué pasó aquí? —Pregunté a la nada.

Sentí un hormigueo por todo mi cuerpo ¿Que clase de personas harían algo como esto? Mis piernas temblaron con cada paso que daba, observé cada detalle y solo puede sentirme más y más choqueada que antes, el olor en este lugar es nauseabundo.

—¿Algui...alguien puede escucharme? —Pregunté en un hilo de voz.

Hay pedazos de cuerpos por cada lado al que volteo a ver, en los techos, en la tierra, sobre los árboles, las cabañas, los comercios y hostales están incinerados por completo, es horrible lo que mis ojos ven, sentí mi rostro tenso y mi estómago revuelto.

—A...aquí —Escuche una lastimera voz —Es...estoy aquí —Me deje guiar por sus quejidos.

—Tranquila te voy a ayudar —Trote hasta llegar a su lado, es una mujer de la edad de mi madre, puedo ver cómo mueve su mano haciéndome señas para no perderla —Ya estoy contig... —Frene en seco, solo queda el torso de la mujer, me trague mi miedo y me tire a su lado —Estoy contigo.

No se que hacer ¿Cómo puedo ayudar a una persona sin la mitad de su cuerpo que va perdiendo la vida poco a poco?, relamí mis labios, arranque mi bufanda e intente limpiar el sudor con sangre de su frente, la mujer sollozó.

—¿Qué sucedió aquí? —Indague cautelosa.

—No lo se —Su respuesta sonó muy dolorosa, su rostro se ve perdido y su pecho sube y baja muy rápido —No... no se que paso —Gimoteo, puedo ver el miedo marcado en sus expresiones —Des...desperté y no podía moverme —Cada vez hablaba más y más rápido.

—Está bien, está bien —Acaricie sus mejillas e intente transmitirle un poco de calma con mi tacto, sin embargo es imposible transmitir algo que no estoy sintiendo.

—No quiero morir —Su rostro se contrajo en una mueca de dolor —Quiero ver a... a mis hijos por última vez —Su voz poco a poco se fue apagando, siento un nudo en mi garganta —Por fa... favor —Agarro mis manos entre las suyas y las apretó —Lleva...llévales algo por... por mi —Emitió un quejido que lastimó mis oídos, olvide mi dolor y asentí.

—Lo haré ¿Donde viven? —Tire de mis manos, por lo menos quiero acariciar su rostro quiero que sienta algo de ternura antes de morir.

Con cada pequeño esfuerzo que la mujer hace más y más sangre sale de la mitad de su torso, alejé mi mirada de la escalofriante imagen, siento empatía por ella y se que este momento es realmente difícil, saber que vas a morir y no poder hacer nada debe de ser un sentimiento horrible; mi estómago está revuelto y mi en mi mente hay una tormenta de pensamientos que no me dejan pensar con lógica.

—Sigue el... sigue el río —Tosió, su sangre manchó mi mejilla, asentí apretando mis ojos, no puedo respirar cada que exhaló el putrefacto aroma cala en mis fosas nasales —Es más...más allá del... rio —Sus palabras cada vez son más pausadas, puedo ver cómo las expresiones de su rostro se van borrando —Es la bol...bolsa negra de ahí —Señaló con su cabeza una bolsa de tela rota con muchos artefactos desperdigados —Es... —Sus ojos ya no tienen vida y su voz solo queda en un suspiro —La última cabaña —Fue lo último que pudo salir de sus labios.

La chica de cristal Donde viven las historias. Descúbrelo ahora