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Severus frunció el ceño mientras leía el papel en sus manos.


Estimado Señor S. Snape:

Nos compete informarle que debido al estatuto 540 de la ley 20. 380 del Código de Familias mágicas, y después de una exhaustiva investigación y análisis, usted como su único pariente cercano vivo, deberá presentarse en el Ministerio de Magia el día 28 de este mes, con el único fin de completar el proceso de adopción de la menor conocida como Hermione Granger.

Atte. Amanda Ollivers, de Servicios Sociales Mágicos.


Una carcajada incrédula escapó de sus labios.

Ya llevaba dos años cuidando de Hermione, haciéndose cargo de su educación y actuando como un verdadero padre para la niña-incluso si al principio le costaba adaptarse a la idea de volverse un padre- y, ahora, después de tanto tiempo, ¿Le ordenaban que la adoptara?

Como si él no planeara hacerlo ya, bufó para sus adentros. Después de todo, y durante esos dos años, la terca niña parecía convencida de que él era su padre. Incluso cuando durante meses él había tratado de hacerle entender que, en realidad, no lo era.

Ordenarle que adoptara a la niña cuando eso era algo que ya estaba dentro de sus planes, y cuando era obvio que es algo que haría, era una estupidez que molestaba a Severus.

El ministerio de magia no era más que una cosa inútil, con trabajadores más inútiles aún.

Y mientras Severus pensaba en ello, suspiró brevemente mientras levantaba la barbilla, y posteriormente desviaba la mirada tras sentir una mirada penetrante sobre él. Hermione, quien lo estaba mirando fijamente, de repente se apresuró a hundir la cabeza en su libro de cuentos.

Severus frunció ligeramente el ceño, mirándola con curiosidad. ¿Qué es lo que la niña planeaba pedirle ahora? Usualmente, cuando la pequeña niña actuaba de esa manera, era porque quería pedirle algo, pero se sentía demasiado avergonzada como para hacerlo.

"Hermione." Él la llamó.

"¿Papi?" La suave y dulce voz infantil de Hermione le respondió, mientras quitaba la vista del libro y lo miraba con sus grandes ojos marrones llenos de anhelo.

"Ven, siéntate aquí", dijo Severus, palmeando el asiento libre del sofá sobre el que estaba sentado.

Una sonrisa se dibujó en los labios de la niña y con pasos rápidos se movió desde su lugar, sentándose junto al hombre, sin soltar en ningún momento el libro de cuentos en sus manos.

La niña de enmarañados cabellos castaños, que ahora tenía cinco, casi seis años, se encontraba acurrucada contra él, con sus pequeñas manos aferrándose firmemente a la tela de su ropa, mientras que sus grandes ojos marrones miraban con curiosidad el libro abierto en sus manos.

Severus esperó con paciencia a que Hermione hablara. La niña no tardó mucho en hacerlo.

"Uhm... Papi", Hermione lo llamó. "Aquí dice que él príncipe despertó su magia después de haber deseado firmemente algo por mucho tiempo." La niña, que ya no tenía problemas para pronunciar la letra r, comentó con un poco de ansiedad.

Severus miró el libro de cuentos y asintió, adivinando por donde iban los pensamientos de Hermione.

"Aquí", la niña abrió el libro de cuentos y le mostró una página a Severus, señalando las ilustraciones con el dedo. "El príncipe quiere esas flores porque son bonitas y pueden curar el corazón de la gente."

"¿Quieres esas flores porque son bonitas también?" Severus preguntó, burlándose de la niña.

Hermione frunció el ceño. "¡No!" Exclamó.

Reflejos iridiscentes |Severitus|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora