Lisa Manoban ama tres cosas en la vida: el baloncesto y sus zapatillas apenas unidas por cinta adhesiva.
Lisa no tiene suficiente cinta adhesiva para mantener la compostura cuando la animadora más sexy que ha visto nunca, Jennie Kim, irrumpe en su m...
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El primer partido de la temporada llegó y se fue, y luego el segundo, el tercero, el cuarto y el quinto, con Rosé lanzándome miradas de desprecio a cada oportunidad. No tenía sentido, ya que yo tampoco estaba jugando, pero aparentemente no tenía por qué tenerlo para Rosé. Estaba muy claro que la entrenadora Hyori no se sentía cómoda poniendo a jugar a las novatas. Incluso si estábamos perdiendo.
Jungha me rezongaba todos los días, y Jennie me enviaba miradas compasivas durante cada partido mientras las animadoras corrían a la pista, sin embargo yo me encogía de hombros ante la decepción, recordándome constantemente que la entrenadora Hyori tenía una razón para todo.
─ ¡Esto es una mierda! ─ dijo Jungha, golpeando la taquilla con las manos. ─No has jugado nada, Lisa.
─Lo sé, ─ respondí con un pequeño encogimiento de hombros.
─Lis, han perdido literalmente todos los partidos hasta ahora, ─ volvió a quejarse.
─Lo sé, Jungha.
─He venido a todos los partidos y he tenido que contenerme físicamente para no saltar de las gradas y hacer entrar en razón a tu entrenadora.
─Lo entiendo, Jungha.
─ ¡Ugh! ─ Levantó las manos exasperado.
Cerré la taquilla de golpe, haciendo todo lo posible por no dejar que mi irritación me invadiera como estaba haciéndolo con Jungha.
Cinco partidos. Cinco partidos en un mes y no había jugado. Tenía que ser paciente. Tenía que ganarme mi puesto. Tenía que creer que había una razón.
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─Bueno, pero si es la superestrella. Espero grandes minutos de ti esta noche. Oh, espera, tendrías que estar jugando para que eso ocurriera, ─ me dijo Rosé mientras me dirigía a los vestuarios.
─Hola, Rosé, ─ saludé poniendo los ojos en blanco. Ella se burló.
Quería estar irritada por el hecho de no jugar, y en el fondo sabía que lo estaba. Se me daba bien compartimentar y analizar las situaciones para asegurarme de que no estaba exagerando, pero cada vez que Rosé me hablaba, me costaba un esfuerzo extra no arrancarle la cabeza.
