Era su favorito.
Esa fue la principal razón por la que Lily accedió sin pensar a la petición de su sobrino de trabajar todo el verano en su cafetería. Desde que era pequeño, había sido su predilecto, al que siempre le daba más regalos en navidad, al que le compraba sus chuches favoritas o incluso al que le daba el huevo frito con la yema más perfecta.
Y es que en realidad, no buscaba ningún empleado más para la cafetería, la plantilla aumentaba en verano pero ese puesto lo ocupaba otro chico del pueblo, con el que ahora compartiría puesto de trabajo, y jornada laboral.
Las razones por las que había decidido irse de su casa durante los largos tres meses de verano eran dos muy sencillas: La primera, necesitaba el dinero para mantenerse en Zaragoza el año que viene mientras cursase el cuarto año de Magisterio. Y la segunda, y probablemente la más decisiva, solo había pasado una semana de verano y ya se sentía ahogado y aislado en su pequeño pueblo de mil habitantes, por lo que solo le llevó unos días tomar la decisión final y llamar a Lily.
Acababa de llegar ese mismo día al pueblo y ya le había enseñado cada comercio nuevo, presentado a cada señora que se cruzaban e incluso les dio tiempo a dar un paseo por la playa para ponerse al día. Sin embargo, aún no había tenido ocasión de ver a su prima Almudena, también su favorita a pesar de no poder verla como quisiera.
El pueblo seguía tal cual lo recordaba, con sus calles estrechas y arboladas, las enredaderas y el verdín ocupando la gran parte de las fachadas, los azulejos de colores presentes en cada esquina, y el característico olor de azahar mezclado con el del mar, que desde la última vez no se le había borrado.
En todo el trayecto hacia la cafetería, su tía siguió la verborrea sin interrupción y con un agarre firme en el brazo del chico.
- Martin hoy va a estar contigo para ayudarte, el chiquito que te dije que trabaja para nosotros en verano. Es más bueno... es de tu edad, bueno no sé si un poco más pequeño pero da igual. Lo que yo te diga, seguro que os lleváis estupendamente.
La experiencia que tenía en hostelería eran muy bajas, por no decir que no tenía ninguna. Sumado a que el hecho de que alguien le supervisase le ponía cuanto menos nervioso. Era el típico con necesidad de haber nacido aprendido, desesperándose si lo que fuese no le salía a la primera y admitía que por ello, no era el mejor para ser mandado.
Mentiría si dijese que no se arrepintió de lo que había hecho cuando vio la cafetería abarrotada de gente, en su mayoría recién llegados de la playa con el pelo aún lleno de arena y los bikinis mojando las sillas. La terraza, estaba llena de sombrillas blancas con rayas amarillas que protegían del sol abrasador de junio.
Al entrar, el ambiente era similar, no había un hueco libre y el ruido era abrumador, pero aún así pudo percibir el hilo musical de la radio casi imperceptible por las conversaciones de los clientes.
Detrás de la barra había un chico, uno como de los que no había en su pueblo, de esos con mullet, bigote y un pendiente adornando su oreja. Era más guapo de lo que le gustaría para un compañero de trabajo.
Tarareaba la canción que sonaba mientras servía la leche a tres cafés con agilidad. Tenía la camiseta y el delantal un poco sucio de lo que parecía harina.
Levantó la mirada cuando los sintió acercarse a la barra.
- Hola Lily. - Su boca se curvó en una sonrisa, no muy amplia pero lo suficiente para sacarle otra a la mujer bajita con el pelo rizado.
- ¿Qué tal estás, cariño?
- Muy liado, hoy no damos abasto. - Cogió de unas cestas la sacarina y el azúcar para ponérselo en el platito de los tres cafés. Alternó la mirada para posarla en él por primera vez. - ¿Tú eres Juanjo?
ESTÁS LEYENDO
café lily
FanfictionJuanjo se instala un verano en un pueblo costero para trabajar en la cafetería de su tía. Martin está enfadado porque el sobrino de su jefa le ha provocado una bajada de sueldo. O donde Juanjo y Martin se conocen entre cafés, arena, amigas y olas.