Capítulo 4

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Al entrar al depa, mi cuerpo liberó todo el estrés acumulado. Me dejé caer en el sillón y cerré mis ojos para escuchar el canto de los pájaros de mi vecino.

Un canto celestial.

—¡SAAALÉ, GATO WEÓN!

Salté del sillón y fui corriendo al baño para socorrer a mi bebé.

—¿¡A QUIEN LE VENÍ A GRITAR VO'!? 

—¡Buagh!

Reí por la escena. La Cata estaba de rodillas vomitando en el inodoro y el Ramón se encontraba sentado en el lavado, estirando sus patitas para jugar con el pelo alborotado de ella.

—Chuuucha —me acerqué al Ramón y lo tomé en brazos, sin dejar de mirar a la Cata—. ¿Salgamos de nuevo? Se nota que te gusto.

—Déjame en paz... —se levantó con dificultad.

—Amiga... te tengo que contar algo.

—¿Bueno o malo? —dijo mientras se lavaba la cara.

—Cuando termines te cuento, ¿Sí?

Salí del baño y fui a la cocina. Serví un tazón gigante de agua para la Cata y comencé a preparar un desayuno ligero. Le di comida al Ramón y me senté en la mesa para tomar mi infusión de manzanilla. Justo ahí salió la Cata con cara de poto.

—Ahí te dejé agua, amiga. Para bajar la caña.

—Gracias  —se sentó en el otro extremo de la mesa y tomó su agua—. Ahora dime, ¿Qué paso? 

—Cata... erí tendencia en TikTok —quería wearla un rato, pero solo provoqué que la weona se atorara. 

—¿¡QUÉ!? —gritó de repente.

—¡AY, WEONA ME ASUSTASTE!

—Claudia, no me weí —dijo terrible asustada.

—Mentira... pero paso algo peor.

Le conté todo. Desde el secuestro fallido al encuentro con "Los Bunkers" y Cancamusa. Así como el robo de mi celular y el día libre que me dio el jefe. 

—A ver, espérate. ¿Todo eso paso anoche?

—Sí, menos lo de mi jefe, obvio. 

—Conchesumadre —exclamó la cuica. Se le desfiguró el rostro al escucha la palabra "Jefe"—. No fui a trabajar.

—¿Vas a llamar? 

—No —volvió a su semblante despreocupado—. Mañana les inventaré algo, ahí veo.

Sonreí y negué. Yo estaría vuelta loca, pero ella como siempre, relax.

—¿Entonces por eso tienes tu cara así?

—¿Así como? —entrecerré los ojos, pensando que iba a decirme alguna mierda.

—Inflamada.

—¿Se nota mucho?

—Solo de un lado.

Fui al baño a mirarme en el espejo, tenía razón. A pesar de estar pintada se notaba la asimetría; debía colocarme hielo. Por lo tanto retiré todo el maquillaje y lavé mi cara. Todo ese proceso la sufrí porque me dolía de tan solo tocarlo. 

Salí otra vez a la cocina sosteniendo una bolsa de gel frío en el área afectada y la Cata se preocupó al ver el color morado de mi cara.

—Claudia, weona, te dejaron la cagá.

—Lo sé... 

—Supongo que cancelaste la entrevista, ¿No?

—No

ℂ𝕠𝕣𝕒𝕫𝕠𝕟 ℙ𝕖𝕣𝕕𝕚𝕕𝕠 (Francis Durán)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora