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YoonGi caminó de un lado a otro, estaba impaciente y maldecía en voz baja porque aún no llegaba Jin, pasaron aproximadamente treinta minutos desde la hora acordada y JungKook había sido muy claro respecto a la puntualidad. ¿Por qué? La verdad no tenía idea, dijo que era algo relacionado con los astros, la luna y su hermano, cosas de fanáticos de la diosa luna o cosas por el estilo. La verdad no era muy creyente respecto al tema, pero si eso podía ayudar a su amigo haría su esfuerzo. Tal vez lo que necesitaba no era a una persona como el omega YoonGi, sino a alguien más como el mismo SeokJin, una persona con un poder extraño.

—Al diablo, tendré que ganar algo de tiempo —se quejó el omega y dirigió su andar a la puerta del edificio de departamentos, estaba a segundos de abrir la puerta, de no ser porque alguien se le había adelantado.

Ver de nuevo al bonito rubio con quien se cruzó en la calle hace unos días, le bajó tres tonalidades de palidez a su piel, una hoja de papel parecía tener más color a su lado. ¿Ahora qué? Le lanzó esa guarrada porque nunca imaginó que sería vecino de JungKook, así que solo estaba ahí, existiendo como un pan tieso en medio de la mesa. Lo curioso de la situación era que el otro omega simplemente le sonrió, era tan hermosa su sonrisa que al hacerla sin mostrar dientes, sus ojos formaban pequeñas lunas crecientes con sus párpados. Cualquier persona le hubiera pasado por alto o en el peor de los casos mandado a la mierda, pero ese ángel no parecía sorprendido, como si quisiera recibirle con ese lindo y esponjoso suéter amarillo.

—¿Eres Min YoonGi?

—Soy Min YoonGi.

—Sí, eso mismo acabo de decir.

—Perdón, es que me estropeaste el cerebro por tenerte en mi mente.

—¿Lo tomo como un cumplido o un insulto?

—Lo que te entre mejor... No, espera, esa no era la línea.

Una fuerte carcajada por parte del rubio se escuchó casi en toda la cuadra, algunas personas que pasaban por la zona observaron con disgusto a ambos; uno era un tomate mientras que el otro cayó de rodillas sobre el suelo para soltarse a reír como si nunca lo hubiera hecho en años. Claro que era una situación vergonzosa, como suele sucederle a YoonGi frecuentemente, pero el poder escuchar la risa que le provocó a ese chico, lo era todo.

Extendió algo indeciso su mano para ayudar al contrario a levantarse, este no se hizo del rogar y la aceptó con gusto. Una vez pudieron estar frente a frente se quedaron en un silencio tranquilo, admirándose mutuamente, como dos almas que buscaban entender la complejidad de la mente del contrario. Para YoonGi, ese chico era una belleza total, algo que siempre deseó en sus sueños más utópicos: un lindo omega, divertido y tierno. Sabía que estaba mal ilusionarse de esa manera, pero algo en su interior le decía que él era el indicado, como eso que pasa en las historias de destinados... El único problema es que ninguno de los dos era un alfa o un beta como para que lo suyo pueda ser real. No hacía falta preguntar, podía alcanzar a sentir el aroma de leche con miel y fresas, similar al de las muñecas hermosas de tiendas finas; claramente ese muchacho era un bellísimo omega con quien solamente podría aspirar a ser amigos.

Ghost LightsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora