Capítulo 2

157 18 1
                                    

El sonido de un auto encenderse y el arranque endemoniado que hizo el weón me sacó de mi estado de shock. Había partido raja en su cagá de Chevrolet todo feo.

Ahí me di cuenta de toda la situación y de quienes eran las personas que nos ayudaron. 

La Cata estaba llorando en brazos de Cancamusa. Álvaro López estaba insultando todas las weás que se le pudieron ocurrir. Mauricio Durán hablaba de la situación con unos desconocidos y Francis Durán me miraba con preocupación. 

No me salía la voz, tenía un nudo en mi garganta. La cata se acercó y se tiró en mis brazos para seguir llorando. La abracé con fuerza y contuve las lágrimas; tenía que ser su pilar en ese momento.

—Tenemos que denunciarlo— habló Natalia (Cancamusa)—. No podemos dejar esta weá así, podría provocar un accidente. 

—¡Aquí anotaron la patente! —alzó la voz el Mauri junto a otros hombres—. Van a llamar a los pacos ahora.

—¡ESO! ¡Ojalá choque el culiao!—maldijo Álvaro acercándose a nosotros.

—¿Te encuentras bien? ¿Qué paso? —preguntó Natalia.

—¿Conocían a ese tipo? —le siguió el Francis, refiriéndose a mí y a la Cata.

—No, no —negué varias veces—. Se quiso llevar a la Cata a la fuerza y yo traté de detenerlo.

Sin esperarlo, la Cata hizo peso muerto y por poco se me cae, de no ser porque el Francis la alcanzó a sujetar y la ayudó a sentarse en una de las bancas de la calle. Me senté junto a ella y agradecí a los demás que vinieron a ayudarme, diciéndome que ya habían llamado a los pacos y que estaban persiguiéndolo gracias a la ubicación de la patente del auto.  

Dejándome sola con "Los Bunkers", Cancamusa y otros dos hombres que seguro los acompañaban. 

—¿Querí qué la llevemos al hospital? —preguntó el Francis.

—No, está bien. Solo tomó de más.

—Este está en las mismas —dijo el Mauri señalando al Álvaro, que apenas podía mantenerse en pie.

—¿Qué, weón? ¿Qué dijiste?—contestó terrible choro.

—Siéntate mejor —el Mauri lo sujetó y lo sentó en la banca al lado mío.

—Vi como ese tipo te golpeo y salí corriendo —dijo la Nati agachándose delante de mí y examinando mi rostro con cuidado—. Te golpeo re fuerte.

Dicho eso, inmediatamente toqué mi mejilla. Dolía horrible.

—Espera, ¿Tú no eres...? 

Miré sorprendida a Cancamusa, no pensé que me reconocería. Me avergoncé altiro y volteé a otro lado haciéndome la loca.    

—¿Claudia? ¿Claudia Lagos? 

Suspiré cerrando mis ojos, no había vuelta atrás.

—Hola —sonreí con dificultad.

La Nati amplió su sonrisa y me saludó con un beso en mi mejilla sana. Los demás repitieron su acción y cada uno me saludó con un beso. Menos Álvaro; que estaba de brazos cruzados y con sus ojos cerrados. Seguramente mareado. 

—Que sorpresa encontrarte aquí —decía la Nati—. No te reconocí y eso que siempre veo tu programa.

—Sí, bueno. Debe ser porque no estoy tan producida —reí junto a ella. 

—Chiquillas, perdón por interrumpirlas, pero será mejor irnos pa' otro lao —dijo Mauricio—. Miren que después se hará difícil llevarnos a este weón —apuntó al Álvaro. 

ℂ𝕠𝕣𝕒𝕫𝕠𝕟 ℙ𝕖𝕣𝕕𝕚𝕕𝕠 (Francis Durán)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora