cap 2

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– Despierta mi niño.– susurro Tom al oído de Bill. Ambos estaban durmiendo abrazados, Tom abrazando a Bill por detrás. – vamos Bill, hoy es tu cumpleaños.– dijo emocionado de saber que aún la muerte no llegaba por su hermano, que aún podía disfrutar de su compañía diaria.

Tom era el más feliz de saber que hoy 6 de octubre, Bill cumplía doce años.

–¿Que... que sucede?– Bill volteó su cuerpo con pesadez, pillando su mirada con Tom, quien lo recibió con un beso en la frente.

– Feliz cumpleaños pequeño.

– Tom...– tiro de su playera y blanqueo los ojos.– Sabes perfectamente que no me importan mis cumpleaños, son una mierda.

El mayor alzó ambas cejas, sorprendido.–¿Que dije sobre ese vocabulario?

– Perdón...– infló sus cachetes y se río por lo bajo.– pero sabes que no me gustan.

– De igual manera tienes que celebrar que...

– Que sigo con vida, lo sé...– Bill desvío la mirada, apenado. Eso hizo romper el corazón de Tom en pedazos. No le gustaba saber que su pequeño hermano le dolía seguir gozando de su vida.

– Bill...– se sentó y tomó sus manos.– porfavor, solo sonríe.– el menor negó con la cabeza.

Tom mordió su labio, ideando algo para hacerlo sonreír. El mayor se tiro hacia Bill quien no estaba listo para la guerra de cosquillas que le tocaba por parte de su hermano.

– No, no, basta Tom. Jajaja.– empujó a Tom con un pellizco. Los dos se reían, era el momento más feliz para ellos.

– Ahora, usted señorito.– el mayor sujeto la mano de Bill.– se va a vestir que hoy, es su día y nadie evitara que pase un increíble, super, lindo y divertido día.

Bill se río, sacó la lengua y se fue directo a la ducha.

–¡Tómate tu tiempo para vestirte!– grito antes de salir.

Hoy, el único objetivo de Tom era hacer feliz a Bill de cualquier manera. Sea la que sea, cueste lo que cueste. Bill iba a olvidarse de su enfermedad e iba a vivir una vida completamente normal.

Al menos por su cumpleaños.

:]

Ambos hermanos salieron a los centros comerciales, al cine, a las plazas. A todo sitio que le apetecía ir al cumpleañero. Los dos permanecían agarrados de las manos, sin atrever a soltarse.

Luego de un largo recorrido, la tarde había caído, la oscuridad se hacía presente y el anaranjado del cielo cubría la ciudad con las pequeñas estrellas. Después haber caminado casi todo el día, decidieron tomar un descanso en unas bancas de un parque.

Ahí mismo, Bill contemplaba el cielo con deseo y cabía decir que la sorpresa también estaba en él. El mayor saco un paquete de galletas del bolsillo de su abrigo y mastico, mientras miraba a su hermano.

–¿Te gusta la luna?– el menor abrió los labios, embobado. La penumbra del farol que se encontraba arriba de ellos prendió, obligando a los hermanos bajar la mirada.

– Bueno... si un poco. Parece un queso redondo.– Tom solto una contagiosa risa.

– Hay gente que piensa que lo es.

– Tom... Algun día yo estaré ahí ¿Verdad?– entonces fue cuando el mayor dejo de tragar. A horcadas paso por su garganta el trozo de galleta. Bill lo miró intimidado mientras se rascaba el brazo.

–¿Por qué dices eso?– Tom dejo caer el paquete de galletas y sostuvo la cara de Bill entre sus manos, llevando sus cabellos atrás de su orejas.

–¡Por qué es la verdad, algún día yo moriré y tú seguirás acá!– se alteró. Cuando Tom capto eso optó por abrazarlo y consolarlo.

Solo los dos [Toll] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora