Popularidad

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Había pasado una semana ya desde el ingreso del chico nuevo. No había cruzado más palabras con él desde su primer día, se estaba volviendo bastante popular. Al menos, todas las chicas opinaban que era muy simpático e inteligente al hablar y eso les atraía. Los chicos de los otros cursos estaban divididos en dos bandos: los que le caían mal Álex porque era un chico que, al parecer, era muy sano y eso, por alguna razón les parecía aburrido y estaba el otro bando, el que amaban a Álex por ser simpático y gracioso.
Yo solo observaba desde lejos con mis amigas su presencia, los chicos de mi aula lo querían. Se sentaban con él y charlaban todo el día, a Pamela le pareció sexy pero no lo suficiente como para interesarle y al resto de mis amigas realmente no les llamaba la atención.
La clase de geografía había empezado, la profesora estaba escribiendo las preguntas en el pizarrón con un fibrón azul.
Miraba para afuera, observaba el lago calmo. El cielo estaba nublado y el agua se veía un poco verde, pero estaba calmo a pesar del clima. Una voz interrumpió mi observación. Miré a quién estaba frente mío. Era Álex que se encontraba apoyado en la pared que separaba las ventanas.
-El lago está muy calmo para un día tan nublado, ¿no? -dijo mirando hacia afuera. Me quedé atónita mirándolo, yo había pensado exactamente lo mismo hace unos segundos. Álex me vuelve a mirar y me sonríe- ¿Qué?
-Nada, nomás que... si, tenés razón -dije sonriéndole. Usaba una campera de cuero con un suéter gris y unos jeans negros. Admirable combinación.
-Siempre tengo razón -dijo riéndose entredientes.
-Claro, si -dije burlándome de él y negando con la cabeza mientras miraba de nuevo al lago- Te estás haciendo muy popular -dije mirándolo de nuevo.
Suspiró y se cruzó de brazos sonriéndome.
-Ni tanto -dijo arrugando la nariz-. Se va a pasar la fiebre del nuevo en una semana más -me dijo con seguridad.
Le sonreí apoyando mi cabeza entre mis manos.
-¿Te parece? -dije haciendo un gesto de duda- Parece que cautivaste a todos, eso es bueno, ahora debés tener bastantes amigos.
Apartó su mirada hacia el lago.
-No les caigo bien a todos -dijo incrédulo negando con la cabeza.
-A mí me caés bien y a mis amigas también -dije tratando de animarlo. Me volvió a mirar-. No le hagas caso a los que te critican.
Me sonrió otra vez y se acercó un poco más pero no demasiado como para evadir mi espacio personal.
-Ellos no me interesan -dijo en un susurro- pero de cierta manera me hacen sentir incómodo con sus miradas juzgadoras.
Miré sus ojos marrones que brillaban un poco con la luz blanca que iluminaba el salón.
-Son muy obvios algunos -dije riéndome-. Fingí que sos un famoso y jugá ese papel de ignorar esas miradas. Obviamente saltándote la arrogancia.
Me seguía mirando y me dio una sonrisa tímida.
-Eso fue muy de Teatro -me dijo riéndose bajito.
Le sonreí de oreja a oreja.
-Bueno, ¿será que el bachillerato es de Teatro? -dije burlándome de él.
Se rió de mi sarcasmo.
-No me digas -dijo actuando una cara de preocupación-, pensé que era de economía.
Me reí y él se rió conmigo.
-Ya verás, te equivocaste de escuela.
-Voy a tener que decirles a mis papás -dijo fingiendo preocupación.
Se alejó de mí con una sonrisa y se sentó en su lugar. Aún me miraba a lo lejos hasta que Martina se puso en frente de él y se sentó en su mesa. Él se notaba incómodo, obviamente ella le estaba coqueteando y a él no le estaba gustando. No me pregunten por qué pero me levanté y fui hacia su banco.
-Álex -le dije a él captando su atención y el de Martina, la cual, me miraba con asco-, ¿me prestarías una lapicera azul?
Álex me sonrió y agarró su cartuchera azul y buscó una lapicera hasta que frenó su acción y me miró confundido.
-¿Lapicera azul? -dijo riéndose de mí- ¿quién usa lapicera azul, Mia? Por Dios -dijo riéndose y negando con la cabeza.
-Yo uso ese color, ¿hay algún problema con eso? -dije cruzándome de brazos.
Martina me miró con molestia.
-Ese color es un asco para escribir -dijo mirándome de pie a cabeza como si tratara de rebajarme.
Álex la miró serio.
-No es tan malo, solo que hay que saber usarlo sin que se vea desordenado -dijo mirándola y luego su mirada cayó en mí-. Quizás ella sabe usarlo y la estoy juzgando -dijo sonriéndome y entregándome la lapicera azul.
-Gracias, después te la devuelvo -dije sonriéndole.
-¿Para qué la vas a usar?
Esa pregunta me pareció algo obvia de responder.
-Para contestar las preguntas, claro -dije sin entender a qué iba esa pregunta.
-Te ayudo, yo ya las respondí -dijo levantándose y acompañándome a mi banco. Mientras íbamos camino a mi mesa, se acercó y me susurró al oído.
-Gracias, eso ya era muy incómodo -dijo por lo bajo para que solo yo lo escuchara.
Sonreí y me sentí aliviada de haberlo salvado de las garras de Martina.
Me senté y él se sentó en la silla de Nicole, ella estaba hablando con mis otras amigas por lo que, no ocupaba su silla. Él se acomodó y me comenzó a explicar, yo le prestaba atención y escribía en mi hoja. Se notaba que la materia era su fuerte, explicaba sencillo y justo. Sin palabras demás ni palabras menos.
De repente, Agustín se ganó en frente de mi banco. Lo miré perpleja esperando a que hablara.
-¿Me prestás una lapicera y un corrector? -me preguntó mirándome a los ojos con esa mirada que atravesaba hasta lo más profundo de mi iris. Luego, su mirada se volvió a Álex. Se sentía todo muy extraño el ambiente. Para cortar esa rara tensión, busqué en mi cartuchera una lapicera para él y mi corrector para prestarle.
-Tomá, me devolvés el corrector después, ¿si? Porque lo estoy usando también -dije sin sonreírle pero por dentro me estaban revoloteando las mariposas en mi estómago.
Agarró lo que le presté y su mirada fue hacia Álex.
-Ey, amigo -le dice cambiando totalmente su semblante serio a uno amigable- ¿Me ayudás a responder las preguntas también?
Álex le sonrío con amabilidad.
-Después de que termine de ayudar a Mia -dice tranquilo.
Agustín cambió su semblante a serio otra vez.
-Dale, amigo -dijo insistente-. Ella es re tragalibros, va a saber responderlas.
Lo miré molesta.
-Ey, no soy traga -dije ofendida.
-Si sos -me dijo con una sonrisa burlona.
-Ya te dije, la ayudo a ella primero y después, si no las respondiste todavía, te ayudo -aclaró Álex un poco irritado pero todavía siendo amable.
Agustín se alejó ofendido y sin decir una palabra más al respecto. Se sentó junto a su mejor amigo Martín y continuó hablando con él. Lo miraba desde mi lugar y no podía dejar de pensar en todo lo que me producía y lo lindo que era. Parecía de ensueño y yo solo una chica boluda que no sabía como hablarle amablemente sin tener que atacarlo. Me odiaba yo misma por eso, siempre que teníamos oportunidad de establecer una conversación, la cagaba con alguna palabra o cosa que hiciera. Me autosaboteaba.
Pasé un buen rato mirándolo y meditando sobre él y yo hasta que escuché a Álex reírse bajito.
-¿Qué te causa tanta gracia? -dije intrigada por la razón que lo estaba haciendo reír.
Me miró aún riéndose.
-Si sos un poco nerd -dijo levantando las manos en forma de derrota-, es la verdad.
-Sos un estúpido -dije riéndome y acomodándome en mi asiento de nuevo para mirar hacia adelante.
-Un estúpido que prefirió ayudarte primero.
-¿Debería sentirme halagada? -pregunté riéndome y acomodando mis hojas para colocarlas en mi carpeta.
Me miró con una sonrisa algo arrogante pero con una mirada relajada, no había burla en esa mirada.
-Deberías.

Las crónicas de una adolescente promedioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora