Capítulo 11

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Los vistazos que me daban me ponían incómoda, pero no era el momento ni el lugar para dar explicaciones.

Con esto ya deben pensar que mi vida es pura mierda, ¡Pero no es así! Este era mi mejor momento compartiendo con ellos. No quiero que se eche a perder por comentarios weones.

—¿Vamos? —dije sonriendo para que no le tomarán importancia—. Tienen que prepararse todavía, ¿No?

El Álvaro asintió y fue el primero en avanzar, seguido de su hermano y el Mauri. Agradezco que no hayan preguntado, pero la Nati pareció vacilar en acercarse o no y solo se limitó en sonreír e irse con los otros. Me saqué de onda.

¿Oye, estái bien?

Sentí una mano en mi hombro y volteé encontrándome al Francis. Creí que se había ido con los demás.

—¿Ah? Eeh, sí... ¿No te vas a preparar? —cambié rápido de tema, no iba a hablar de eso. Menos con él en este lugar.

—Todavía tengo tiempo —elevó sus hombros restándole importancia—. ¿Segura qué estái bien? Lo que dijeron afuera...

—¡Lo que dijeron no importa! —lo interrumpí molesta y caché altiro que le grité al pobre hombre que solo trataba de ayudarme—. Lo siento, yo no quise...

¡QUE WEONA SOY!

—el Francis negó—. Si querí hablar de eso, aquí estoy, somos amigos, ¿No?

Detuve mi andar para verlo mejor. Tenía puesto un traje color naranja que resaltaba su tono de piel, sus lentes grandes que ocultaban unos ojos oscuros y un lunar que adornaba su mejilla izquierda. Y por último, un bigote que se estaba dejando crecer. No soy fan de los bigotes, pero a él le quedaba bien.

—Que lindo que te preocupes, pero no me voy a bajonear en contártelo. Después del evento podríamos hablar. Ahora vengo a disfrutar.

El Durán sonrió achinando sus ojitos y agarró mis manos. Me sorprendí, debo admitirlo; no pensé que me tocaría. Sus manos eran duras pero cálidas. Había oído que tocar guitarra hacía que aparecieran callos por la presión que se ejercía en las cuerdas, y como este hombre tocaba de todo, era normal que sus manos se sintieran así.

—Que bueno que estés aquí entonces, nos verás en primera fila —jugó con mis manos, llevándolas de arriba abajo.

—Seré la que más esté gritando.

—No estés tan segura, allí atrás no se te escuchará nada.

—Haré el intento —sonreí mientras soltaba mis manos—. Deberíamos irnos, deben estar esperando.

—Sí, vamos.

El Francis se hizo a un lado dejándome pasar primero como todo un caballero. Caminamos hasta una pequeña sala donde estaban todos preparándose con los últimos detalles, pero lo que me llamó la atención fue ver a una mujer alta y rubia que se encontraba arreglando la ropa del Álvaro. Deduje que ella era la Romina.

—¡Eh, Claudia! —me llamó el Álvaro al cruzar miradas conmigo, indicando que me acercara a ellos —Te presento a Romina. Romina, ella es Claudia, ya te había hablado de ella.

Espero que cosas buenas.

—Mucho gusto —extendí mi mano para saludarla.

—Igual —sonrió la rubia; era una mujer muy hermosa—. ¿Erí amiga de los chiquillos?

—Sí, me invitaron al festival. Es el primero que veré de ellos.

—¿En serio? —preguntó sorprendida—. ¿No estuviste en Viña?

ℂ𝕠𝕣𝕒𝕫𝕠𝕟 ℙ𝕖𝕣𝕕𝕚𝕕𝕠 (Francis Durán)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora