Capítulo 3.

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Jean.

—No puedes aparecerte así como si nada y hacer una escena de celos cada vez que la veas con alguien más.

—Ya cállate, Mae. Ya entendí.

—No has entendido nada, Jean. Mila ya te lo dijo: no va a salir contigo.

—Si no es su novio, ¿por qué sale así con él?

—Bueno, sus razones debe tener.

—Dejame sólo.

Pido antes de que comience a gritarle. Lo que menos quiero es alzarle la voz a ella.

—Me voy a casa, le pediré a alguien que me lleve.

Asiento sin devolverle la mirada y entro en mi habitación donde tomo mi móvil y hago unas cuantas llamadas pero nada me distrae y la misma imagen vuelve a mi mente.

Ella. Él. Juntos. De la mano.

—Max.

—Señor —se acerca.

—A la mansión Ferrer.

El camino es largo, aún así llegamos en poco tiempo.

—Avísale a Mila Ferrer que JeanCarlo León quiere verla.

Uno de los guardias de la entrada entra después de darme un rápido vistazo. Minutos después aparece ella, mi mente se nubla y olvidó a qué he venido.

Lleva un traje de baño de dos piezas que cubre con una camisa larga y transparente.

—¿Qué hace usted aquí?

—¿Volvemos a las formalidades?

—Hable de una vez.

Esta mujer realmente me sorprende, nadie es capaz de hablarme cómo ella lo está haciendo, ni siquiera pueden mirarme a los ojos. Pero ella. Ella lo hace.

Y eso me gusta.

—Vengo nuevamente con la propuesta de esta mañana.

—Le daré la misma respuesta de esta mañana —repite—: no salgo con la familia de mis amigos.

—¿Por qué no? Déjame entenderte.

—Confórmate con recibir una respuesta y esa respuesta es no.

—Deberia recordar entonces que no voy a aceptar un no de nuevo y que sepa que usted se va a dar cuenta de eso por si misma.

—Tiene sueños muy inalcanzables.

Tiene tanta razón en ser altanera y ególatra. Es preciosa y eso lo sabe.

—No me importaría ir hasta el mismísimo infierno para que aceptes.

—Pues vaya tomando camino —sonríe falsamente.

—Max —llamo y se acerca rápidamente—, entregale por favor el paquete a la señorita.

—En un momento.

No tarda nada cuando toma la pequeña caja entre sus manos para dármela.

—No suelo hacer esto pero, se lo merece.

Duda en aceptarla pero insisto y termina tomándola, no la abre sólo la tiene en su mano mientras me mira y se cruza de brazos.

—¿Algo más?

—Piénselo, es lo único.

Doy media vuelta pero cuando vuelvo la vista a ella ya no está y la puerta ya está cerrada.

Boss. [JeanCarlo León]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora