Capítulo 16.

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Jean.

—Señor León, ¿se le ofrece algo más?

—Sí, apenas comienzo a revisar cómo van.

El escolta se aleja y me deja seguir con mi camino, reviso mesa por mesa sin dejar pasar ni un sólo detalle. Todos se ponen alerta cuando la puerta de lámina es tocada un par de veces.

Llevo mi mano al arma que llevo en la cinturilla del pantalón pero la dejo cuando la veo.

Va entrando como la puta dueña del mundo.

El sonido de las altas zapatillas que lleva hace eco por todo el lugar que se ha quedado en absoluto silencio gracias a su llegada. Los pantalones de cuero se adhieren a sus largas y tonificadas piernas haciendo lucir su figura y debido a ello mi mirada no puede despegarse de ella.

Hasta que llega a mí.

—Señor León.

Tomo su mano y la guío conmigo entre los pasillos hasta llegar a mi espacio donde la acorraló con mis brazos y le doy un intenso beso que nos deja respirando agitados.

—Creí haber escuchado que no vendrías.

—¿Te sorprendí?

—Por supuesto que sí, muñeca —acomodo su cabello—. ¿Cómo te sientes?

—Bien, mejor que antes.

—Ya lo veo —le doy un breve repaso—. ¿Quieres venir?

—Espera.

Ahora es ella quien me acerca a sus labios y me besa, sus manos juegan con mi cabello pero se encarga de él cuando nos separamos. Con sus dedos quita el labial que se ha quedado en mi rostro y me sonríe antes de darme la mano.

Volvemos a salir, nadie nos mira y mucho menos mencionan nada. Le voy explicando a la rubia lo que los hombres están haciendo en el lugar y me escucha más que atenta.

—¿Y todo esto es una sola carga?

—Sí, todo va a un mismo lugar.

—Es grande —sonrió.

—¿Seguimos hablando del cargamento?

Mi pregunta sale con diversión pero sólo ocasionó que suelte mi mano y que sus mejillas enrojezcan.

La alcanzó con una sonrisa y vuelvo a adueñarme de su delicada piel. Le sigo haciendo el recorrido por toda la bodega y ella me sigue haciendo preguntas sobre el trabajo.

Cuando regresamos a la pequeña oficina aún le cuento un par de cosas más, no hablo mucho de las rutas y de los contactos pero si le menciono uno que otro país.

—Todo esto es increíble.

—No sabía que te causará tanta curiosidad este mundo.

—Nadie lo sabe, imagina y se lo digo a mi papá; le da un infarto o algo así.

Se levanta de su asiento y camina hacia mí para sentarse en mis piernas.

Boss. [JeanCarlo León]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora