Capítulo 15.

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Mila.


—Hola, papá.

—Mila, pasa, hija; siéntate.

—¿Estás ocupado?

—Ya sabes que siempre tengo tiempo para ti, ¿qué pasa?

—Te traje el almuerzo —lo pongo sobre el escritorio—, Nani me dijo que no desayunaste antes de venir.

—Tenía mucha prisa, no me dio tiempo.

—¿Algo interesante?

—No mucho, los oficiales se están encargando de los asuntos en el ministerio y aquí me están ayudando con unas cosas. ¿Tú no tuviste clase hoy?

—Solamente dos, las demás las cancelaron por un evento que tuvieron los maestros fuera de la ciudad.

—¿Todo va bien en la universidad?

Estoy por responder cuando alguien toca la puerta, mi papá se disculpa conmigo y da autorización para que pasen.

—Señor presidente.

Me quedo inmóvil al escuchar esa voz, mi corazón se acelera y mis manos se ponen frías. Mi papá se levanta a recibirlo y yo lo hago poco después.

Dios mío, que guapo es.

—Mila.

—Señor Wallace.

—Héctor, únicamente.

Me ofrece su mano y la tomo después de unos segundos, su tacto es cálido pero logra enviar escalofríos a mi columna, ninguno puede apartar la vista del otro, ni siquiera cuando mi papá lo invita a sentarse.

Hacia uno o dos años que no lo veíamos, Héctor Wallace es un buen amigo de mi padre, él dice que se conocen hace muchos años y que son casi como hermanos.

Me siento lejos del escritorio, en uno de los sofás de esquina para poder terminar con mi almuerzo, intento no mirar al hombre a pocos metros de mí mientras utilizo mi móvil.

Hace días que no sé de Jean, no desde que nos vio salir a Rose y a mi del hotel, no dijo nada sobre nosotras; sólo nos saludo e iniciamos una corta conversación que terminó con un ligero beso.

Desde ese día no ha vuelto a escribirme ni buscarme, y yo tampoco, si él no lo ha hecho es por algo.

—Hija —me llama mi padre—, acércate, por favor.

Lo hago. Me acerco a paso lento a ellos y me siento frente a él tratando de prestarle toda mi atención a lo que vaya a decir.

—Está noche habrá una cena en casa de Héctor, ¿te gustaría ir?

Los dos me miran fijamente pero yo sólo finjo pensar mientras veo unos papeles sobre la mesa, finalmente vuelvo la vista a él y le doy un pequeño asentimiento.

—Me encantaría.

—Excelente —hablan a mi lado y lo miro—. Será un honor tenerlos en casa.

Boss. [JeanCarlo León]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora