cap 4

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– Joven Kaulitz. Hemos detectado que su menor hermano sufre de insuficiencia cardíaca. Lo bueno es que fue detectado a tiempo.

–¿Eso es curable?

– Si, pero se requiere de una operación.

–¿De cuánto estamos hablando?

– 75000$ Es lo cuesta una operación al corazón. Mejor dicho, un trasplante.

Todo el mundo de Tom se le vino a bajo al escuchar aquellas palabras. ¿Como era posible? ¿Como una sorpresa pudo haber afectado tanto a un corazón? ¿Como se podía destruir? ¿Como habían llegado a un trasplante?

–¿Q-que?– tembló.–¿Un trasplante?

– Tom, se que no es fácil escucharlo, pero es la única manera de ayudar a Bill. Tu ya eres mayor de edad, puedes buscar un trabajó.

–¿Bill va estar bien?– ignoro todo lo que el doctor encargado le había dicho y solo pregunto por su hermano. Solo quería saber de él...

– Esperemos que si. Acá le daremos todos los cuidados necesarios, mientras encontramos un donador.– el doctor entrelazo sus manos. Apoyo su cuerpo para atrás y miró a Tom desviado.–¿Tus padres?

El mayor levantó la mirada, contubo las lágrimas y respiro.– Ellos no vendrán... yo veré por él...– Trago dolor.–¿Puedo verlo?– suspiró.

– Si lo puedes ver, pero eso sí, Bill está muy delicado de salud.– Tom asintió y junto al doctor fueron a la sala de cuidados intensivos.

Con el dolor en el pecho, pudo ver a su pequeño niño, a su pequeña flor enfermo. Muchos cables cubrían su delicado cuerpo. El aire no era natural, dependía de una mascarilla que cubría su boca y nariz. Todo su cuerpo estaba sudado y las zonas no expuesta, estaban cubiertas por un traje de carritos rojos y azules. Tom se coloco al lado de la camilla que sostenía el pequeño cuerpecito de su pequeño niño. Se bajo la mascarilla que traía en la boca y con temblores, acaricio su frente y le dio un tierno beso en ella.

Cogio la pequeña mano de su hermano y la beso.

– Soy un imbecil... tuve que dejarlo y ver por ti.– solto lagrimas de arrepentimientos.– Te prometo que saldrás de acá. Y cuando eso pase, cuando tengas un nuevo latir...– succiono su nariz, sonrió.– iremos a comprar un helado de menta, como te gustan. Estudiarás, vivirás una nueva vida y tendrás muchos libros...

Por un momento Tom pensó que Bill despertó, pero sólo fue su necesidad de querer que eso sucediera. A pesar de eso, él sabía que Bill lo escuchaba. Que sus ojos permanecían cerrados, pero sus oídos estaban oyendolo.
El mayor volvio a sujetar la mano de Bill con ambas de sus mano, la lleno de besos junto a su frente y cabello.

– Ahora que mamá no está, yo veré por ti, y te juro que haré que seas un niño feliz...– con el dorso de su mano limpio sus lágrimas y pensó que Bill lo veía. Desde muy pequeños, al menor no le gustaba ver a su hermano llorar, eso le partía el alma, por eso mismo, Tom le mostró una sonrisa al rostro apagado de Bill.

– Te lo prometo...– se río entre suspiros.– No estas solo, solo somos tu y yo... mi pequeñito...

Tom salió a buscar un nuevo comienzo, desde cero. No pensó mucho en la muerte de su madre, aunque le doliera, sabía que ella no merecía sus lágrimas. Lo único importante para él en ese momento era buscar en donde alojarse y como encontrar el dinero para la operación de Bill. Se había quedado más tranquilo al saber que el hospital le ayudaría a encontrar un donador para su hermano.

No había dormido durante dos días, y tampoco había comido. Con las justa logro beber agua que le ofrecía el hospital y ya. No contaba con ningún ahorra después de haber sido botado de su casa por un miserable como Jörg.

Con la poca fuerza que le quedaba, fue buscando trabajo por bares, restaurantes y por casas, pero siempre era rechazado por su aspecto cansado.
A pasos cansados, y ya con la resignación de no encontrar nada, dio una última oportunidad a un bar.

–¿Que quieres?– habló un señor de aproximadamente unos cuarenta años. Parecía un hombre de poca alegría en su vida.

Tom labio sus labios, sin atreverse a soltar una palabra, aunque sabía que tenía que hacerlo.– Estoy buscando trabajo... soy bueno en todo.– admitió con miedo.

El señor lo examino de pies a cabeza, realizando muecas disgustosas en el proceso.

–¿Eres mayor de edad?

– Si, señor...– Tom se sentía algo apenado, no sentía confianza como en los otros bares que le había tocado visitar. La vibra del señor era algo temerosa.

– Tienes buen cuerpo, cara linda.– asintió el señor.– Esta bien, te daré una oportunidad.

El mayor pudo sentir una sonrisa formarse en su rostro, se sentía tan bien que no sabía cómo expresarlo.

– Prometo no decepcionarlo.

– Hasta el momento no lo haces.– se río sin gracia. Tom se ruborizo de la vergüenza y solo mostró una mueca.– Te encargaras de llevar los tragos y limpiar las mesas, enpesaras con lo sencillo.

Tom suspiro al saber que podía conseguir algo de bienes económicos para pagar un cuarto y pagar su alimentación. También ahorraría para la operación de Bill y lucharía por buscar un donador a costa de algo.

Se fue a vestir y comenzó con su trabajo.

El día fue soleado, algo que no trajo muchos clientes hasta que la noche cayó y las personas entraban como reloj malogrado. Tom se sentio algo seguro después de horas y fue a dar marcha a su objetivo.

Lastimosamente esa seguridad que tenia se fue cuando todas las miradas se ponían en él. Miradas de viejos mayores, de tías operadas y de algunas señoras. Tom se miraba el traje negro que traía puesto para asegurarse que no tragiera nada mal pero todo parecía estar en su lugar. Al momento de tener que llevar los tragos a la mesa de un grupo de hombres, siempre tomaba aire de donde sea y saca el valor de lo mas profundo de él y entonces iba.

–¿Eres juguetona, perrita?– uno de los viejos que estaban sentados, solto la cosa más estúpida que pudo oír Tom en su oreja. Todos los demás se reían y el mayor solo siguió con su trabajo.

Lo único que hacía que todo eso no fuera tan fuerte para Tom, era tener el recuerdo de su pequeño niño en su mente. Su recuerdo era sanador y reconfortante.

Cuando todo ese día de trabajo arduo acabo, no hubo nada que detuviera a Tom. Lo primero que hizo fue en ir al hospital en donde se encontraba Bill. Ni siquiera tuvo el atrevimiento de vestirse, no le importaba nada. Su cuerpo acabó hecho polvo, algo que siempre pasaba, así que no le importaba. Dio marcha hacia el pasillo 4 y ahí mismo llegó el mismo doctor que lo había atendido.

– Te tengo buenas noticias.– murmuró entre una sonrisa. Tom sentía que todo iba mejorando, se sentía alegre. Por alguna razón.– Bill despertó.

Fue todo lo que tuvo que escuchar para ir corriendo como nunca lo había hecho. Cuando su entreojo llegó a la puerta abierta de la habitación de Bill, fue en donde sentio su corazón salirse al ver a su pequeño sentado en la camilla.

–¡Bill, mi pequeño!– Bill no tuvo tiempo de reaccionar cuando los brazos de Tom lo recibieron con un caliente abrazo. Ambos soltaron un sollozo de desahogo, dejaron salir sus lágrimas, lágrimas de felicidad.

– Tom... te extrañe.– los ojitos de Bill se volvieron rojos y su voz muy corta ante los demás. No se atrevió a soltarse del cuerpo de Tom, solo sabía que necesitaba de él.

– Aquí estoy amor, no fui de tu lado.– con la cara mojada, beso la frente de Bill. Junto ambas frente y cerró los ojos.

Los dos permenecieron en esa misma posición por unos minutos que se hicieron eternos, pero satisfechos. Para Tom fueron los días más largos de su vida. Y ahora al ver nuevamente a Bill despierto fue el empujón que necesitaba para salir a delante por él.

Tom se acostó al lado de Bill, ya que fue lo que él menor le había rogado a lágrimas que lo hiciera, que estuviera cerca a él. Rodó su brazo por la espalda de Bill y dejó que durmiera en su pecho.

Ahí mismo, ambos sintieron paz. Muchas paz para sus débiles corazones.

@Anatwinces

8:05 pm

Solo los dos [Toll] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora