CAPÍTULO 3

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Las habitaciones en casa de Snow son difíciles de definir en todo sentido; parecen de diferentes épocas, por la influencia rococó y victoriana, pero están equipadas con toda clase de cachivaches que ni siquiera nosotros tenemos en casa; aparatos que hacen todo por ti, incluso tengo mis dudas de que Snow tenga avoxes a su servicio; quizá no quiera arriesgar que ni siquiera personas sin lengua escuchen sus asuntos.

Siempre pueden aprender lenguaje de señas.

Habíamos llegado la noche anterior totalmente tensos a la habitación, con un plan fallido y un futuro incierto por delante, nos limitamos a dormir sin apenas dirigirnos la palabra, algo que tiene esta casa, es que las paredes oyen.

Sin embargo, todo el miedo que me transmitió la mirada venenosa de Snow se esfumó cuando Neptune me acurrucó a su lado, ni siquiera hubo miradas de cuestionamiento sobre si queríamos dormir así o no, simplemente sucedió.

Mi cuerpo parecía haberse rendido ante los eventos del día y me sumergí en un sueño pesado y sin sueños, quizá fue por esto que me descolocó tanto el ruido de las olas.

Si no hubiese tenido la absoluta certeza de que me encontraba en el Capitolio, y metida en una de las habitaciones del mismísimo presidente, habría jurado que me encontraba de nuevo en los Juegos, meciéndome con la marea y escuchando el mar reventar contra la quilla, como si quisiera despertarme para saber que venía a engullirme.

Con el temblor del miedo recorriéndome de pies a cabeza, me incorporo dubitativamente, pero mis ojos abiertos no acallan el sonido, pareciera que viene de las paredes, del techo, del dosel de la cama. De todos lados.

A pasos inciertos voy recorriendo la habitación con el ceño fruncido, convencida de que finalmente he perdido la cabeza, cuando una luz que se alcanza a distinguir por debajo de la puerta, llama mi atención.

Sin perder más tiempo, me dirijo a ella y siento que se me va toda la sangre del rostro cuando me encuentro cara a cara con Snow.

- Buenas noches, señorita Dhassei – apenas estoy cubierta con mi bata de noche y seguramente mi aspecto no es tan impoluto como el de él, que ni siquiera se ha quitado su traje de la fiesta y su cabello platinado luce como si recién se lo hubiesen retocado. No me veo capaz de pronunciar palabra mientras mi atención se va hacia el pequeño control que generaba esa luz – temo que mis camareras olvidaron dejarle esto; la mayoría de mis huéspedes lo usan para ayudarse a dormir... los sonidos del bosque y de lluvia son muy populares, pero supuse que usted preferiría algo que la hiciera sentir como en casa.

Me quedo mirando el pequeño aparato sin querer hacer otra cosa que estrellarlo contra la pared, por suerte Snow se limita a presionar uno de los botones y el ruido del mar desaparece como si nunca hubiera estado ahí.

- ¿Me acompañaría un momento? – pregunta el viejo hombre, sin esperar una respuesta, comienza a caminar por el pasillo. A sabiendas de que no tengo opción, me giro hacia Neptune que duerme plácidamente, suspiro y cierro la puerta tras de mí.

Snow me está esperando al final del pasillo, cuando le doy alcance, comienza a guiarme por una serie de vestíbulos que dudo mucho aprenderme de memoria para regresar, pero esa es la menor de mis preocupaciones en este momento. Por eso mi sorpresa es mayor cuando frente a mis ojos aparecen las dos puertas de cristal cortado que llevan hacia los jardines.

Pide que abran las puertas y yo lo sigo obedientemente hasta el estanque, donde gordas carpas de todos los colores del arcoíris nadan mansamente entre las hojas de nenúfar. Al final del camino puedo ver un invernadero, me pregunto qué cultivará Snow ahí. La bruma de la mañana me hace estremecerme y adormece mis mejillas por el frío, la fina bata de seda no me ofrece ningún abrigo.

EL TRIBUTO| Los Juegos Del Hambre (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora