- Juanjo, por dios, los putos cafés que se enfrían.
- Que ya voy, joder.
Definitivamente, la vuelta a la cafetería no había seguido la línea idílica que había tenido el viaje.
Después del día que compartieron solos en aquella playa, llegaron a la casa con dos sonrisas fáciles de interpretación, las mejillas sonrosadas y mucha arena en el pelo.
Todos los estaban esperando para cenar una ensalada que había hecho Álvaro, que estaba buenísima pero fue insuficiente, por lo que tuvieron que hacer una visita rápida a un desavío para conseguir algo de picar. Pero eso fue más tarde, después de ducharse cada uno en su turno, pero solos en la planta de arriba. Juanjo le dio tres vueltas a la habitación antes de decidir que la mejor opción era no entrar con Martin a la ducha.
Los chistes sobre la escasa ensalada no pararon en toda la noche. Álvaro amenazó a Juanjo con que dormiría en el sofá y Violeta comentó, entre risas, que si eso pasara podría dormir con ellos. La sonrisa que le dedicó Martin mientras mordía su dedo índice casi le provoca un infarto. Siempre supo tuvo esa habilidad sin necesidad de palabras.
A la mañana siguiente recogieron y metieron todo en el maletero. El camino fue silencioso. La única que se mantuvo despierta fue Violeta y porque no tuvo opción.
Martin, desde el asiento de atrás, entrelazó dos dedos con los suyos y no los soltó ni cuando el sueño lo atrapó.
Al llegar a casa, Almudena se subió junto a él a su habitación y durmieron una siesta. Dormir... por decir algo. No recordaba lo que era dormir con su prima. La rubia se movía cada dos por tres y le daba cada patada que temió quedar cojo en una de ellas. La habría matado si hubiese tenido la más mínima posibilidad.
A las cuatro de la tarde sonó la alarma y él no había descansado desde que se tumbó en el colchón. Agarró el uniforme de mala gana y se dirigió a la cafetería con mucho sueño y muy pocas ganas de trabajar.
A Martin debió pasarle algo parecido.
Además, Francisco en cuanto los vio llegar, sin dirigirles ni una palabra, se marchó de la cafetería sin siquiera quitarse el delantal.
Y aquello, el sudor pegados a sus uniformes, el calor asfixiante a pesar de ser las siete de la tarde, la vuelta de aquellos días libres, y la terraza a rebosar de clientes había creado ese ambiente desesperante. Con Juanjo a punto de tirarle la bandeja a la cabeza y con Martin con las ganas contenidas de tirarle la cafetera caliente encima.
Se movía por la terraza con rapidez, llegando a las mesas con las palabras ahogadas y la libreta arrugada entre sus manos. Mientras Martin, preparaba los pedidos por encima de sus posibilidades, viendo como se acumulaban en la barra.
Había sido el peor día para volver.
Dos horas más tarde, a penas quedaba una mesa por terminar sus cafés. El ritmo frenético recién había rebajado la velocidad, parando en seco. Juanjo recogió las tazas de los últimos clientes y puso el cartel de cerrado en cuanto cruzó la puerta.
Martin estaba recostado sobre la barra con la mirada fija en el suelo. Ni el día que le enseñó a hacer las palmeritas de coco, o el del cumpleaños de aquellos niños desordenados, le había visto el uniforme tan manchado. Nunca solía hacerlo.
Dejó las tazas sobre la barra y se colocó a su lado apartando un poco un taburete.
- Ha sido un día de mierda. - El camarero sentenció como explicación a su actitud incluso antes de que Juanjo le preguntara. Restregó las manos por su cara y se fue a la cocina.
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café lily
FanfictionJuanjo se instala un verano en un pueblo costero para trabajar en la cafetería de su tía. Martin está enfadado porque el sobrino de su jefa le ha provocado una bajada de sueldo. O donde Juanjo y Martin se conocen entre cafés, arena, amigas y olas.