15. TOCANDO FONDO

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MARTIN

Juanjo no durmió en nuestra habitación esa noche, y no le culpaba por ello.

Quería salir y buscarle por toda la casa para pedirle perdón mil veces si hacía falta. Gritarle que nunca nadie ha ocupado ni ocuparía su lugar, que lo quería con cada centímetro de mi piel, y que me odiaba porque en todas las veces que intenté arreglar lo nuestro, lo rompí aún más. Pero entendía que, si no habia venido era porque no quería verme, y no podía culparle por eso. Estaba en todo su derecho.

Juanjo siempre supo hacerme reír con la misma intensidad que me sacaba de mis casillas. Y joder, nunca habia dejado de pensar en él. Lo veía en cada esquina, cuando olía su perfume en un desconocido y mi cabeza se giraba involuntariamente buscando una figura que nunca estaba, cuando veía a mi hermano ponerse la camiseta que le regalo por su cumpleaños, cuando mi hermana hablaba de lo mucho que su nuevo novio se parecía a él... Estaba presente en mi vida siempre, o yo lo recordaba constantemente porque me daba miedo que dejase de estarlo alguna vez.

Hablé con Kiki, Violeta y Rus durante varias horas antes de que se fuesen a sus respectivas habitaciones e intenté conciliar el sueño, pero solo logré dormir poco más de dos horas en toda la noche. No descansé absolutamente nada. Solo podía pensar en cómo le temblaba el cuerpo a Juanjo. Se veía asustado, enfadado y humillado al ver como todas las miradas de pena se posaban sobre él.

Siempre odió que lo mirasen con lástima.

Nunca me habia considerado una mala persona, pero ahora realmente sentía que lo era.

Seguía tumbado en la cama, mirando el móvil para matar el tiempo, no tenia ganas de ver a nadie. Además, el tren de vuelta salía por la tarde, asi que de alguna forma tenia que entretenerme.

Mi cuerpo se tensó cuando la puerta de la habitación se abrió lentamente, dejando ver a un Juanjo ojeroso, pálido y con la mirada perdida. Ese estado acentuaba su delgadez aun más. Me dolió cada músculo del cuerpo al verle asi, y saber que yo era el culpable de que, probablemente, no hubiese pegado ojo en toda la noche.

Me levanté rápidamente de la cama, asustado por lo que podría venir a continuación.

-Hola. -Musitó en un susurro casi imperceptible.

-H-hola. -Estaba nervioso, no sabía que decir. No tenia claro cuales eran sus intenciones, pero iba a dejar que llevase la conversación hacia donde le diese la gana, porque se lo debía y porque el que lo había hecho mal era yo.

-Creo que tenemos que hablar. -Se dirigió al borde de la cama, donde se sentó.

Sus movimientos eran lentos, parecía una marioneta sin alma que andaba por inercia, y su calma me hizo activar las alertas. Casi que prefería verlo enfadado y que me gritase antes que verle asi de...agotado y triste, tan fuera de sí, tan poco él.

-Claro, como quieras. -Dije sentándome a su lado, pero respetando su espacio personal.

-Perdón por gritarte ayer. No era el momento ni el lugar para decirte todo lo que te dije.

-Estabas en tu derecho.

Suspiró profundo, frotando su cara repetidamente.

-Quiero que me lo cuentes todo, Martin. Sin mentiras, sin dejarte detalles. Quiero saberlo todo. -Me miró casi suplicante, y sentí una pena que no habia experimentado antes.

No quise darle más vueltas.

-Yo...todo empezó cuando salió esa noticia en la prensa, hace un año largo. Álvaro acababa de dejarlo con Paul, bueno dejarlo no, porque parece que Paul nunca quiso ponerle nombre, le daba miedo que Álvaro le dejase en cuanto formalizaran las cosas. Álvaro no se veía capaz de tener algo serio con él por miedo, por todo lo que había pasado con sus anteriores relaciones, pero no quería perderlo. Al final todo se acabó, y justo en ese momento se dio cuenta de que estaba enamorado. Pero ya era tarde. -Hice una pausa esperando un sonido que nunca llegó. -Quería contárselo a alguien y daba la casualidad de que yo estaba en Madrid por una promo, asi que nos vimos en una cafetería del centro, que fue donde nos hicieron la foto. Me contó su situación y yo le conté la mia. Creíamos que decirlo en voz alta haría que pasase menos dentro del pecho, y en cierta forma, fue así. Nos vimos reflejados el uno en el otro, supongo. Aunque la situación obviamente no era la misma, lo más importante sí que era igual: ambos estábamos enamorados de unas personas que ya no formaban parte de nuestra vida. -Se limitó a asentir, sin mostrar un ápice de emoción, asi que continué. -Fuimos a su casa para seguir hablando, necesitábamos esa compañía, y solo nosotros podíamos entendernos. Las cosas se confundieron y acabamos...acostándonos. -Entrecerró los ojos y suspiró, rascando su pierna en un tic nervioso. -Nos convertimos en una tirita humana, él buscaba consuelo en mí, y yo en él. No había ningún tipo de atracción, Juanjo. -Se tensó al oír su nombre. - Yo nunca dejé de pensar en ti y él nunca se sacó de la cabeza a Paul, pero necesitábamos sentir algo, de la manera que fuese, porque la soledad enquistada en nuestro pecho nos estaba volviendo locos. Nunca dejamos de hablar de vosotros, antes, después y durante todo lo que pasó. -Confesé. -Estabas en mi cabeza todo el rato, era desesperante. Estar con él era la única forma que tenia de dejar de pensar, por lo menos unos minutos, en la pena absoluta que sentía al no tenerte, al saber que lo más probable era que no volvieses a mi vida. -Le miré a los ojos fijamente antes de continuar. -Juanjo, me perseguía constantemente el recuerdo de lo fuerte que nos quisimos. Y lo fuertemente que te tenía aborrecido, eso también, porque sabes mejor que yo que los últimos meses no nos soportábamos. -Desvió su mirada. -Traté de odiarte mil veces para ver si asi era más fácil, pero tenia tanto amor dentro de mí que no podía hacerlo por mucho que lo intentase. Intenté frivolizarlo para poder sobrellevarlo, pero marcaste un antes y un después en mi vida, y tenía una herida abierta que no tenía pinta de cicatrizar pronto. -Tragué con dificultad. -Estar con él se volvió rutina, como algo que haces sin pararte a pensarlo porque sabes que siempre va a estar ahí. -Suspiré al ver que no emitía ningún tipo de sonido. -Nunca sentí nada por él. Siempre has sido, eres y serás tú. -Le aseguré, y juro que no mentía. -Perdón, Juanjo. Lo último que quería era hacerte daño. Lo siento muchísimo.

La constante del cambio -juantinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora