Emma
Me había besado. No. Eso no había sido un beso. Había sido toda una declaración de intenciones. De declararme suya. Mis sentidos sólo podían sentirle a él, su olor, su dura piel bajo mis manos, sus gemidos, el sabor amargo de la cerveza que habíamos compartido en su boca.
Mi cuerpo se derritió. Mis huesos se convirtieron en mantequilla. Y era incapaz de pensar en nada que no fuera necesidad.
Porque necesitaba seguir sintiendo su boca sobre la mía, los lametones ardientes de su lengua, la enorme rigidez contra la que no podía dejar de frotarme.
Era un hambre atroz que se dejaba ver en unos gemidos que no había escuchado nunca de mí misma. Mi cuerpo ardía, deseoso de que me poseyera por completo en aquel maizal. Estaba empapada. Mis bragas estaban tan mojadas que dudaba que se secaran en algún momento de la noche, incluso con el calor que hacía.
Jamás me habían besado así.
Jamás me habían reclamado así.
Y estaba lista para ahogarme en esta sensación.
Bailamos, reímos un montón, comimos carne y algunos dulces, bebimos y cuando me llevaba a casa me robó tantos besos, mientras la mano con la que no conducía descansaba en mi muslo con posesividad, que me hicieron perder el aliento.
Y él estaba risueño, alegre, feliz. No podía dejar de tocarme y de susurrarme cosas que me hacían temblar.
-No sé cómo voy a conseguir dejar de tocarte lo suficiente como para que entres en casa. -Su voz ronca, mientras me daba pequeños besos en el cuello. -Eres exquisita, preciosa y... toda mía.
No era suficiente. Tenía sus manos acariciando mi espalda con suavidad, agarrando mi cintura para que por nada del mundo me alejara de él. Y quería más.
Me puse sobre él, tirando por la ventana todo lo que me habían enseñado que era correcto en una mujer decente, cada pierna a un lado de sus caderas y le besé con ansia. La sorpresa fue arrollada por su pasión. Me dejó tomar el control de su boca pero me pegó tanto a su cuerpo que incluso con la ropa puesta notaba ese bulto enorme apretándose contra mí centro.
-Nena... -Su susurro roncó estuvo a punto de prenderme fuego.
-Tú eres mío. -Gimió entre mis labios.
-Siempre he sido tuyo. Desde que abrí los ojos en este mundo, he estado luchando por encontrarte.
Me costó un mundo separarme de él. Cuando entraba por la puerta del patio trasero iba en una nube, ya era bien entrada la noche y pensé en entrar por ahí para no despertar a nadie. La habitación de mis padres daba al lado delantero de la casa, solo la mía y las de mis hermanos daban al patio trasera. Pero la habían cerrado desde dentro.
Viendo como su camioneta se aleja desde el porche crucé el jardín.
Era feliz. Feliz de verdad. Y estaba enamorada.
El mundo hostil que conocía se había quedado atrás hasta que, por la ventana abierta de la sala de estar, escuché una conversación entre mis padres.
-¿Entonces se lo dirás mañana a Callaghan? -Su apellido, en la boca de mi madre, me puso los pelos de punta. El aire se enfrió de golpe y fue como si me sacaran con violencia de mi burbuja.
-En cuanto termine la misa, seguramente quiera negociar largo y tendido. Dudo que me lo ponga fácil tratándose de su caballo ganador, pero pida lo que pida, no será demasiado.
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Mil Razones (Henry Cavill)
FanfictionKentucky, 1947 Un vaquero con muy malas pulgas. Una extranjera que solo busca su lugar. Las sonrisas más dulces son las que esconden los secretos más oscuros. - Dual POV - Él se enamora primero - Spicy - Cowboy - ¿Quién te ha hecho eso? - Age gap...