No había vuelto a besarle desde hacía cuatro días y estos habían pasado tan lentos como si fuese Noviembre.
Martin parecía haber estado de acuerdo con su pacto de silencio sin medir una palabra entre ellos sobre el tema.
Mantenían la distancia cuando estaban con los demás, como si lo que habían vivido no coexistiera en otro universo que no fuera al que pertenecían cuando estaban a solas.Juanjo lo llevaba bien, al menos a veces.
Juanjo no sabía en qué momento se había convertido una necesidad en su vida besar a Martin.
En ocasiones, se sentía flaquear en el pacto que él mismo había impuesto, ya que cuando el otro ponía distancia en público quería comprobar que todo pertenecía a esa mentira, a ese secreto.
Y lo quería hacer tocándole de manera discreta, buscando algo en sus ojos que se lo admitiese o con algún vacile que en otro momento se hubiese callado pero en ese no podía. Sentía la necesidad de encontrarle aunque fuera en lo banal.
Buscaba respuestas todo el tiempo. Buscaba sus labios todo el tiempo.
En estos momentos, a cuarenta grados dentro de la cafetería y con dos bandejas sobre sus manos a rebosar también haría una parada para besar al chico de detrás de la barra.
Iba a explotar. En días como este estaría dispuesto a ir hasta su tía y decirle que no estaba preparado para esto, que le sobrepasaba y que volvía a Zaragoza.
Lo que le mantenía en pie en medio de las altas temperaturas y esa vorágine de desilusión era saber que en el fondo nunca lo haría. Por tantas razones.
Las gotas de sudor caían desde la frente por sus mejillas mientras conseguía mantener la sonrisa intacta para las chicas que atendía. Esta se difuminó en una mueca cuando vio llegar a siete más a la mesa y tuvo que volver a abrir la libreta.
Llegó a la barra exhausto. Arrancó el papel donde había apuntado la comanda y la dejó sobre la barra sin mirar a Martin, tal cual había hecho las veces anteriores. Lo que menos necesitaba era un distracción en medio del caos acelerado que era la cafetería a las tres de la tarde, la hora de los cafés después de comer.
Francisco sacaba platos a una velocidad vertiginosa, Martin tenía una habilidad excepcional en hacer los cafés de la forma más rápida que jamás había visto y él... él se dedicaba a correr de un lado a otro intentando no tropezar en el camino. Sus habilidades en hostelería habían mejorado pero no tenían comparación con las de los otros dos empleados.
Pasado una hora, con todo mucho más relajado y las mesas casi vacías al completo, volvió a dejar otra hoja medio rota sobre la barra, con la excepción de que una mano rodeó su muñeca antes de poder seguir.
- Relájate ya.
El aspecto de Martin era insoportable. Lucía como si el mediodía no hubiese sucedido como lo había hecho para él. El mullet estaba peinado a la perfección, y aún con el flequillo hacia abajo parecía no haber sudado. La camisa blanca seguía aparentando estar recién planchada y sin una gota de café sobre ella.
En cambio él prefería no imaginarse cuál era su aspecto. Su agobio aumentaba solo al imaginarse en ese estado enfrente del chico. Lo que le faltaba.
- Aún me quedan tres mesas fuera. Cuando las termine, ahí me relajaré.
Notaba la indecisión de Martin en su agarre, con la duda de si debía soltarle o no. Finalmente, lo hizo y le indicó que siguiese en sus tareas con un gesto de cabeza para después entrar en la cocina.
Con suerte, los pedidos de la terraza fueron cortos, y no tardó en volver. Suspiró aliviado cuando sintió que aquella tarde tan desastrosa por fin tenía su fin. No veía la hora de llegar a casa y dormir. La sonrisa ya se estaba formando en sus comisuras cuando vio que Martin estaba desatándose el delantal. Frunció el ceño ante la acción. Aún quedaba hora y media para que su turno terminara.
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café lily
FanficJuanjo se instala un verano en un pueblo costero para trabajar en la cafetería de su tía. Martin está enfadado porque el sobrino de su jefa le ha provocado una bajada de sueldo. O donde Juanjo y Martin se conocen entre cafés, arena, amigas y olas.