Henry
Volví a verla a la mañana siguiente, en la iglesia donde la vi por primera vez. Mi padre había vuelto a encontrarse mal, tanto que mi madre tuvo que quedarse con él. No dijeron que pasaba, pero no podía ser bueno. Sé que hay cosas que solo hablas con tu mujer, cosas que son difíciles de contar a los hijos pero ni a Tom ni a mí nos gustaban ciertos secretos. La nube de preocupación se disipó cuando la vi.
Vestía una falda blanca y una blusa rosa, además de unos zapatos que parecían hacerle daño. Su pelo, que siempre estaba suelto en ondas por su espalda, hoy estaba recogido en un moño bajo.
Estaba algo seria. Supuse que sería por la cantidad de gente que rodeaban a sus padres. Pero en cuanto me vio, sonrió.
-Voy a sacarla de allí. -Les informé a Leah y Tom, ganándome unas cuantas burlas. Tras un breve saludo a sus padres, la arrastré hasta nuestro banco. Tom estaba encantado de conocerla, y le dio un abrazo nada más escuchar su nombre. Leah le dio otro. Desde luego eran tal para cual, aunque al menos Leah era su amiga.
A veces me preguntaba cómo podíamos ser hermanos siendo tan distintos.
Ni siquiera pude atender al sermón más de un minuto. Mis ojos la buscaban constantemente y eso que estaba sentada justo a mi lado, con nuestros muslos rozándose. En más de una ocasión, Tom me pilló mirándola, en todas y cada una de ellas me hizo una mueca. A veces desearía romperle la nariz.
Emma
Hoy era uno de esos días malos de dolor de espalda, además los zapatos me estaban matando. Creo que estaría sufriendo menos si alguien directamente me cortara los dedos de los pies. Pero tenerlo a mi lado, su olor masculino envolviéndome y haciendo que casi se me cerraran los ojos del gusto, lo mejoraba todo.
Había dado mil vueltas en la cama recreando la tarde que habíamos pasado juntos. Mamá se había molestado, a diferencia del día anterior no me había dicho de vernos al día siguiente.
Ella siempre se ponía en lo peor.
Por eso me encantó cuando nada más entrar en la iglesia y posar su mirada en mí, me llevó con él.
Adoraba su forma de ser. No decía mucho, no era demasiado expresivo pero sus acciones valían más que cualquier otra cosa. Cada vez que me tocaba, me tomaba de la mano, me acercaba a él o se inclinaba para estar más cerca de mí me sentía importante. Me daba toda su atención, como si fuera lo más interesante que hubiera visto nunca. Y era tan cálido. Su risa era la mejor canción del mundo.
Esperaba poder pasar más tiempo con él. Pero cuando el sermón terminó y casi me arrastró de la mano hacia el exterior, su semblante era un poco más serio.
-Perdón por las formas, no quiero que haya cotilleos sobre esto. -Habíamos dejado atrás a toda la gente. Que se agrupaba para hablar. Su pulgar acarició mi mano. -Mi padre no está bien de salud. Mi madre ha tenido que quedarse con él, por eso no están aquí. Dios sabe que no hay nada que desee más en este mundo que pasar el domingo contigo pero...
Esta vez fui yo quien le acarició con mi mano libre.
-Tranquilo. Cuida de tu familia. -Algo brilló en sus ojos. Y floreció dentro de mí. Adoraba la forma en la que cuidaba de su familia, me había hablado de ellos en varias ocasiones. Sus anécdotas estaban llenas de buenos momentos, eran tan distintos a nosotros.
-Sunflower, eres maravillosa. -Me besó en el nacimiento del pelo y no sé que me desestabilizó más, si ese apodo cariñoso o sentir sus labios sobre mí. Tener su cuerpo tan cerca, mis ojos a la altura de su pecho, hizo que el ambiente se caldeara demasiado. Un hormigueo pasó desde mi vientre hacia mi parte más íntima, y mis pechos se sintieron pesados. -No pienso dejarte marchar.
Pasé el resto del día en el jardín de casa. Mis hermanos no estaban y mis padres no volvieron hasta pasada la hora de la cena. Para ese entonces, yo ya estaba en mi habitación.
Sunflower.
Adoraba como sonaba. Como lo había dicho. Y empezaba a pensar que las cosas podrían salir bien de verdad.
Hasta que el lunes por la tarde mi padre preguntó por Henry, no pensaba decirle nada sobre su padre. Él no quería que se supiera y mis padres no sabían guardar secretos.
-Dijo que tenía mucho trabajo. -Mentí, y supe de inmediato que mi madre no se lo creyó. -Relacionado con el trigo.
Como ese tema le interesaba a mi padre, solo asintió. Quería su trigo lo más pronto posible.
-Y, ¿no se te ocurrió ayudarle?
-¿Qué sabrá de recoger trigo, María? -Espetó mi padre.
Ilusa de mí pensé que el tema quedó zanjado. Pero cuando Henry tampoco apareció el martes empecé a preocuparme. Tal vez mi madre tenía razón pero por un tema muy distinto. ¿Debería de haberme ofrecido a cuidar a su padre? Pero no les conocía, ¿cómo iba a plantarme en su casa? ¿Y si hubiera pasado algo más grave? ¿Y si le hubiera pasado algo a él?
Entonces mis pensamientos encauzaron un camino que me hacía daño. ¿Se habría cansado de mí? O decepcionado. Igual no era lo que él había esperado y no sabía cómo decírmelo.
Pero había sido dulce.
Mi madre entró en mi habitación. Ya tenía puesto el camisón.
-¿Qué has hecho? -Su voz era un susurro envenenado por la ira. Mi padre estaba en casa pero se había quedado dormido en el sillón hacía un rato. Temblé.
-No he hecho nada.
-¿Crees que soy estúpida? -Subió el tono de voz. -Escúchame bien. Tienes mucha suerte de ser lo suficientemente guapa como para que este hombre se haya encaprichado contigo, pero ya lo estropeaste todo una vez y no voy a permitir que vuelvas a hacerlo.
-No he hecho nada. -Se me escapó el aire de los pulmones cuando sentí el dolor en la espalda. Me temblaron las rodillas. Y se me aguaron los ojos.
-No te atrevas a mentirme. Te hemos mantenido porque no quedaba otro remedio pero te vas a casar, así tenga que llevarte de los pelos a su dormitorio. -Me zarandeó. -Arregla lo que sea que hayas hecho, o vas a lamentarlo.
Cerró la puerta con un portazo y me desplomé sobre mis propias rodillas. Había tenido una leve mejora con la espalda estos días, y ahora me dolía el doble. Agarré la almohada antes de romper a llorar, y ahogué mis sollozos.
Deseando. Rezando por que él viniera a rescatarme. A sacarme de este infierno.
Cuando estaba con él todo era tan fácil. No tenía miedo. Incluso cuando metía la pata, a él le gustaba.
No supe cuando me dormí. Pero me desperté al día siguiente con el cuerpo entumecido por haber pasado toda la noche en el suelo.
Me levanté. Solo Mark estaba en la cocina, no cruzamos palabra. Nunca lo hacíamos. Como si le molestara mi presencia, se marchó sin haber terminado su desayuno.
Una vez que lo recogí todo, salí al jardín. Alrededor de la valla que rodeaba la casa había varias flores que necesitaban una poda. Me puse manos a la obra. Me gustaba trabajar en esto, no pensaba y era lo único bonito que había en esta casa.
Un relincho demasiado cerca me sacó de mi ensimismamiento. Cuando alcé la vista, florecí.
ESTÁS LEYENDO
Mil Razones (Henry Cavill)
Hayran KurguKentucky, 1947 Un vaquero con muy malas pulgas. Una extranjera que solo busca su lugar. Las sonrisas más dulces son las que esconden los secretos más oscuros. - Dual POV - Él se enamora primero - Spicy - Cowboy - ¿Quién te ha hecho eso? - Age gap...