EPÍLOGO

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Despierto con una mano acariciándome el cabello, y mi primer instinto es decir su nombre:

- Finnick...

- No, me temo que no cariño.

Abro los ojos de golpe para encontrarme con aquellos ojos gentiles que me habían acompañado tantos días en el último año, aunque están rodeados por ojeras y su expresión parece mucho más nerviosa de lo normal. A pesar de todo ello, su porte se mantiene tranquilo y erguido perfectamente como siempre.

- Neptune... ¿qué haces aquí? ¿por qué no estás con mis hermanas? ¿qué...?

Intento incorporarme, pero él de inmediato pone sus manos en los costados de mi rostro, haciéndome recostarme de nuevo, baja la cabeza hasta llegar a mi altura y me susurra:

- Tus hermanas y tu madre están a salvo... las puse en el tren ¿recuerdas?

- Pero, tenías solo tres boletos... espera.

Comienzo  a fruncir el ceño, sospechando lo que esto significaba, había dado su lugar, había renunciado a su posible libertad por ayudar a mi familia a escapar.

- No comprendo...

- ¿Qué es tan difícil de comprender? - pregunta con el ceño fruncido y sus ojos dirigiéndome una mirada que me hace detener el corazón, esa mirada que refleja una adoración que solo había visto en los ojos de alguien más.

Acaricio su cabello, sin poder expresar la gratitud que siento en este momento, suspiro y miro alrededor, a la habitación de aspecto clínico en la que nos encontramos, los tubos conectados a mí y las camillas a mi alrededor vacías.
Solo entonces me doy cuenta del dolor que envuelve mi cuerpo entero, los músculos cansados, la puñalada que me había dado Brutus, todos los golpes y rasguños producto de los Juegos.

- ¿Dónde está Katniss? - me apresuro a preguntarle - ¿Y Finnick? ¿Qué pasó en la arena?

- Nerea... necesito que te calmes un poco - dice acariciando mi mejilla, pero eso no me ayuda a dejar de pensar en ello, y seguramente se da cuenta - Katniss le disparó al campo de fuerza... eso destrozó la arena...

- ¿Dónde están?

- Los rebeldes se los llevaron, Plutarch se rebeló como líder rebelde y se encargó de... desestabilizar a todo el círculo - dice esto con un poco de cautela, como si no terminara de aprobar todo lo que conllevaba la rebelión.

No me sorprendería que estuviese totalmente en contra, él es la realeza del Captolio, al fin y al cabo. 

- ¿Por qué no me lo dijiste? - pregunta de repente, su tono levemente herido.

- No quería ponerte en peligro.

- No hay una sola alma que no esté en peligro en Panem en este momento, Nerea - me dice casi como un regaño - si hubieras sido aunque fuera algo más abierta conmigo...

- ¡Eras mi jefe! ... no, aun peor ¡Eras mi dueño! ¿cómo podía confiarte algo así?

Suspira y me mira solo un segundo antes de desviar la mirada hacia la blanca e insípida pared que tenemos en frente.

- Creí que entendías que yo te apoyaba en lo que fuera.

- No creí que algo como esto entrara en el trato.

- ¡Olvida el trato! ¡El trato terminó en el momento en que me di cuenta de que... !

Se detiene y pasa la mano por su rostro, cansado. Me incorporo finalmente, aunque soportando el dolor de las heridas, lo miro un momento más, es la segunda vez que lo veo fuera de su perfecto papel de magnate del Capitolio, frío y calculador. Visto de este modo, solo es un hombre desesperado.

EL TRIBUTO| Los Juegos Del Hambre (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora