Vos me hacés más feliz que al resto🌠

13 2 0
                                    

Me encontraba en mi cama, tapada con mis sábanas hasta la cabeza. No quería salir al mundo exterior ni ver ninguna peli o serie, siquiera un libro quería leer. Solo se repetía esa escena en mi cabeza una y otra vez, como mi papá me había golpeado. Mis ojos se llenaban de lágrimas cada vez que repetía esa imagen de mi papá gritándome.
No había ido a la escuela dos días seguidos, no me sentía bien emocionalmente para ir y por suerte, mi mamá había accedido a que me quedara en casa.

Mis amigas me habían dicho (por el teléfono de mi mamá por supuesto) que ellas me pasarían las tareas día a día. Tenía trabajos prácticos de Lengua y Literatura que hacer, así que, decidí correr las sábanas, levantarme y prepararme para hacerlas. Al menos me distraería de todo lo que me pasaba por la cabeza.

Estaba haciendo mi tarea en mi escritorio hasta que sentí un ruido cerca de mi ventana, pensé que podría haber sido cualquier animalito escalando el árbol que estaba pegado a mi ventana por lo que, no le di mucha importancia.
Seguí con lo que estaba haciendo hasta que un ruido en mi ventana me espantó, abrí las cortinas con cuidado para revisar qué podría haber impactado a mi ventana y solté un grito al ver quién era.

- ¡AAAAAAA! -grité dando unos pasos atrás al ver a Álex en mi ventana.
Me saludó con la mano mientras se reía del susto que me había dado. Abrí la ventana y él entró con cuidado de no pisar mis hojas, me crucé de brazos mientras esperaba que cerrara la ventana y me mirara.
Cuando cerró la ventana, me miró y yo lo miré molesta.
- ¿Qué haces acá, Álex? Dame una explicación lógica, por favor -suspiré esperando su respuesta. A pesar del susto que me había dado, me alegraba verlo. Sentía que lo había necesitado estos días.
Me miró sonriendo y luego agachó la cabeza.
- Bueno... me tenías preocupado y no quería molestar a tus amigas, quería ver yo mismo que estuvieras bien -dijo mirándome con una sonrisa de lado. Me dio mucha ternura esa sonrisa pero sabía que me estaba manipulando para que no me enojara.
- ¿Cómo sabías que vivo acá? -lo interrogué mirándolo a los ojos y aún cruzada de brazos. Él tragó en seco.
- Bueno... no puedo darte ese dato -dijo sentándose en mi silla de escritorio.
- Decime, Álex o te juro que llamo a la policía por invasión a propiedad privada -dije molesta e impaciente.
- Bueno, no te enojes con la persona que me lo dio, ¿si? ¿Me lo prometés?
- Dale, no me voy a enojar -contesté sentándome al borde de mi cama. Sentía mi cara tensa.
- Fue Nicole -dijo suspirando preocupado. Desde mi lugar sentía como él se preocupaba por haber expuesto a Nicole conmigo.
Relajé mi cara y suspiré.
- No estoy enojada -confesé mirándolo a los ojos- y tampoco estoy molesta de que Nicole te haya dicho mi dirección.
Me miró incrédulo.
- Tu cara de mala no decía lo mismo.
- ¿No estarías enojado si alguien invade tu casa así de noche? -dije seria pero con un tono de voz más suave.
- No si fueras vos -dijo sonriéndome. Esa sonrisa me provocó algo que no puedo explicar. Me había molestado porque me había dado un susto de muerte en plena noche pero verlo me hizo sentir feliz, sentimiento que no había estado experimentando esos días- ¿Qué estabas haciendo?
- Sos un tarado -dije suspirando cansada pero en realidad, estaba más que contenta al verlo-. Estaba estudiando -dije mostrándole las hojas en las que estaba escribiendo
- Qué aburrida sos -dijo con una sonrisa burlona.
- Si te parezco tan aburrida, te vas.
- Aburrida y todo, me quedo igual.
Me descolocó un poco ese comentario por lo que, me reí un poco nerviosa sin saber como reaccionar.
- ¿Por qué me halagás tanto? -dije riéndome.
- Porque me gusta como te ponés rojita cuando te digo cosas así -dijo sonriendo burlón. Como si hubiera logrado su cometido.
- No estoy roja -dije dándole un golpe en su brazo.
- Estás tan roja como un tomate, Cubito de hielo.
- No es verdad -dije volteando los ojos.
- Te ves hermosa sonrojada igual, por si me lo preguntás -confesó sonriendo con ternura.
Le sonreí, me levanté y lo abracé. Al principio, él se extrañó pero me correspondió el abrazo. Necesitaba un abrazo y sentía que él era la persona que podría brindarme el sentimiento de tranquilidad que tanto buscaba esos días infernales. Además, el abrazo fue como mi agradecimiento por sus palabras bonitas.
Nos separamos del abrazo y nos sonreímos, juro haber sentido que miles miniestrellas, las más diminutas se formaron al sonreírnos.
- ¿No te enojaste en serio por lo de Nicole? -preguntó dudoso.
- No, en realidad, me alegra mucho verte -dije sincera sentándome de nuevo en la cama.
Nos sonreímos de nuevo y le lancé una almohada en la cara riéndome.
- No te quejés después -dijo él sonriéndome con un aire travieso. Se levantó y empezó a golpearme con la almohada suavemente, sin agredirme solo quería hacerme reír y lo logró.
Pasamos un buen rato riéndonos hasta que ambos quedamos acostados en la cama, uno al lado del otro. Con Álex, el silencio después de reír no era incómodo, era hermoso.
Nos quedamos en silencio, no sé cuánto tiempo exactamente pero su voz sonó como un estruendo entre tanto silencio.
- Te extrañé -confesó suavemente mientras miraba el techo. Sonreí ante su confesión-. No sé qué te pasó estos días y está bien si no querés decírmelo pero me alegra verte. Lo miré de costado, sonriendo. No quería hablar de mi papá ese día, no cuando me sentía feliz otra vez.
- Yo también te extrañé, Álex -dije mirándolo. No me devolvió la mirada pero sonrió y pude notar como sus ojos brillaban- Pasaron algunas cosas que te voy a contar otro día pero estoy bien, lo juro.
Entonces, en ese momento lo supe.
Álex se había convertido en mi mejor amigo. Se había vuelto una de mis personas favoritas en todo el mundo, a pesar del poco tiempo en el que nos conocíamos, se había hecho muy importante para mí.

Me quedé pensando en la primera vez que lo conocí y como su persona había dado vuelta un poco mi mundo con su locura, su risa y su buen humor. Su llegada había traído tantos cambios en mi vida. Nunca hubiera imaginado que Agustín me hablara tanto y escuchara mis canciones favoritas conmigo, a pesar de que todo apuntaba a que salía con Martina, me alegraba el avance en nuestra relación. Sentía que Álex despertaba una valentía en mí, una fortaleza que no sabía que tenía.
Álex me quedó mirando, se rió.
- Cabecita de novia -dijo burlón- ¿Quién es el afortunado?
Me sonrojé avergonzada.
- Nadie, ¿por qué habría alguien? -me reí nerviosa.
- Te quedaste pensando, te fuiste por un momento además de que sonreías como una boba -dijo riéndose-. Nunca te había visto sonreír así.
- Solo pensaba como había cambiado mi vida con tu llegada -confesé mirándolo a los ojos marrones que brillaban. Parecía que sus ojos me sonreían cuando le dije eso.
- ¿Pensabas en mí? -dijo en voz baja con una inseguridad e incredulidad que jamás le había escuchado.
- Bueno, si. Me has hecho muy feliz -dije sonriéndole tímida. No sé porqué, pero me había inhibido mucho.
Me quedó mirando serio.
- Vos también me has hecho muy feliz, Mia. Más de lo que nunca creo que vas a entender -dijo serio mirándome a los ojos. No sabía como reaccionar a sus palabras, ¿quería decir lo que yo creía? Ignoré mis pensamientos y le sonreí.
- Si, ese es mi talento. Hacer feliz a la gente -dije burlona tratando de romper la tensión que se había formado en el ambiente. Me seguía mirando a los ojos.
- Si, pero vos me hacés más feliz que al resto.
Nos sonreímos y miramos al techo de nuevo, el silencio se había formado de nuevo entre nosotros.

Las crónicas de una adolescente promedioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora