Sábado y un mensaje

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Era sábado por la tarde, me encontraba arreglándome para ir a la iglesia con mi mamá. Si algo detestaba y a la vez me resultaba cómodo era la vestimenta.
Camisa blanca, saco negro y pollera negra hasta el piso. Me resultaba horrible no poder vestirme como yo quería, deseaba usar más colores y ropa no tan... cubridora. Pero a la vez, era mucho más fácil ponerse eso que andar pensando un outfit y tardar mucho más tiempo.

Era parte del coro de la iglesia, no hacía gran cosa, tocaba el pandero junto a otras diez chicas. Hacíamos figuras al mover el pandero, sinceramente nunca supe por qué lo hacíamos. ¿Éramos un tipo de decoración o coreo de la melodía que sonaba de fondo? O simplemente no sabían decirle no a las madres que querían que sus hijas estuvieran en el coro e hicieran algo importante. La verdad, nunca lo supe ni creo que lo sabré.

Cuestión que, estar en el coro era tomado algo sumamente importante en la iglesia. Te daba cierta... ¿importancia? No lo sé pero de alguna manera eras alguien importante entre los otros puestos. Nunca me sentí especial por estar ahí parada casi dos horas o tres moviendo un pandero por los aires, ¿eso está mal?

Mamá me colocó en el coro desde que tengo memoria, siempre se sintió orgullosa de verme ahí o sencillamente era feliz de que estaba en la iglesia con ella. Recuerdo que me enseñaba a leer y a escribir con la biblia, no me quejé jamás de eso. Gracias a que me enseñó con la biblia, aprendí palabras mas complicadas que enriquecían mi vocabulario.

Todos los días, durante un tiempo, antes de ir a la escuela primaria, me hacía leer dos o tres versículos. No sé para qué pero lo hacía y me iba.
Con todos esos años leyendo la biblia, nunca me aprendí nada de memoria ni siquiera una historia bíblica. Eso, por alguna extraña razón, me hacia sentir mal. Mi mamá me miraba con desaprobación cuando yo no encontraba el libro de Samuel o de Efesios o de cualquier otro, fingía que no lo notaba pero si, lo notaba.

Me reía al pensar en eso mientras me cambiaba cuando mi mamá tocó mi puerta y entró. Me coloqué frente al espejo y sonreía mientras mi mamá arreglaba alguna parte de mi outfit que había dejado mal puesto. Cuando terminó de corregir las imperfecciones, me sonrió y colocó sus manos sobre mis hombros con ternura.

- Te ves hermosa -dijo mirándome a través del espejo. Le sonreí y asentí mirándome a detalle. No era mi estilo pero no me podía quejar porque el uniforme del coro era así. Mi mamá me hizo un poco de lado para mirarse ella en el espejo y arreglarse un poco el pelo, me senté en mi cama mirándola mientras se arreglaba.

- Vos también te ves hermosa, ma -dije con ternura. Me miró y me sonrió con calidez.
- Ya lo sé -dijo burlona y se reía.
Le sonreí y empecé a acomodar mi pandero en mi bolso de mano y mi biblia que mi papá y mi mamá me habían regalado a mis 13 años.
No tenía ganas de ir a la iglesia ese día pero no quise expresárselo a mi mamá, sabía que eso causaría discusiones y suficientes ya habían en la casa. Me calcé el bolso de mano y salí de mi pieza para ir a la cocina a tomar un poco de agua. Me encontré con mi papá viendo videos de choques de autos, estaba en silencio y se reía de vez en cuando.

Tomé mi vaso de agua y mi mamá ya estaba lista también, me miró y me extendió la mano.
- ¿Vamos? -me dijo sonriendo feliz. Deseaba quedarme con todas mis fuerzas en mi casa tirada en mi cama viendo estupideces por internet pero verla tan feliz a mi mamá porque la acompañaría, ablandaba mi corazoncito de pollo y olvidaba esas ideas.
Tomé su mano y salimos, en la calle ya había soltado mi mano y comenzó a hablarme sobre una tía que ni siquiera me sonaba el nombre cuando me salvó una vibración de mi teléfono.

Miré mi celular, era Agustín.
Me puteaba mentalmente a mí misma por no quedarme en casa. Capaz me quería invitar a salir y yo no estaba disponible, ese mensaje podía ser catártico en mi vida. Quizás era un castigo divino por pensar en quedarme en casa o por imaginar a Andrew Garfield sin remera. Por alguna de las dos razones debía ser porque no podía tener tan mala suerte de que me escribiera el amor de mi vida justo cuando yo iba camino a la iglesia.
Abrí el mensaje emocionada y nerviosa.

Holaa Mia
Por casualidad no tendrías un resumen del principito? No quiero leer el libro jeje.

Ni siquiera me había puesto un "¿cómo estás?" Pero al menos me había escrito y eso era un avance entre nosotros. Sonreía como una tonta mientras le contestaba.

No lo tengo :/
Pero puedo resumírtelo yo, ya lo leí :D.

Se lo envié con rapidez y le sonreí a mi mamá, ella seguía hablando sobre ese tía desconocida para mí. Mi teléfono volvió a vibrar.

Buenísimo! Muchas gracias, sos la mejor♡.

Sonreía como una boluda enamorada, juro por Dios que por poco no gritaba de la emoción. Me había dicho que era "la mejor", ningún halago hubiera hecho tanto efecto como ese salido de sus ¿dedos? De todas formas, era lo mejor que me había pasado en el día y mis amigas se enterarían.
Les envié capturas de nuestra conversación breve y todas se alegraron por mí enviando muchos stickers de corazones y ositos.
Quizás Dios no me había castigado pero debía de tener cuidado con lo que pensaba sobre Andrew Garfield. Aunque... no estaba mal pensarlo de vez en cuando ¿no?

Las crónicas de una adolescente promedioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora