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Shoko había logrado estabilizarlo, pero no sin gran esfuerzo. Su concentración inicial fue en acomodar y curar los huesos rotos para evitar que estos perforaran alguna vena u órgano vital. Los débiles gemidos de dolor del chico azabache cada vez que lo movía para realinear sus brazos y piernas eran como puñaladas en su espalda.

Cada quejido y lamento resonaba en Satoru. Simplemente no podía soportar ver a su destinado sufrir de esa manera sin poder hacer nada. Las gotas de sangre comenzaron a brotar de sus puños por la tensión.


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Indudablemente, esos 40 minutos se sintieron como una eternidad para Shoko, mirando impotente al joven azabache tendido en el suelo, inconsciente. Exhausta por el meticuloso trabajo de curación, se apoyó en lo que quedaba de la pared.

-Gojo, llévalo con cuidado.- dijo mientras intentaba incorporarse. El peliblanco se aproximó con cautela y lo levantó con suavidad. -Lo llevaremos a mi consultorio para administrarle suero. Puedo curar huesos, tejidos y extremidades, pero no puedo crear sangre de la nada. Sería demasiado arriesgado para él, siendo aún un niño.-

El camino fue silencioso. Todos mantenían su sana distancia del albino. Sabían que en esos momentos no estaba del todo cuerdo. El aura pesada que emanaba el hombre de lentes hacía que las maldiciones que aun quedaban por la zona huyeran horrorizadas.

Satoru no apartaba la mirada de Megumi, quien parecía un fantasma debido a la pérdida de sangre. Simplemente quería derrumbarse a llorar. ¿Cómo permitió que esto ocurriera? Debía haber ido él en primer lugar. Era su responsabilidad cuidar al menor y no lo hizo. Además, lo atormentaba la pregunta de "¿por qué él?" ¿Por qué Suguru le hizo esto a Megumi, que solo es un niño? ¿Acaso no va en contra de todos sus estúpidos ideales de deshacerse solo de los no hechiceros, los 'monos' como él los llamaba, para alcanzar un mundo de paz para aquellos que poseían el don? Geto sabía muy bien que Megumi era un hechicero y lo más importante, sabía que era su destinado. Simplemente no entendía nada...

-Es aquí. Por favor, recuéstalo con suavidad.- indicó Shoko, aunque a decir verdad, aquel comentario era innecesario ya que Gojo siempre trató a Megumi con excesivo cuidado. -Ahora, insertaré esta aguja en la vena de su mano.- explicó mientras se acercaba al menor con sumo cuidado, aunque siendo sincera no quería admitir que la mirada que recibía del mayor era perturbadora. -Ahora la insertaré. Esto le proporcionará suero, que tanto necesita.-

Después de conectar la vía en el otro brazo, se alejó despacio hasta su escritorio para sacar una carpeta. Rápidamente salió del consultorio, dejando a los cuatro en la habitación. Bueno, más bien solo Gojo y Megumi estaban dentro; los demás miraban desde la seguridad de la puerta. Quince minutos después, Shoko regresó con un enorme contenedor de acero. Lo colocó en una esquina y al abrirlo sacó una pinta de sangre.

-Este es el tipo de sangre de Megumi. Tenemos suerte de que esto no haya causado un fallo multiorgánico.- nuevamente, explicando paso a paso los procedimientos y haciéndolo todo con sumo cuidado, logró conectar la vía en su otro brazo. -Los dejaremos solos.- fue lo último que dijo para luego irse con el resto a otro lado.

No pudo soportarlo más. Sus ojos se volvieron vidriosos y pronto las lágrimas brotaron abundantemente. Sosteniendo delicadamente la mano de su alma gemela, se lamentó de que todo esto no debería haber ocurrido en primer lugar. Era su culpa.


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Habían pasado aproximadamente tres semanas en coma. Gojo no se movió ni un instante del lado de Megumi, por lo que Shoko y el profesor Yaga tuvieron que encargarse de Tsumiki, a quien daban actualizaciones sobre el estado de su hermano cada tres o cuatro días.

El peliblanco se aseguraba de asear al menor, moverlo para evitar que sus músculos se atrofiaran, cambiarle la ropa y mantener sus labios y piel hidratados. Solía hablarle sobre las actividades del día y contarle cuentos, ponerle música y peinar su cabello. Se volvía agresivo si alguien más aparte de Shoko entraba en la habitación. En una ocasión, casi mataba a Ijichi, quien solo venía a darle un mensaje de parte de los altos mandos.

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-Diles que no me interesa.- dijo una vez calmado mientras Shoko curaba las heridas del hombre de lentes.

-P-pero, señor Gojo, mencionaron que esta es una misión muy importante y riesgosa. Dijeron que no tenía opción a negarse.- respondió con timidez.

-Es más riesgoso para mí dejar a Megumi solo. Ya he dicho que no. Anda y diles que no sigan insistiendo. No me moveré de aquí hasta que él despierte.- sentenció con firmeza. El hombre de lentes asintió y se marchó más rápido de lo que llegó.

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Dos días después de aquél suceso que le dejó un mal sabor de boca, sintió un ligero apretón en su dedo, que era 'sostenido' por Megumi. Sus sentidos se pusieron en alerta rápidamente, observando cómo el azabache fruncía el ceño ligeramente. Tomó su celular y llamó a Shoko, quien apareció en la puerta del consultorio tras una rápida carrera.

-Me apretó el dedo!- dijo emocionado.

-Déjame revisarlo.- respondió Shoko, acercándose con cuidado al menor y monitoreando sus signos vitales. -Está todo en orden. Lo que pasó fue solo un reflejo corporal. Tranquilo, pronto se recuperará.-


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Los días pasaban lentamente mientras Megumi permanecía en coma. Satoru, sin despegarse de su lado, mientras tanto Shoko y el profesor Yaga se encargaban de cuidar a Tsumiki y proporcionar actualizaciones sobre el estado del pelinegro, manteniéndola esperanzada de su pronta recuperación.

Una de esas tantas tardes, en donde el albino leía cuentos para el ojiverde, notó un ligero temblor en la mano del menor. Al principio, pensó que era su imaginación, pero pronto se dio cuenta de que los dedos de Megumi se movían y con más fuerza. Sin perder un instante de tiempo, saltó directo hacia el lado de su cama para observarlo mejor.

-Megumi...- susurró con voz entrecortada. Observó con atención mientras los movimientos se intensificaban ligeramente.

De repente, sus párpados empezaron a moverse, como si le costara un gran esfuerzo abrir los ojos. Por otro lado Satoru sentía como si se quedase sin aire, sus vías respiratorias se dijeron a si mismas 'hasta aquí llegamos' contuvo el aliento lo más que pudo, sin apartar la mirada de su rostro. Los segundos se hicieron eternos hasta que, finalmente, aquellas hermosas esmeraldas que tanto anhelaba ver mostraron su fulgor ante él.

-Señor Gojo...- susurró el menor con voz débil, apenas audible, mientras aún luchaba por mantenerse consciente. 

-Estás despierto, que alegría.- dijo con voz suave, sin poder ocultar la emoción en sus ojos. Las lágrimas asomaban en los bordes de sus pestañas.

-Lo siento...no quería preocuparte.- murmuró, su voz apenas un susurro.

-No, esto no es tu culpa Megumi. No te sientas mal por lo sucedido.- respondió con una sonrisa suave.

Lágrimas rojas     [GoFushi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora