cap 5

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Para Tom no fue suficientemente fácil, después de la convulsión de Bill, contarle sobre la muerte de su madre. Fue eso, lo que justamente lo llevó a donde estaba ahora.

Por el momento, Tom supo entender como habían llegado hasta el punto de que Bill necesitará un trasplante. Tenía dos hipótesis pero ninguna le cuadraba. No se quedaba completamente seguro de que fuera tan fuerte la noticia de la muerte de su madre hubiese llevado a tanto a su pequeño.

Bill acababa de despertar, aún se encontraba delicado pero se sentía lo suficientemente fuerte como para querer leer, hablar sin parar y dibujar hasta cansarse y volver a caer dormido.
Cuando sus ojos percibieron el día, fue sorpresa pura para el menor. Ya no era la fachada azul fea a medio pintar, ya no habían cables por todos lados y la habitación ya no era oscura. El color de la nueva habitación era un color crema, tirando un poco a blanco. Traía dibujitos que le disgusto al menor por completo.

Una ventana de tamaño de un televisor ocupaba la pared del lado de la camilla de Bill. Una mesita de noche con algunos carros y lápiz. Lo más gustoso para Bill fue el sol que ocupaba la habitación, era tan cálida y ventilada que no quisiera salir de ahí ni para ir al baño.

–¿Como amaneció el niño más lindo del mundo?– Bill giro la cabeza para la puerta de entrada y vio algo ridículo y a la vez gracioso. Tom entraba con unas flores blancas, que deducio que eran tulipanes, sus favoritas. El mayor fue hasta Bill, le dio un tierno beso y dejó las flores en la meista de noche.

– Eres muy ridículo.– hundió sus pómulos y río por lo bajo. Los agujeros de Tom bajaron en una gran risa.

–¿Te gusta tu nueva habitación?

Bill volvió a rodear los ojos por todo el lugar.– Si, está mucho mejor que la anterior...

– Mucho mejor, a mi también me gusta.

El mayor se sentó al lado de su hermano, acaricio su cabello y mostró un brillo peculiar en sus ojos.

– Tom, ¿cuando voy a salir de acá?– Tom tembló por dentro, evito mostrarse nervioso, pero era traicionado por el sudor de sus manos y el castañeo de sus dientes.

– Espero que pronto, mi niño.

–¿Que estoy esperando para irme de acá contigo? Quiero irme, ya me siento mejor. Mucho mejor que antes.– Bill tiro de la camiseta de su hermano con sus delgadas manos. Ambos se miraron y Tom no pudo evitar soltar un tembloroso suspiro, la pena era más grande que sus fuerzas.

– Aún estas en la lista de pacientes vulnerables. No puedes irte, aún no.

– Entiendo... espero que sea lo más pronto posible mi recuperación para estar a tu lado.– un severo rubor se formaron en las mejillas del rastado, quien abrazo en débil cuerpo del menor.

– Siempre estaré a tu lado.

Ninguno de los dos se atrevían a querer soltarse de ese abrazó, ambos pedían quedarse en esa posición reconfortante toda la vida... hasta que el móvil de Tom sonó, interrumpido aquel momento.
Tom se despego de Bill y sacó el vibrante teléfono de su bolsillo.

Jefe.

Era aquella persona quien llamaba. Tom se dirigió a una esquina a responder. Mientras Bill lo miraba sentado, de espaldas, escaneando cada lado del cuerpo de su hermano.

–¿Si?

Muchacho, te necesito ahora mismo en el local.

–¿Ahora?

Si, ahora. La gente está llegando como locos, y necesitamos personal. Así que te quiero en menos de cinco minutos acá.

Solo los dos [Toll] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora