22. Escopeta cargada

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Emma


Los primeros invitados empezaron a llegar y con ellos mi ansiedad. Les escuchábamos mientras nos acercábamos a la casa de mis suegros, mis padres tenían que estar al llegar. Era cuestión de tiempo que descubrieran todo el tinglado y... se me ponían los pelos de punta solo de pensarlo. Pero Henry parloteaba sobre como no pensaba ir a trabajar mañana, nuestro primer día de casados iba a ser pura miel, y parecía tan ilusionado, tan feliz que no quería quitarle eso.

Menos por algo que no íbamos a poder evitar ninguno de los dos.

Me bajó al suelo antes de llegar a la puerta trasera, iba a ir a lavarse la cara y se reuniría conmigo en la parte delantera. El pequeño y rápido beso que me dio en los labios antes de entrar me dejó colocada. No fui consciente de que mis pies se habían movido hasta que mi madre entró en mi línea de visión.

Y todo se esfumó.

Todo, menos el terror.

Podía notarlo, la ira que se reflejaba en unos ojos enloquecidos, en una expresión tensa tan brutal que era imposible de disimular. La boca se me secó de golpe, el cuerpo se me tensó tanto que estaba segura de que se me romperían los tendones. Porque esa expresión solo la había visto en una ocasión y las consecuencias fueron brutales.

Pero, esta vez, no era un compromiso el que se había roto. Era el hecho de que ya no podían tocarme, de que había sido más inteligente, más rápida para escapar de sus garras. Era una ofensa aún mayor.

Me quedé plantada en el sitio mientras que ella avanzaba con pasos cada vez más rápidos hacia mí. Hasta que su mano pudo agarrarme del cuello con violencia para zarandearme como a una muñeca de trapo.

Sentí sus uñas clavándose en mi piel, su aliento cuando se acercó a mí para quedar frente a frente.

-Zorra estúpida. -No podía pegarme hoy. Me repetía una y otra vez. Sería todo un escándalo. Algo que no podrían esconder... salvo que acusaran a Henry de haberme puesto la mano encima. La voz pesimista de mi cabeza revivió con una fuerza alarmante. Entonces, se las ingeniarían para separarme de él. Lo denunciarían falsamente, le arruinarían la vida. No podía moverme. Ni siquiera hablar. Me di cuenta de que esa falsa valentía que tenía cuando Henry estaba a mi lado no era nada. No podía hacer nada por mi misma...No me merecía que él estuviera a mi lado. Iba a tener que cargar conmigo, con mis traumas y lo inutil que era durante el resto de su vida. -¿Quién te has creído que eres? Se lo has contado a todos, ¿verdad? Has ido con el cuento para que te tuvieran lástima y fíjate, has conseguido hacer una buena jugada pero me vas a escuchar -me apretaba tanto que se me empezaron a caer las lágrimas, apenas podía respirar -nunca podrás escapar de mí. Yo te traje a este mundo. Me perteneces.

-Querías...que.. me casara... y lo..he...hecho. -Dije con un hilo de voz y me arrepentí al instante. Aún agarrándome por el cuello me estrelló contra la pared de madera de la casa. El golpe contra las heridas de la espalda me quitó el poco oxígeno que me llegaba.

-No has hecho más que ponernos en evidencia. Otra vez. -Me escupió. -No has sido más que un error desde el día que naciste y ese al que tanto quieres no tardará en verlo.

Escuchamos un estruendo y rápidamente me soltó. Esto no había acabado. Lo sabía. Sus ojos me lo decían.

La voz de Leah fue como un bálsamo.

-Emma, ven. No sé como poner esto. -Se había asomado por una de las ventanas, seguramente de las que daban a la cocina, aún tenía la vista empañada. Contesté por inercia, escuchando como el tono de voz de mi madre cambiaba radicalmente para decirme que los invitados estaban llegando.

Mil Razones (Henry Cavill)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora