Nirin.

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~ ¿Qué has hecho? ~

Lo sabía.

La había descubierto.

Incluso más rápido de lo que había esperado. Pero por supuesto, no podía ser de otra manera. No viniendo de él.

~ Lo correcto. ~

La mirada en sus ojos es casi insostenible, la rabia en ellos casi parece desbordarse como si fuese lava ardiente, dispuesta a arrasar con todo a su paso.

A pesar de ésto se niega a apartar la mirada. No ésta vez. Aunque el agarre de las manos ajenas en sus brazos se vuelva cada vez más cruel y las marcas se se hagan más notorias.

~ ¿Te atreves a traicionarme? ~

Parece desquiciado, casi al punto de perder el control, apretando los dientes como si masticara cada palabra antes de dejarla salir.

Probablemente solo deba detenerse pero necesita mostrarle al otro que tiene razón, que aún puede remediar todo el dolor que habían provocado.

~ No pertenece aquí, ninguno de los dos.

Su mirada se torna borrosa, poco a poco la conciencia se escapa de sí a medida que la mano en su cuello le quita la respiración.

Ambas miradas se mantienen, ancladas la una a la otra, y se pregunta dónde quedó la persona que había amado alguna vez.

El dolor, la culpa son mucho más grandes que su amor, que la obsesión que alguna vez hubiera sentido por esta persona que hoy le resulta desconocida.

Mientras pierde el conocimiento piensa que volvería a hacer lo que hizo una y otra vez, si eso implicaba arreglar solo un poco de lo malo que había sucedido por su culpa.

~Perdoname Wansaarat~
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A medida que pasan las horas, las cosas parecen un poco más irreales para todos en aquella casa.

En el centro de la habitación y a la vista de todos, Phaya permanece de rodillas en el suelo mientras apoya sus brazos en la improvisada cuna. De vez en cuando una de sus manos se posa en las suaves y rosadas mejillas o se pasean por los diminutos dedos de sus manos disfrutando plenamente de las tiernas reacciones de ese pequeño ser ante el tacto desconocido.

La mira fijamente, como si temiera que de un momento a otro, la pequeña criatura, pudiese simplemente desaparecer. Observa cada detalle y la encuentra cada vez más hermosa, más irreal, más especial. Y es que hay algo en ella que lo tiene maravillado, lo llena de un sentimiento cálido y reconfortante.

Como si fuera un cálido rayo de sol derritiendo la frialdad alrededor de su corazón. Una pequeña chispa que pareciera tener el poder suficiente para espantar las sombras que lo atormentaban.

Con cada minuto, cada segundo que pasa, se le hace aún más imposible el simple hecho de apartar la mirada, aunque ciertamente, ni siquiera lo intenta, tal vez podría quedarse viéndola para siempre, sin pestañear, tratando de grabarse en sus ojos y en su mente cada detalle, cada pequeño cambio, absolutamente todo.

Y a medida que lo hace, mientras más la observa, su mente grita, exclama a viva voz una sospecha, un susurro que su corazón se niega siquiera a asimilar porque se niega a sentir más dolor, inconscientemente parece, finalmente, estar cerrándose ante una nueva posibilidad de salir lastimado.

Entonces lo ignora. Decide ignorar, porque de esa manera, ese sentimiento cálido no se transforma en amargura. Decide ignorar porque así es más fácil y puede seguir viéndola sin que el parecido le estremezca el corazón. Puede ver sus pequeños ojos de ese color extraño mirarlo fijamente como si él también llamase su atención y no pudiese dejar de mirarlo, puede seguir viendo el lunar debajo de su ojo, justo en el mismo lugar, incluso sus pequeños labios que parecen tener la misma curvatura, o sus negros cabellos contrastantando con su palida tez, o sus rosadas y gordas mejillas, tan suaves como la seda más fina, puede seguir viéndola de esa manera, sin empañar sus sentimientos.

Después de Ti (BillyBabe) (PhayaTharn)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora