3. Iba a ser mía

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Henry

Llevaba desde el domingo con un cabreo considerable. Después de la misa, el viejo Jim me acorraló para hablarme de negocios. Tenía la ansiedad disparada buscando con la mirada a aquella chica y dije que sí por inercia. Ni siquiera me enteré bien de qué era lo que me estaba pidiendo, algo de una reunión. Sinceramente, me importaba poco.

Solo quería salir de ahí.

Ir hacia ella.

Para cuando pude escaparme se había marchado.

Pero el puto destino es una cosa maravillosa, y, si no hubiera sido por la ira fría que recorrió mi cuerpo desde las plantas de los pies hasta la frente cuando vi a Rick Kane sobándola, estaría reuniendo mis mejores habilidades para invitarla a salir.

Luego fui consciente de que Leah estaba a su lado. Y casi me da algo.

Las había escoltado fuera de la plaza, sabiendo que me reuniría con su padre en apenas unos minutos en la taberna, y era incapaz de dejar de mirarla. Si el domingo pensé que era hermosa, ahora estaba dispuesto a arruinarme para poder estar a su lado un rato más.

Cuando me despedí de ellas mi cerebro empezó a trabajar. Siempre había sido una persona fría, había tratado de ocultarlo y no había servido de nada. Por eso, cuando crucé las puertas de madera y Jim me presentó a Sergi Olinsky tenía muy claro lo que iba a hacer.

Tras el típico parloteo de presentación y todo un recorrido por su árbol genealógico, y la apabullante historia de cómo conoció a su mujer en Barcelona cuando emigró desde Escocia, el viejo nos dejó solos. Había llegado la hora de negociar, y Dios sabía que no había nadie mejor que yo en eso.

-Bueno, señor Callaghan, iré directo al grano. He adquirido un pequeño local con el objeto de abrir una panadería, evidentemente eso no me ha dejado mucho efectivo. Somos una familia grande y la casa se ha llevado una buena parte de mis ahorros. Por no hablar de lo caro que ha resultado el viaje en barco. -No pude evitar carraspear con impaciencia. -He oído que tiene tierras, trigo, para ser exactos. Me gustaría ofrecerle un precio.

-El trigo está tremendamente caro, señor. No sé hasta qué punto podría ayudarle.

-Sí, lo sé. Por eso, en calidad de vecinos me gustaría hacer un trato que nos puede beneficiar a ambos. -Le indiqué que continuará.Tenía que reconocer que no me estaba agradando demasiado su compañía, había algo en él que me gritaba que no era de fiar. -La mitad ahora, y el 20% de mis ganancias de los próximos cuatro años.

-Es un trato arriesgado. -Se puso nervioso, una tensión cruzó por su mandíbula. Y le tenía donde quería. Tenía pensado aceptar el trato, solo para poder caerle en gracia, y que fuera más sencillo verla a ella. Aunque las cosas llegaran a salir mal económicamente hablando, no me arruinaría. Tenía tierras y animales suficientes como para hacer frente a ese cincuenta por ciento impagado. Y, para ser sinceros, esta vez no era dinero lo que estaba buscando.

-Evidentemente, todo se puede negociar. ¿Qué solicita usted?

Guardé silencio durante unos segundos. Sabía que tenía que decir y cómo decirlo, pero si mi futuro suegro se impacientaba sería más beneficioso para mí. Tenía mil escenarios en la mente, mil maneras de responder a su futura respuesta. No iba a salir de aquí sin convencerle.

-La mano de su hija. -Parpadeó tan deprisa que me costó un mundo no reirme.

-¿De Victoria? -Asentí. -Oh, eso es toda una sorpresa. Me encantaría unir nuestras familias señor Callaghan pero... ¿sabe usted su edad? Ya no es una jovencita. Este pasado marzo cumplió los 28.

-Su edad no podría importarme menos. -Esperé la réplica, que nunca llegó. Ahora era yo el que se estaba impacientando, ¿es que no iba siquiera a decir que lo hablarían en familia antes de darme una respuesta? -¿Tenemos un acuerdo?

Me estrechó la mano.

Teníamos un acuerdo.

Así de fácil.

Iba a ser mía. 

Mil Razones (Henry Cavill)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora