CAPÍTULO 10

124 18 0
                                    


Como si miles de agujas ardientes me perforaran la piel profundamente.

Cuando Katniss me agita con violencia para que me levante ya tengo el brazo izquierdo casi totalmente inutilizable.

- ¡Corran! – no deja de gritar. Finnick se levanta con el tridente alzado, pero yo lo jalo del traje para que comience a correr también. Apenas alcanzo a ver el muro de niebla, blanca y amenazante, escurriendo perezosa, pero sin detenerse.

Finnick comienza a correr de inmediato, pero Peeta es el verdadero problema. Me doy cuenta de que realmente quedó muy herido por el campo de fuerza, porque va demasiado lento y Katniss apenas puede con él.

- ¡Odair! – lo llamo casi con culpabilidad.

Katniss y Peeta van tan atrás que las pequeñas gotitas de la niebla los van cubriendo de ampollas; me horrorizo al ver el estado en que se encuentran y me pregunto si me veré similar.

Finnick y yo deshacemos nuestro camino y él pasa un brazo alrededor de los hombros de Peeta, que apenas puede andar y hace lo posible por cargarlo a mayor velocidad, pero la neblina también le ha pasado factura y le ha dejado las piernas bastante debilitadas, seguramente donde comenzaron a formársele las ampollas primero.

- Peeta... - escucho el terror en la voz de Katniss y pronto me doy cuenta del por qué: el rostro del chico está hecho un amasijo de carne y heridas abiertas, todo cubierto por las ampollas.

Apenas estoy digiriendo esto cuando a la misma Katniss comienzan a invadirla unos espasmos en los brazos.

- ¡Vamos, avanza! - Digo empujándola, sintiendo la niebla demasiado cerca también, pero en poco tiempo le sigue el otro brazo y luego una de las piernas, lo cual la tira al suelo, donde sigue retorciéndose del dolor.

Es cierto que ella da batalla, la ayudo a ponerse de pie y consigue avanzar unos cuantos metros, pero no tarda en volver a caer al suelo. Yo misma siento el ácido agujereándome la piel y comienzo a entrar en pánico; Finnick se acerca a nosotras, pero puedo ver en su rostro que comienza a costarle llevar a Peeta.

Intenta ponerse a Katniss sobre la espalda y tirar de Peeta, pero noto que su pierna derecha también ha comenzado a temblar, así que niego con la cabeza.

- Déjame a Katniss, ustedes sigan.

- ¿Puedes con ella?

- Si, tu sigue con Peeta.

- Ustedes vayan adelante – tiene miedo, mucho miedo, y yo he mentido en mi seguridad, en realidad Katniss es más bajita que yo, pero su complexión resulta mucho menos liviana de lo que pensé y no puedo llevarla a la espalda como pretendía Finnick – tendré que arrastrarte, lo siento.

Digo con genuina congoja mientras sujeto sus brazos alrededor de mi cuello y comienzo a bajar la ladera intentando que sus pies no se enreden en nada para evitar lastimarla, pero la escucho quejarse suavemente de vez en cuando, seguramente con la arena escociéndole las heridas ya graves.

Finnick va a mi lado, con Peeta en su espalda porque sus brazos han dejado de funcionar como las piernas de nuestros compañeros. Peeta lleva su tridente.

Yo intento guardar la calma, pero entonces una de las diminutas agujas que he estado soportando por todo el cuerpo me atraviesa especialmente profundo en una de las piernas; emito un quejido ahogado, evitando alarmar a Finnick y quiero continuar, pero entonces otros mil de esos escozores me invaden ambas piernas y las pierdo por completo.

Ambas caemos al piso y Finnick grita, siento sus pasos en la arena aproximándose hacia mí, pero también siento el sonido más estridente de su cuerpo fallando poco a poco como el mío.

EL TRIBUTO| Los Juegos Del Hambre (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora