capítulo 2. - mango y mar

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Las mañanas eran mejores que las tardes, o eso había comprobado en su primer turno. Eran más tranquilas, los señores leían el periódico acompañados de un café solo y a penas había juventud en las primeras horas de la mañana.

Al llegar a las siete y media para abrir ni se dirigió la palabra con el del bigote, que estaba igual o más dormido que él, a ambos les bastó con un simple gesto de cabeza como buenos días. Se habían cambiado, cada uno en un baño y empezaron a montar la terraza con la parsimonia que les otorgaba la somnolencia.

Quizás se podía haber ahorrado la última cerveza que se tomó anoche o también habría sido buena idea irse a dormir más temprano, pero de nada le servía ahora ese arrepentimiento. Prefería quedarse con lo a gusto que había estado con los demás a pesar de acabarlos de conocer, y la brisa que le secó el pelo mojado mientras se bebía esa cerveza en jarra helada.

Cuando aún no había llegado nadie, pudo escuchar y oler la cafetera. Martin se estaba haciendo un café y no había nada que le apeteciese más en ese momento. Dudó en si pedírselo o no, pero en medio de sus dudas pegó una cabezada, y empezó a verlo como una necesidad.

- ¿Me haces uno a mi también? Por favor. - Se sentó detrás de la barra, dejando caer su cabeza en la palma de su mano.

- ¿Aún no has aprendido a hacerlos? - Juanjo negó. - Deberías.

- Si no me lo quieres hacer no me lo hagas pero no me toques los cojones que es muy temprano. - Ahora su mano tapaba sus ojos, creía ser incapaz de seguir despierto.

Martin no emitió ruido hasta que dejó un café delante suya.

- No te lo iba a hacer pero no quiero que estés dormido todo lo que queda de mañana. Si eres lento en el turno de tarde no me imagino en este. - Ató el mandil a su cintura. - Y tómatelo rápido que tienes que aprender cómo funciona la cafetera.

A los pocos minutos, se había perdido en la cocina. Escuchaba lo que parecía bandejas de horno, estaría haciendo las famosas palmeritas de nuevo. Aprovechó el momento SinMartin para tomarse el café con calma.

Todavía no había llegado nadie y no tenía ni idea por dónde empezar con la cafetera si el otro no le ayudaba por lo que entró a la cocina en su búsqueda. Efectivamente, Martin estaba preparando una masa para algún dulce.

Alzó la mirada hacia él. - ¿Qué pasa?

A Juanjo ponían de mal humor muchas cosas en su vida diaria, como quedarse sin batería en los auriculares, coger un autobús o una clase obligatoria, de Martin en específico le ponía de mal humor hasta el hecho de que seguía estando guapo con la cara de dormido.

A esas horas, no tenía energía ni para cabreos ni para hormonas revolucionadas por un tío con bigote.

- Que si no me enseñas a usar la máquina no voy a aprender.

- Ya te he enseñado, Juanjo. - El nombrado bufó. En cualquier momento perdería la paciencia, le desesperaba hasta la forma en la que pronunciaba la J de su nombre.

Por lo visto el objetivo diario del chico era tocarle los huevos a diario, y ya llevaba 2/2.

- Pues otra vez.

- Eres mi jefe ahora, ¿o qué? Si quieres saber cómo funciona en uno de los cajones está el manual de instrucciones, ya tienes lectura para el verano.

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